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Channel: El Signo Roto - Blog personal del escritor Germán Hernández
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El arca de Noé – Michael A. Barrantes

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Adquirimos por recomendación (que es una mediación) en la pasada Feria del Libro el tomo de poesía “El arca de Noe” segunda entrega de Michael A. Barrantes. Al principio el título me insinuaba (atenido a la referencia bíblica) un bestiario, pero nada de eso; que el título no nos desubique ni nos detenga.

Abre el autor con un prólogo, o más bien una advertencia al lector donde expresa su deseo “de crear un vínculo directo con la gente, sin intermediarios” (pág. 5). Extraña búsqueda ésta, pues la primera mediación es precisamente la del autor, pues el vínculo es entre el lector y el texto, la segunda mediación es el prólogo, el libro mismo como objeto, su portada, la generosa contraportada del amigo Antonio Jiménez Paz, y luego entre el texto y el lector encontramos otras mediaciones inevitables: la experiencia, la vivencia, intereses, sentimientos y deseos del propio lector; lo que pretende el autor sencillamente es imposible e ingenuo. Más parece una inmunización, “creo que es una osadía que alguien más te diga lo que considera relevante de una obra para guiarte por ella, sin que vos tengas el primer contacto aún” (pág. 5). Eso sí va a estar difícil, porque el libro ya es “público” y ese aislamiento, esa asepsia que quisiera el autor también es imposible.

Estorbosa la majadería de este prólogo que encabeza a el poemario, puede el lector prescindir de esa mediación. O bien, asumirla como un subtexto que destaca (para alivio de todos los miembros del reino animal) que Michael A. Barrantes no es un espíritu puro y caga (con un dubitativo “si” y no con un afirmativo sí). Lo cual reiterará en ocho ocasiones a lo largo del poemario (págs. 5, 19, 25, 30, 38, 41)

¿Por qué “el poeta” como se autodefine la voz que leemos en estos poemas reclama un contacto directo y sin mediaciones con la gente, si al final solo parecen haber dos tipos de lectores para sus poemas: “viejillas beatas” para asustar y “compinches” para hacer guiños cómplices? La autoreferencialidad del “poeta” en este poemario es tan recalcitrantrante como el bucolismo intimista del trascendentalismo, ¿cuándo entenderán los poetas que a los lectores nos importa muy poco saber cuáles son sus parafilias, músicos y escritores favoritos? Al final, (sin quererlo quizá) se impone ese omnipresente Yo, Yo, Yo, Yo, donde más parece que el poeta es el único que caga, el único que coje, el único que se droga, el único que odia, el único que ama, inclusive el ¡único que sufre!, con esa auto conmiseración (que es un clisé) de “pobrecito poeta”:

“Está muy claro
que Dios no disfruta tanto
como cuando ve
que se despichó un poeta ateo.”
(Fuerzas naturales. Pág. 17)

“Ninguno de estos oficios cuenta la maldita soledad de escribir”
(Oficios. Pág. 32)

“No conocés un carajo lo que es la soledad
 Peor aún,
si no dedicás tres horas
a un poema
que no la hará regresar.”
(Críticas de un don nadie. Pág. 33)

Pero nadie publica en su muro
“Se necesita poeta”
(Verdades facebookianas II. Pag.35)

Y adelanto, para que no se me tome como moralina, que en nada me molesta el lenguaje soez en la literatura, ni en este poemario, sino lo mal aprovechado que está. Y dado que estoy en una situación intermedia, pues no soy una viejita beata a quien asustar, y tampoco compinche del poeta, me quedo a medio camino con un texto que no me dice mucho, y solo muestran al típico poeta iracundo, iconoclasta, con pretensiones infernales y malditas que ama a Sabina y odia Arjona, que ama Bukousky y odia a Cohelo, que por leer a Cortázar y darse cuenta que existe el Jazz se siente un Galileo cuando descubrió las lunas de Saturno. Este poeta que se muestra en este poemario es un clisé, y por eso nos aburre. No más leídos los primeros diez poemas y ya sabemos de qué van los cincuenta restantes.

Como bien decía mi abuela con su extensa sabiduría “no necesitas comerte la pizza entera para saber que es mala, basta que pruebes una tajada”. Aunque eso sería una injusticia, pese a las carencias del poemario, a sus escasos recursos plásticos, de repente nos encontramos atisbos de una subjetividad autoreflexiva capaz de entusiasmarnos, muy escasa eso sí, espontánea e inadvertida posiblemente hasta para el mismo poeta, pero que evidencia que es capaz de superar su endógena fórmula de poetizar y traspasar su imagen reflejada en el espejo en poemas como “Heterocromía” pág.18:

“No podía olvidar la octogenaria voz
de la animadora de Legrillón,
invitaba a deleitarse con los encantos
de la fenomenal Brenda o la espectacular Michelle

Entró a ese mercado
de tetas, culos y vaginas
como cualquier consumidor,
hasta que vio a Marcela,
la menos cotizada del establo

Tenía un ojo gris y otro verde

Una vez escondido el celular,
la billetera y el reloj,
probó a Marce

Pudo ver que por su ojo gris
caía una lágrima de asco
y por el verde una de amor.”

Poema vibrante, que nos cierra con una sacudida de ternura. Pero con el resto del poemario: ¿Dónde quedó el sarcasmo, el doble sentido, la ironía, la picardía, lo carnavalesco? Es lo que falta a estos poemas que parecen a veces transcripciones literales de las ocurrencias de cantina (que pueden ser geniales también (pero aquí no) si se les tratara con dignidad literaria y artística) y mientras el autor es fiel y rígido con su molde. Veamos estos dos ejemplos:

“Odiabas que me gustara jugar con tierra,
andar descalzo, masturbarme en la sala
o comer un sándwich mientras cagaba

No tolerabas que embarrar mocos en la pared,
que usara como bacenilla la olla de presión
o que en ausencia de papel higiénico
acudiera a las cortinas

Toleré tus reclamos con actitud estoica
pero tuve que dejarte
después de la rabieta que hiciste mientras cogíamos
solo porque traté de cagar en tu pecho.”
(Tolerancia. Pág. 19)

“Insistí en que me llamaras papi, era apropiado. No se refería a un tema paternal ni de ego. Por tres días tus lágrimas y maldiciones dieron en el clavo del motivo de mi insistencia en ese particular apodo. Era para recordarte que te pasé el papiloma. (Papi. Pág. 40)”

Michael A. Barrantes
La fórmula es sencilla, la descripción de eventos cotidianos, el “Yo” omnipresente y su incapacidad de empatía y reconocimiento de la otredad, no comparte, alardea, y luego el cierre buscando un efecto que golpee, que sea chocante, la misma fórmula repetida incansablemente se debilita en el conjunto del poemario, cuando ya el lector sabe de antemano lo que va a pasar.

En resumen, formalmente “El arca de Noe” tiene problemas de edición, la estructura de los poemas es plana, fácil de intuir y reiterativa, el autor exhibe pocos recursos literarios por lo que desaprovecha los materiales para poetizar, el tratamiento de lo soez está manejado de manera coloquial, algo que ya se hizo hace mucho y no representa la menor novedad. En cuanto a recepción ya hemos dicho que estos desgarramientos de “poeta maldito” no nos impresionan y más bien nos aburren. No logra esta obra salir de las cómodas circunstancias en que se escribe y el círculo en que se divulga, no da para un escándalo mediático, ni llamará la atención de las autoridades del Santo Oficio.


Germán Hernández



Qiu Xiaolong – El caso Mao

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Qiu Xiaolong es chino, nació en Shanghái en 1953 y se exilió en los Estados Unidos desde 1988 donde es profesor de Literatura china por variar. Este curioso autor es el creador de la saga policial del inspector jefe Chen Cao, que además de policía es poeta y un evidente alter ego del propio autor.
En sus novelas, la comida y la poesía serán siempre obligadas referencias, eficaz manera de conocer otras culturas, y más eficaz manera de dirigirse al público con un toque de exotismo, dado que sus obras en china han sido “arregladas” y “editadas” para evitar escrúpulos políticos innecesarios, supongo.

Qiu Xiaolong
“El caso Mao” es la sexta entrega de la saga del Inspector jefe Chen, se le ha encomendado una misión encubierta donde deberá encontrar “algo” que compromete la integridad de Mao Ze Dong, ese “algo” está tan oculto que nada en la novela nos lleva hasta ello, y todo lo demás no es más que folclor y exotismo para turistas, nunca había leído una novela tan erudita y tan aburrida como esta.

Pero, ¡cómo disfruté de la gastronomía, de las peculiaridades de la poesía china y su cuidadosa selección! Como sea, el subterfugio de denunciar un sistema encubridor no es más que para el deleite occidental que compra los libros de Qiu, aunque en las últimas páginas logró inquietarme un poco es una lástima, pues antes, tuve que devorar 300 páginas entre bostezos…

Germán Hernández.

Si quieres leerla en forma epub descárgala aquí: Qiu Xiaolong - El caso Mao



el otro damián - Rodrigo Zúñiga

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Rodrigo Zúñiga nos entrega una breve muestra de su segundo poemario "el otro damián" para que los que queden con ganas de más vayan por el libro.


sale a escena con un cuchillo de verdad


el telón se levanta como las fauces de un león
     –lo sabe–
      son los lugares que se han vendido
      por tres décadas ya

Entonces, ojos y bocas observan
cómo va caminando por la cuerda floja,
al filo de sí,
al filo de cristales rotos sobre su vientre
y se los va tragando despacio,
porque hay cosas
que sencillamente
se deben aprender a masticar

Se hinca y
       contra el suelo empieza
a escupir blasfemias,
como decir sangre,  
           como decir mentiras,
como tragar fuego,
al igual que derrotas,
            al igual que palabras,
porque hay cosas
que lucen mejor al calor de las cenizas

Afuera son nuestros los aplausos,
adentro, suyo es el miedo
que sube de marea y llega hasta el cuello,
el desafío de domar su propio yo,
el acto de escapar,
        estando esposado a los sueños,
el ser capaz de lanzarse los cuchillos,
       acertarlos todos,
el desaparecer conejos, cartas, lágrimas
y saltar desde sí mismo                
sin red
        y cortarse en dos
 y decir

“Yo soy el payaso sentado
en la primera fila,
–descalza la risa–
tomate en mano,
esperando al siguiente acto”


el sujeto (vi)

Hoy no quiero mis fotos en el muro
de ninguna red social
Más parecería un retrato hablado,
un cartel desteñido de “Se busca”
o bien, un nuevo privado de libertad
sosteniendo con las manos su pena
de frente y de perfil
Más valdría poner una de anteayer
o, mejor aún,
esperar hasta mañana
Hoy no me esperen
No insistan,
        que hoy
          no voy a dar la cara


cuando las voces cuentan verdades en lugar de ovejas

escucha llegar la madrugada
como se escucha esa llave del baño descompuesta
que no deja de llorar
La madrugada entra
lo mismo que la mirada por el ojo de la cerradura
Lo ve como una causa perdida,
una alimaña acorralada, a contrapelo del sueño,
a merced de sus garras
Lo sorprende adolorido
esperándola/soñando huir de ella
El llanto lo despierta sin percatarse
El barro del amanecer no lo deja respirar

Se imagina la estática del televisor
aún suspendida en el cuarto,
las voces de fondo
de una multitud en silencio,
el vestigio de unos perros que ladran,
apagándose
conforme se apaga también la oscuridad
Ahí
en esa trinchera, cansado,
bulímico de sueño,
ahora que tarde o temprano es de día

(El deseo es una gotera en la cabeza,
que no se repara y lo inunda todo
El remordimiento es un coyote,
una ciudad que no duerme
El amanecer, un timbre
que no puede retractarse de sonar)

***

Pensalo bien, así es la vida:
No importa cuánto apretés los ojos para dormirte
y te escondás bajo las sábanas,
las manos de la realidad
igual te jalarán los pies
al llegar la madrugada


el sujeto (viii)

Les cuento, no más para que sepan:
ayer mi sombra me entregó su carta de renuncia,
me informó que se retiraba,
que había pedido asilo político ya en otro lugar,
habló de no estar contenta con las condiciones,
que no tenía nada que ver con su salario,
que tenía miedo, que estaba cansada,
que llevaba años sin dormir
y de cargar mis ataúdes totalmente llenos,
de trabajar horas extras y ser siempre un completo extraño,
de andar arrastrada y desnuda y tener que abotonarse toda,
de guardar mis poemas en sus bolsillos,
sentirse amarrada y no poder escribir los suyos,
que, al igual que a mí, dejo que la pisen,
que el mundo, los autos, la vida, le pasen por encima,
que los malos tratos ya le han pasado factura,
pues la han visto flaca y hasta el alma sin pellejo,
con sus ojeras colgando como ropa recién lavada,
y un ojo le hace falta ya,
porque mis cuervos se lo sacaron por pura diversión,
y tampoco hice nada,
dijo marcharse esta noche y tan solo llevar
unos poemas en los bolsillos,
sí, ya sé lo que me dirán,
ya sabemos que no llegará muy lejos,
siempre regresa

En estos días
no hay quién no quiera el trabajo a cambio de luz



Rodrigo Zúñiga. (1982, Guápiles) vive en San José. Es Psicólogo y estudió Enseñanza del Inglés en la Universidad de Costa Rica. En el año 2013, su libro Souvenirs y noticias de amor fue galardonado con el primer lugar del Certamen Literario Brunca en su XXX Edición en el género de Poesía (UNA). Ha publicado dos libros con EUNED: Deshojar el reloj (2013) y el otro damián (2016).




¿Y qué es lo que quiso decir el autor?

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“¿Y qué es lo que quiso decir el autor?” Recuerdo esta pregunta en mis años de secundaria, cuando había que aplicar exámenes, el profesor citaba un texto de los que había que leer durante el curso lectivo y venía la angustiosa pregunta.

Desde luego yo no tenía la menor idea de “lo que el autor quería decir”, fuera un poema, un cuento o una novela, afortunadamente ya existía una respuesta prefabricada brindada por el profesor que, si estabas al día con la materia y habías estudiado un poco, podías transcribir en el examen y ganarte los puntos.

Desde luego que no importaba si coincidías o no con “eso que se supone el autor quiso decir”, y menos importaba si el texto te decía otra cosa. Realmente el texto era lo de menos, apenas un vehículo para transportar “lo que el autor quería decir”.

Desde la educación formal se ha castrado al estudiante-lector su capacidad y voluntad de interactuar con el texto, de cuestionarlo, de dialogar con él, de emitir juicio sobre él y sentido, pues a priori, ya existe un sentido único que es “eso que el autor quiso decir”.

Pero es posible “que eso que el autor quiso decir” no nos interese, o que por esa maravillosa cualidad polisémica del lenguaje y por el tiempo y espacio transcurridos por el texto el lector sea más bien, en una acción creativa y comprometida quien de sentido y haga hablar al texto.

El texto como vehículo, es decir como transportador de un mensaje, o sea, en su funcionalidad, existe, y claro que “el autor quiere decir algo”, digamos por ejemplo un Manual de instrucciones de una lavadora, el autor quiere explicarnos cómo aprovechar y hacer uso adecuado de tan necesario electrodoméstico, el texto es solo un vehículo para transmitir ese mensaje. Pero, cuando hablamos de literatura, el texto deja de ser únicamente un medio para que “el autor diga algo”, el lector se enfrenta al texto, no con el autor, el vehículo es ahora la subjetividad, la experiencia, el saber y las expectativas del lector quien emite juicio y sentencia sobre lo que el texto le dice, y del valor y el sentido que el lector le asigna al texto.

Lo contrario, es decir, que existe un sentido original, precediendo la lectura, eso implica la petrificación del sentido, si los textos son “lo que el autor quiso decir”, la literatura sería aburridísima como el manual de instrucciones de una lavadora y no le reprocharía nada a quien decida abandonarla ipso facto.

La lectura de un texto es la única manera de salvarlo de su petrificación, de su mutismo, el lector, ese que toma el texto y le da sentido, que lo hace hablar, es quien le asigna o no vigencia y relevancia a ese sentido, ni siquiera al texto, y menos al autor.

Esa lectura del texto es lo que llamamos en un sentido amplio “crítica”, la puede hacer un académico, un crítico profesional o aficionado, un chofer de bus, un colegial, su abuelita, cualquiera, la crítica sin importar que recursos más o menos sistemáticos emplee o no, la hace cualquier lector, pues la crítica es sencillamente un testimonio, una experiencia de lectura.

Como experiencia, esta no puede ser transferida, se puede compartir, se puede debatir, se puede coincidir o disentir con ella, pero no puede ser transferida, por la sencilla razón de que esa experiencia particular, le pertenece a otro. Por lo tanto, la crítica del lector, no puede ser validada o invalidada, es lo que és. Puede ser más o menos ingenua, más o menos informada, siempre intencional, parcial, de buena y de mala fe, pero no puede validarse como correcta o incorrecta, nadie habita en un pedestal por encima de los demás para decir quien lee o no correctamente un texto.

Me refiero a todo esto dado a que habría que justificar entonces si tiene derecho o no el autor para indicar cuál es el sentido final de su texto y cuáles lecturas de éste son correctas o incorrectas.

En su prólogo a la primera parte del Quijote, Cervantes indica que su propósito es ridiculizar a las novelas de caballerías. ¿Qué bueno verdad? Algo que no creo que tenga la menor vigencia ni relevancia para los lectores del siglo XXI. Sin embargo, pese al autor, es mi libro, mi lectura de él es perpetua, lo comienzo y lo termino una y otra vez, es transversal en mi vida, es mi referencia para todo lo que leo y escribo, en fin, es mi caso, mi experiencia, no tiene por qué serlo para nadie más. Las razones y sinrazones del autor son irrelevantes.

Mi lectura del Quijote, es decir, mi crítica de este, puede ser compartida, debatida, enriquecida, influida con otras lecturas particulares, es decir, por otras experiencias, la crítica solo puede ser dialógica entre lectores. De ninguna manera permitiría que otra lectura se imponga a la mía, y mucho menos permitiría la mediación del autor en ella.

Volviendo a la interrogante inicial “¿Y qué quiso decir el autor?” En realidad, la respuesta es muy sencilla: no importa. Lo que quiso decir ya está petrificado en el texto impreso y nada puede hacer para cambiarlo y tampoco puede hacer nada en el proceso dinámico y complejo de la lectura.

Toda intervención del autor es siempre estorbosa, y peor cuando interviene para explicar, aclarar o justificar sus textos, el lector no se equivoca cuando lee, el lector siempre acierta. La intervención del autor para validar o invalidar la crítica, la experiencia de lectura de un lector es inaceptable. La recepción de un texto es cosa del lector no del autor. ¿O habrá que incluir manual de instrucciones a los textos?

Nada es más patético que el autor que justifica sus textos ante una lectura desfavorable de su obra, no es más que un alarido ex tempore, igual de patético es el autor que valida solo aquellas lecturas favorables como indicativas de que fueron correctas, el lector tiene criterio, el solo sabe con qué otras lecturas dialogar, coincidir o discrepar.

Ya es lugar común de muchos poetas decir que la escritura es un acto solitario, por si no lo saben, la lectura también lo es, y también es un acto creativo, leer debería considerarse más allá de su pura funcionalidad en un arte. Por eso, para que el autor no intervenga y termine echando a perder la obra artística del lector le recomiendo los siguientes concejos a los jóvenes poetas (los viejos no tienen remedio):

1. Al lector mientras lee le molesta el ruido. Calla.
2. El lector ante el texto es un artista también.
3. El lector nunca se equivoca.
4. El lector siempre entiende, es el autor el que no se da a entender.
5. Si el lector hace una crítica favorable de tu texto es mérito del lector. Calla.
6. Si el lector hace una crítica desfavorable de tu texto es mérito del lector. Calla.
7. Si crees que tienes algo que decir de tu texto después de publicarlo, calla, perdiste la oportunidad.
8. Si te sientes incomprendido por el lector, calla, y busca psicólogo.
9. Calla siempre.


Germán Hernández.


Seis poemas de Bob Dylan - traducidos por Gustavo Solórzano-Alfaro (2010-2016)

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Una oportunidad de acercarse al bardo, pero esta vez sin guitarra, sin estudios, sin escenarios, así no más, el texto desnudo, ¿y por qué no? Y nunca más oportuno ahora que “quizás” Bob Dylan vaya a recoger su cheque a Suecia, y más afortunados nosotros, pues las traducciones son del amigo escritor, editor, crítico y académico Gustavo Solórzano-Alfaro, por lo que llevan ese gusto fresco y delicado que se siente con el pan acabado de hornear.  


Muy fuerte va a llover

⎼¿Dónde has estado,
hijo mío de ojos azules?
¿Dónde has estado,
adorado niño mío?

⎼He tropezado con la ladera
de doce montañas llenas de bruma.
He caminado y me he arrastrado
sobre seis autopistas  torcidas.
He andado en medio
de siete oscuros bosques.
He estado en frente
de doce océanos muertos.
Me he adentrado diez mil millas
en la boca de un cementerio.
Y va a llover, va a llover,
muy fuerte va a llover.

⎼¿Y qué viste,
hijo mío de ojos azules?
¿Qué viste,
adorado niño mío?

⎼Vi a un recién nacido
rodeado por lobos salvajes
y una carretera de diamantes
pero no había nadie en ella.
Vi una rama negra
con sangre que chorreaba
y un cuarto lleno de hombres
con martillos ensangrentados.
Vi una escalera blanca
toda cubierta de agua,
diez mil predicadores
cuyas lenguas estaban rotas.
Vi pistolas y afiladas espadas
en las manos de los jóvenes.
Y va a llover, va a llover,
muy fuerte va a llover.

⎼¿Y que escuchaste,
hijo mío de ojos azules?
¿Qué escuchaste,
adorado niño mío?

⎼Escuché el sonido de un trueno
que rugió sin aviso,
el bramido de una ola
que podría ahogar al mundo entero.
Escuché mil tamborileros
cuyas manos ardían
y a diez mil personas susurrar
pero nadie las escuchaba.
Escuché a una persona morir de hambre
y a muchas otras riendo.
Escuché la canción de un poeta
que murió en una alcantarilla
y el sonido de un payaso
que lloraba en el callejón.
Y va a llover, va a llover,
muy fuerte va a llover.

⎼¿Y a quiénes conociste,
hijo mío de ojos azules?
¿A quiénes conociste,
adorado niño mío?

⎼Conocí a un niño
junto a un pony muerto.
Conocí a un hombre blanco
que paseaba a un perro negro.
A una muchacha
cuyo cuerpo ardía.
Conocí a una niña
que me dio un arcoíris.
Conocí a un hombre
que estaba herido de amor
y a otro
que estaba herido de odio.
Y va a llover, va a llover,
muy fuerte va a llover.

⎼¿Y ahora qué vas a hacer,
hijo mío de ojos azules?
¿Qué vas a hacer,
adorado niño mío?

⎼Voy a salir
antes de que empiece a llover.
Atravesaré las profundidades
de los bosques más oscuros,
donde hay demasiada gente
con las manos vacías,
donde el veneno
contamina sus aguas,
donde el hogar en el valle
se topa con una prisión sucia y húmeda,
donde la cara del verdugo
está siempre escondida,
donde el hambre es horrible
y las almas han sido olvidadas,
donde el color es negro,
cero el número.
Y lo contaré y lo pensaré y lo diré
y lo respiraré
y lo reflejaré desde la montaña
para que todas las almas puedan verlo.
Y me posaré en el océano
hasta que empiece a hundirme.
Pero haré valer mi canción
mucho antes de empezarla.
Y va a llover, va a llover,
muy fuerte va a llover.


Botas de cuero español

⎼Amor mío, voy a zarpar.
Saldré temprano en la mañana.
¿Hay algo que pueda mandarte
desde el otro lado del mar,
donde sea que desembarque?
                               
⎼No, no hay nada que podás
mandarme, amor mío,
no hay nada que desee tener.
Solamente regresá intacta
desde ese océano solitario.                       
                                 
⎼Es que se me ocurrió
que a lo mejor quisieras algo hermoso,
hecho de oro o de plata,
de las montañas de Madrid
o de la costa de Barcelona.                       
                                 
⎼Si tuviera las estrellas
de la noche más oscura
y los diamantes del océano más profundo
renunciaría a todo por tus dulces labios,
porque son lo único que anhelo tener.                
                                 
⎼Pueda que me vaya por mucho tiempo
y por eso te pregunto si te puedo mandar algo
para que te acordés de mí,
para hacer que los días
pasen fácilmente.                         
                                 
⎼Pero cómo, cómo podés
preguntarme de nuevo.
Solo me provoca dolor.
Lo mismo que hoy quiero de vos
voy a quererlo mañana.

(Recibí una carta un día gris,
de su barco en altamar.
Decía que no estaba segura
de cuándo iba a volver
y que dependía de cómo se sintiera.)                   
                                 
Entiendo, amor mío.
Si pensás de esa manera
debe de ser porque tu mente vaga
y tu corazón no está conmigo
sino con el país hacia el que vas.                            

Así que tené cuidado,
tené cuidado del poniente,
tené cuidado de las tormentas.
Y sí, sí hay algo que me podés mandar:
unas botas de cuero español.


Amor bajo cero / sin barreras

Mi amor habla como el silencio,
sin ideales ni violencia.
No tiene que decir que es fiel, y aun así
es real, como el hielo, como el fuego.

La gente lleva rosas
y hace promesas todo el día.
Mi amor se ríe como las flores
y ningún san Valentín la convence.

En los baratillos y en las paradas de bus
la gente habla de sus cosas,
lee libros, repite citas,
escribe conclusiones en los muros.

Algunos hablan del futuro,
pero mi amor habla suavemente.
Ella sabe que no hay éxito como el fracaso
y que el fracaso es eso y nada más.

La capa y la daga penden,
las damas encienden las velas.
En las ceremonias de los jinetes
hasta los peones guardan resentimientos.

Unas estatuas hechas de fósforos
se desmoronan unas sobre otras,
y mi amor me guiña, ni se inmuta.
Ella sabe mucho como para juzgar o discutir.
A la medianoche tiembla el puente,
el médico rural divaga,
las sobrinas de los banqueros buscan la perfección,
a la espera de los regalos de los Reyes Magos.

El viento aúlla como un martillo,
la noche sopla lluviosa y fría.
Mi amor es como un cuervo
con el ala rota en mi ventana.


Como un canto rodante

Había una vez en que te vestías muy bien,
les dabas limosna a los mendigos
en la flor de tu vida, ¿no es cierto?
La gente te decía:
“Muñeca, tené cuidado, te vas a caer”. 
Pensabas que te estaban vacilando.
Solías reírte
de aquellos a los que les iba mal,
pero ahora ya no hablás tan fuerte
y no te ves tan orgullosa
al tener que chulearte a alguien
para poder comer.

Ok, fuiste a las mejores escuelas,
Señorita Soledad,
pero sabés que solo te aprovechaste
y nunca nadie te enseñó cómo vivir en la calle.
Entonces te das cuenta
de que tendrás que acostumbrarte.
Dijiste que nunca te enredarías
con el vagabundo misterioso,
pero ahora descubrís
que él no te está vendiendo ninguna coartada,
mientras mirás fijamente en el vacío de sus ojos
y le preguntás: “¿Querés hacer un trato?”.

Nunca te dignaste a mirar
las muecas de los malabaristas y de los payasos
cuando hacían trucos para vos.
Nunca entendiste que no era bueno.
No debiste permitir que otra gente
recibiera los golpes en tu lugar.
Solías cabalgar en un caballo cromado
con un diplomático
que cargaba un gato simaés en su hombro.
¿Fue muy duro cuando te diste cuenta
de que realmente había desaparecido
después de quitarte todo lo que pudo robar?

La princesa está en el campanario
mientras toda la gente linda
toma, creyendo que ha triunfado,
intercambiando todo tipo de cosas y de regalos preciosos.
Pero será mejor que te quités tu anillo
de diamantes y lo empeñés.
Solías divertirte tanto con Napoleón el Harapiento
y las palabras que usaba.
Andate con él ahora que te llama.
No tenés nada que perder.
Ahora sos invisible
y no tenés secretos que guardar

¿Cómo se siente?
Decime, ¿cómo se siente
valerte por vos misma,
sin la dirección de una casa,
como una completa desconocida,
como una canto rodante?


Dama de ojos tristes de las llanuras

Con tus labios de mercurio en tiempos de misioneros,
tus ojos ahumados, tus oraciones en verso,
tu cruz plateada y tu voz que repica,
¿quién de ellos piensa que podría enterrarte?

Con tus bolsillos por fin bien protegidos,
tus visiones de tranvía regadas en la hierba,
tu carne sedosa y tu cara de cristal,
¿quién de ellos podría cargarte?

Dama de ojos tristes de las llanuras,
ahí donde el profeta de ojos tristes
anuncia que nadie llega,
¿debería dejar en tu puerta
mis tambores árabes,
mis ojos que todo lo guardan,
o debería esperar,
dama de ojos tristes?

Con tus sábanas de metal y tu cinturón enlazado,
tu baraja de cartas sin la J y sin el As,
tus ropas de segunda y tu expresión hueca,
¿quién de ellos piensa que podría vencerte?
Con tu silueta a la luz del sol que se desvanece
en tus ojos donde nada la luna
y tus canciones de fósforos e himnos gitanos,
¿quién de ellos intentaría impresionarte?

Los reyes de Tiro con sus listas de prisioneros
aguardan en fila sus besos de geranio
y vos no sabías que podría ocurrirte algo así.
¿Quién de ellos pensás que realmente quiera besarte?

Con tus amores de infancia en tu alfombra de medianoche,
tus ademanes hispanos, las medicinas de tu madre
y tu boca vaquera y tus balas de salva,
¿quién de ellos podría resistirte?

Los granjeros y los hombres de negocios decidieron
mostrarte los ángeles muertos que solían esconder,
pero ¿por qué te escogieron como aliada en su causa?,
¿cómo pudieron equivocarse tanto con vos?

Querían que te responsabilizaras de la granja,
pero con el mar a tus pies, la ridícula falsa alarma
y el niño de un matón arropado en tus brazos,
¿cómo podrían ellos haberte convencido?

Con tus recuerdos de láminas de metal de Cannery Row,
tu marido de revista que un día tuvo que irse
y esa gentileza que ahora no tenés más remedio que mostrar,
¿quién de ellos pensás que te daría trabajo?

Ahora estás con tu ladrón y compartís su libertad condicional,
con tu sacro medallón doblado por tus dedos
y tu cara de santa y tu alma de fantasma,
 ¿quién de ellos pensás que podría destruirte?

Dama de ojos tristes de las llanuras,
ahí donde el profeta de ojos tristes
anuncia que nadie llega,
¿debería dejar en tu puerta
mis tambores árabes,
mis ojos que todo lo guardan,
o debería esperar,
dama de ojos tristes?


Todavía no está oscuro

Aparecen las sombras
y he estado aquí el día entero.
Hace mucho calor para dormir
y el tiempo se está agotando.

Siento como si mi alma
se hubiese vuelto de acero.
Aún tengo las heridas
que el sol no pudo curar.

Ni siquiera hay espacio
suficiente en ningún parte.
Todavía no está oscuro,
pero pronto lo estará.

Mi sentido de humanidad
se ha ido por el escusado.
Detrás de todo objeto hermoso
yace algún tipo de dolor.

Ella me escribió una carta
y lo hizo delicadamente.
Puso por escrito
lo que estaba pensando.

Ni siquiera veo por qué razón
debería importarme.
Todavía no está oscuro,
pero pronto lo estará.

He estado en Londres
y en la alegre París.
Seguí un río
y llegué hasta el mar.

Estuve en el fondo
de un mundo repleto de mentiras.
No estoy buscando nada
en los ojos de nadie.

A veces mi carga parece pesar más
de lo que puedo soportar.
Todavía no está oscuro,
pero pronto lo estará.


Aquí nací y aquí moriré,
contra mi voluntad.
Pareciera que me muevo,
pero estoy quieto.

Cada nervio de mi cuerpo
está sin uso y entumecido.
Ni siquiera recuerdo
de qué huía cuando llegué.

Apenas si escucho
el murmullo de una plegaria.
Todavía no está oscuro,
pero pronto lo estará.


Referencias

“Muy fuerte va a llover”. “A Hard Rain´s A-Gonna Fall”, del álbum The Freewheelin' Bob Dylan (1963).
“Botas de cuero español”. “Boots of Spanish Lather”, del álbum The Times They Are-A Changin´ (1964).
“Amor bajo cero / Sin barreras. “Love Minus Zero / No Limits”, del álbum Bringing It All Back Home (1965).
“Como un canto rodante”. “Like a Rolling Stone”, del álbum Highway 61 Revisited (1965).
“Dama de ojos tristes de las llanuras”. “Sad Eyed Lady of the Lowlands”, del álbum Blonde on Blonde (1966).

“Todavía no está oscuro”. “Not Dark Yet”, del álbum Time Out of Mind (1997).


Consejos a un joven poeta – La Prensa

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Querido poeta, (lo digo en sentido amplio, no importa si eres narrador, dramaturgo, poeta o ensayista) dedico a vos estos consejos para que no te pase lo que a un amigo, que no vale la pena mentar aquí, tal vez algo de provecho encuentres en ellos.

Esta vez quiero hablar de la prensa, de los medios de comunicación. ¿Por qué les iba a interesar tu obra? Espero que estés de acuerdo conmigo en que salvo tu círculo íntimo de amigos y familiares y tal vez algún estudiante de filología buscando tema para su trabajo de graduación, a nadie le interesa . Entonces, ¿por qué de repente, un día te contacta un periodista de un medio  de comunicación que nunca ha tenido el menor interés por la cultura literaria, por qué querría entrevistarte?

Ha sucedido, recientemente, que medios de comunicación pura mierda como Repretel, Teletica o la Teja del Grupo Nación, se interesen por una obra literaria, pero ten en cuenta esto, no es por la calidad literaria, no es por la relevancia del texto, no es para reconocer el valor de tu trabajo, es porque seguramente hay en el texto algo que encaja bien como evento noticioso y como pequeño escandalillo, como efímera primera plana o titular para nutrir el morbo de una audiencia a la que tampoco le importa tu obra ni la literatura.

Me vienen a la memoria dos casos, el de “Bajo la lluvia Dios no existe “de Warren Ulloa-Argüello, y “El fuego cuando te quema” de Alí Viquez, obras tan disímiles en cuanto a calidad literaria y temática, pero con algo en común, ambas fueron premios nacionales de novela en su momento y que sacados de contexto algunos pasajes podrían despertar recelos, lastimar sensibilidades, u ofender. Lo triste, fue la manera en que fueron expuestos los autores, quienes, de buena fe, hablaron y se expresaron sobre su trabajo ante los medios; luego, hábilmente editadas sus intervenciones, y recurriendo a supuestas autoridades morales del clero que nada saben de literatura, se cuestionó la moralidad y la corrección de dichas obras. Pero eso sí, de su valor literario, absolutamente nada. Sencillamente oportunidades para rellenar de morbosidad los 45 minutos de noticiero o las columnas de un matutino que solo sirve para cambiar la jaula al perico.

Hubo dos resultados evidentes, primero: la publicidad gratis, sus obras, por fin visibles, se han vendido bastante bien, pero creo que no por las razones que originalmente esperaron sus autores. El otro resultado, fue satisfacer la malsana morbosidad de un público que ni siquiera lee ni aprecia la literatura.

Para que no te pase eso, cúrate en salud, si publicaste un libro y sin razón aparente te llama un periodista que quiere entrevistarte por tu libro, y extrae de él algo que fuera de su contexto puede interpretarse como herético, pornográfico, tabú, como sea, sigue los siguientes pasos:

1. Se amable, “con mucho gusto señor/señorita” y luego: “cobro cinco mil dólares por entrevista”. Seguramente te cuelga y ya no te molestará más y te habrás librado de ser su mequetrefe. Jamás des una entrevista gratis si no estás perfectamente claro de la buena fe, y de la calidad del medio que quiere entrevistarte. Nunca te dejes usar como relleno. Pero si a pesar de tu evasiva el periodista insiste, porque el medio de comunicación está dispuesto a pagarte lo que vales (algo que no ocurrirá jamás) Entonces:

2. “Con mucho gusto señor/señorita, envíeme sus preguntas por escrito, y le responderé, y solo autorizaré la divulgación de mis comentarios hasta que vea el reportaje editado antes de su publicación o emición, si estoy conforme lo avalaré, de lo contrario no, y mi número de cuenta para que depositen mis honorarios son estos…" Sin duda te colgará y te habrás librado de ese charlatán (de verdad parece mentira que sean egresados de una casa de estudios superiores).

3. Nunca te prestes a quien nada le importa tu trabajo literario, date a valer, (no es que en los casos que expuse no se hayan dado a valer los autores, sencillamente fueron embaucados por ser gente decente).

4. Pero si de todas maneras sabes de qué va la entrevista, y que es una oportunidad de publicidad gratis, y que tu obra se venderá como se venden botellas de cristalina e insípida agua, y no te importa, pues adelante.

Te daré más concejos en una próxima vez.


Germán Hernández.


Consejos a un joven poeta - ¿Qué escribir?

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Querido poeta, (lo digo en sentido amplio, no importa si eres narrador, dramaturgo, poeta o ensayista) dedico a vos estos consejos para que no te pase lo que a un amigo, que no vale la pena mentar aquí, tal vez algo de provecho encuentres en ellos.

¿Te has preguntado por qué escribes? Yo mismo no sé responder a esa pregunta, te puedo decir que en mi caso es algo vital, que sale de mis entrañas, que no puedo imaginar mi vida sin literatura, sin leer, sin escribir componiendo y retocando viejos y nuevos proyectos literarios. Solo eso. Tal vez, debo reconocer en el fondo (algo oculto) que es una vocación sin propósito. Yo no creo que la literatura me haga mejor persona, no le encuentro la menor utilidad práctica fuera del infinito gozo que me genera, que paradójicamente va desde de la más refrescante dicha hasta la más desgarradora angustia.

¿Y de qué escribimos? De las cosas que nos importan, que nos conmueven, que nos preocupan y nos ocupan, de aquello que creemos relevante y quizás a otro u otra le importen. Al final, todo lo que escribimos es como el mensaje de un náufrago en una botella, el viaje que habrá de transcurrir será errático en el tiempo y el espacio hasta llegar a alguien que se sienta remitente de ese mensaje, o ni eso, y esa botella mal sellada se llenará de agua, y se hundirá hasta el fondo de un océano de indiferencia. Que es lo más probable y no importa.

Pero no pienses que no he tenido mis delirios y ensoñaciones, que ese mensaje en la botella encuentra su playa, no desierta, sino populosa y llena de náufragos que sienten que ese mensaje era para ellos, pero eso ya no depende de mí, sino de mareas y corrientes que no controlo. Tampoco importa.

Alguna vez pensé, cuando empezaba a escribir, que lo que estaba haciendo renovaría las letras y la lengua entera, que los académicos y estudiosos escrutarían mi obra y escribirán grandes tratados sobre ella. Pensé que se traduciría en innumerables lenguas, que llegaría a todas las generaciones posteriores, incluso creí que serviría para mucho más y que cambiaría vidas… Pero hoy sé que nada de eso ocurrirá, y tampoco me importa. La literatura me ha hecho dichoso, y soy yo quien le debe a ella.

Entonces, ¿de qué escribir? De lo que te plazca, pero olvídate de lo accesorio, a nadie le importa que te dejó tu novia, a nadie le importa que sufres, a nadie le importa quienes son tus cantantes, poetas y películas favoritas, por favor, deja de ser el gran protagonista de tu obra si realmente quieres que alguien se apropie de ella.

¿Quieres salvar al mundo? Entonces trabaja en alguna Ong, pero a la literatura trátala con respeto y ámala y gózala por lo que es: arte. No pretendas que sea un instrumento para hacer proselitismo, no la emputezcas.

Pero sobre todas las cosas, date cuenta que no tienes nada que decir, no existe nada de especial ni original en lo que escribes, todo lo que se te ocurre ya lo dijo o lo escribió alguien (y de mejor manera); el patético soliloquio cartesiano de que eres tú y tu circunstancia hoy suena como sacado de un libro de autoayuda, y hoy existen mil maneras más prácticas y eficaces de decir y comunicar las cosas que un poema, un cuento o una novela.  

Teniendo todo esto claro, escribe, con absoluta devoción y compromiso, sin importar a quién, a dónde o cuándo llegue.


Germán Hernández


Ocho canciones de Leonard Cohen - Traducidas por Gustavo Solórzano-Alfaro (2008-2016)

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Ocho canciones que son poemas, una pérdida que no es pérdida, una derrota que no es derrota. Una vez más Gustavo Solórzano-Alfaro colabora con el Signo roto y nos comparte sus notables traducciones, esta vez de Leonard Cohen, que recién se fue, pero se quedó entrañable en todos y todas.

Suzanne

Suzanne te lleva a su casa, cerca del río.
Podés escuchar los botes
y pasar la noche a su lado.
Vos sabés que está medio loca
pero por eso mismo querés quedarte.
Te alimenta con té y naranjas
que vienen desde China,
y justo cuando pretendés decirle
que no tenés amor para ofrecerle
te atrapa con sus ideas
y deja que el río responda
que siempre has sido su amante.

Y vos querés viajar con ella,
viajar a ciegas,
y sabés que confiará en vos
porque has tocado su verdadero cuerpo con tu mente.

Jesús fue un marinero
cuando caminó sobre las aguas.
Pasó mucho tiempo vigilando
desde su solitaria torre de madera,
y cuando estuvo seguro
de que solo los ahogados podían verlo
les dijo: “Todos los hombres serán marineros
hasta que el mar los libere”.
Pero él mismo estaba desecho,
mucho antes de que el cielo se abriera.
Olvidado, casi humano,
se hundió en tu sabiduría como una piedra.

Y vos querés viajar con Él,
viajar a ciegas,
y creés que a lo mejor confiarás en Él
porque ha tocado tu verdadero cuerpo con su mente.

Ahora Suzanne toma tu mano
y te lleva hacia el río.
Viste plumas y harapos
de los mostradores del Ejército de Salvación.
El sol se derrama como miel
sobre nuestra señora del puerto
y ella te enseña dónde mirar
entre la basura y las flores.
Hay héroes en las algas
y niños en la mañana
que buscan el amor
mientras Suzanne sostiene un espejo.

Y vos querés viajar con ella,
viajar a ciegas,
y sabés que confiará en vos
porque ha tocado tu verdadero cuerpo con su mente.


Famoso impermeable azul

Son las cuatro de la mañana,
a finales de diciembre.
Te estoy escribiendo ahora
solamente para saber si estás mejor.

Nueva York es frío,
pero me gusta donde vivo.
Hay música en la calle Clinton
durante todo el atardecer.

Escuché que estás construyendo una casita
en lo profundo del desierto
y que ahora no tenés mucho por qué vivir.
Espero que guardés al menos un recuerdo.

Sí, Jane vino con un mechón de tu cabello.
Dijo que vos se lo entregaste
la noche en que planeabas quitarte de en medio.
¿Alguna vez lo hiciste?

La última ocasión en que te vimos
lucías mucho más viejo.
Tu famoso impermeable azul
tenía una hombrera rasgada.

Fuiste a la estación
para esperar todos los trenes,
pero viniste a casa
sin Lili Marlene.

Y trataste a mi mujer
como si fuese apenas un trozo de tu vida,
aunque cuando ella regresó
ya no fuera la esposa de nadie.

Te veo ahí con una rosa en tus dientes,
como cualquier otro gitano delgado y ladrón.
Veo que Jane se despierta.
Te envía saludos.

Y qué te puedo decir,
mi hermano, mi asesino,
qué posibilidades tengo
siquiera de decir algo.

Supongo que te extraño,
supongo que te perdono.
Estoy contento
de que te atravesaras en mi camino.

Si alguna vez venís,
sea por Jean o por mí,
pues bien, tu enemigo está durmiendo
y su mujer es libre.

Sí, y gracias por la angustia
que borraste de sus ojos.
Pensé que estaba ahí para bien
así que nunca intenté arreglarla.

Y Jane vino con un mechón de tu cabello.
Dijo que vos se lo entregaste
la noche en que planeabas quitarte de en medio.

Con toda sinceridad,

L. Cohen


Hotel Chelsea #2

Te recuerdo claramente en el Hotel Chelsea.
Hablabas tan segura y tan dulce, 
pegándome una mamada en la cama desecha,
mientras las limusinas esperaban afuera.

Esas fueron las razones y esa fue New York,
corríamos por el dinero y por la carne.
Para los músicos eso era el amor,
y puede que aún lo sea para los que quedan.

Pero vos te escapaste, ¿no es cierto?
Le diste la espalda a la multitud.
Te escapaste y nunca te escuché decir:
“Te necesito, no te necesito,
te  necesito, no te necesito”
y todas esas necedades.

Te recuerdo muy bien en el Hotel Chelsea.
Vos ya eras famosa, tu corazón, una leyenda.
Me dijiste de nuevo que preferías hombres apuestos
pero que harías una excepción conmigo.

Apretaste el puño por aquellos como nosotros,
oprimidos por los cánones de la belleza.
Te arreglaste y dijiste: “Bueno, no importa,
seremos feos pero tenemos la música”.

Y no pretendo sugerir que fui quien más te amó.
No llevo la cuenta de todos mis amoríos.
Te recuerdo claramente en el Hotel Chelsea.
Eso es todo. Ni siquiera pienso en vos muy a menudo.


Aleluya

He escuchado que existía un acorde secreto
que David tocaba y que complacía al Señor,
pero a vos no te interesa mucho la música, ¿verdad?
Va así: la cuarta, la quinta,
la menor disminuida, la mayor aumentada
y el rey, confundido, compone su aleluya.

Tu fe era fuerte pero necesitabas una prueba.
La viste bañándose en el techo.
Su belleza y la luz de la luna te derrotaron.
Ella te ató a una silla de la cocina,
rompió tu trono, te cortó el cabello
y de tus labios extrajo el aleluya.

He estado aquí, conozco este cuarto,
he caminado por este piso,
solía vivir solo antes de conocerte.
He visto tu bandera en el arco de mármol.
El amor no es una marcha victoriosa
sino un aleluya roto y frío.
  
Hubo un tiempo en que me dejabas saber
realmente qué estaba sucediendo,
pero ahora no lo hacés más, ¿cierto?
Recordá que cuando me mudé con vos
el Espíritu Santo también lo hizo
y cada suspiro que dábamos era un aleluya

Tal vez haya un Dios en lo alto,
pero todo lo que he aprendido sobre el amor
ha sido como dispararle a alguien que te supera.
Esto no es un llanto que podás oír en la noche,
no es alguien que haya visto la luz,
es tan solo un aleluya roto y frío.

Decís que tomé el nombre de Dios en vano,
pero ni siquiera conozco ese nombre,
y aunque así fuese, de verdad, ¿qué tiene que ver con vos?
Hay un destello de gloria en cada palabra,
no importa lo que hayás escuchado,
si un aleluya roto o uno sagrado.

Hice lo mejor que pude, aunque no fuese mucho.
No podía sentir así que intenté acariciar.
He dicho la verdad, no he venido a engañarte.
Y aunque todo saliera mal,
me pararé frente al Señor de la Canción
y en mi lengua no habrá nada más que un aleluya.


El futuro

Devolveme mi noche rota,
mi cuarto de espejos, mi vida secreta,
aquí está muy solo,
no queda nadie para torturar.
Dame control absoluto
sobre cada ser vivo,
y acostate a mi lado, mujer,
¡es una orden!

Dame crack y sexo anal,
cortá el último árbol que queda
y metéselo en el culo
a tu cultura.
Devolveme el muro de Berlín,
a Stalin y a san Pablo.
Hermano, he visto el futuro:
es un asesinato

No sabés nada de mí,
nunca lo harás, nunca lo has hecho,
soy el pequeño judío
que escribió la Biblia.
He visto a las naciones levantarse y caer,
he oído sus historias,
las he escuchado todas,
pero el amor es el único motor para sobrevivir.

A tu siervo se le ha dicho
que lo diga fría y claramente:
“Esto se acabó, no va más”.
Y ahora que las ruedas
del cielo se detienen
sentís el látigo del diablo.
Preparate para el futuro:
es un asesinato.

El antiguo código occidental saltará en pedazos.
Tu vida privada explotará de pronto.
Habrá fantasmas,
hogueras en el camino,
y el hombre blanco estará bailando.
Verás a tu mujer colgando boca abajo,
con la cara cubierta por su vestido.
Todos los miserables poetuchos se acercarán
e intentarán sonar como Charlie Manson.
Y el hombre blanco estará bailando.

Devolveme el muro de Berlín,
a Stalin y a san Pablo.
Dame a Cristo
o repetí lo de Hiroshima.
Destruí otro feto,
de todas formas no nos gustan los niños.
He visto el futuro:
es un asesinato .

Las cosas se dispararán,
se dispararán en todas direcciones.
No habrá nada,
nada que podás volver a medir.
La ventisca,
la ventisca del mundo
ha cruzado el umbral
y ha invertido el mandato del alma.

Cuando ellos decían: “Arrepentite”,
me pregunto a qué se referían.


Esperando por el milagro

He estado esperando,
todo el día y toda la noche.
Se me pasó el tiempo
y desperdicié la mitad de mi vida.
Hubo muchas invitaciones
y sé que vos me enviaste algunas,
pero yo, yo estaba esperando,
esperando el milagro.

Sé que vos me amabas de verdad,
pero mirá, estaba atado de manos.
Sé que esto debió herirte,
sé que debió herir tu orgullo
pararte en mi ventana
con tu trompeta y tu tambor
y que yo estuviera ahí, nada más esperando,
esperando el milagro.

No creo que te guste,
no te gustaría este lugar.
No hay nada para entretenerse
y las sentencias son muy duras.
El director de orquesta dice que es Mozart
pero a mí me suena a musiquita cursi,
porque estoy esperando,
esperando el milagro.

Esperando el milagro
no queda nada más que hacer.
No he sido tan feliz desde que terminó
la segunda guerra mundial.

No queda nada más que hacer
cuando has sido engañado.
No queda nada más que hacer
cuando estás rogando por migajas.
No queda nada más que hacer
cuando tenés que seguir esperando,
esperando el milagro.

La otra noche
soñé con vos.
La mayor parte de tu cuerpo estaba desnudo
pero había una parte iluminada.
Las arenas del tiempo caían
de tus dedos y tus manos,
y vos, vos estabas esperando,
esperando el milagro.

Cariño, casémonos,
hemos estado solos muchos años.
Estemos solos juntos,
veamos si somos así de fuertes.
Sí, hagamos algo loco,
algo completamente equivocado
mientras estamos esperando,
esperando el milagro.

Cuando has caído en la carretera
y estás tirado en la lluvia
y te preguntan que cómo te está yendo,
por supuesto que dirás que no podés quejarte.
Y si te presionan por información,
ahí es cuando tenés que hacerte el tonto.
Solamente deciles que estás esperando
el milagro por venir.


Ligera como la brisa

Ella se posa desnuda frente a vos,
podés verla, probarla,
y se te entrega ligera como la brisa.
Podés bebértela o amamantarla,
no importa de qué forma la adorés
siempre y cuando sea de rodillas.

Así que me arrodillé en el delta,
en el alfa y en el omega,
en la cuna del río y de los mares.
Y como una bendición del cielo,
como por un segundo fui curado
y mi corazón estuvo en paz.

Cariño, he esperado
mucho por tus besos,
por que algo suceda,
algo como esto.

Sos débil y e inofensivo,
y dormís  sobre tu apero
y el viento sopla fuerte entre los árboles.
Y esto no es exactamente una prisión,
pero nunca serás perdonado por lo que sea
que hayás hecho con las llaves.

Está oscuro y nieva.
Amor mío, debo marcharme.
El río ha empezado a congelarse
y estoy harto de fingir.
Estoy desecho de tanto inclinarme,
de haber vivido tanto tiempo arrodillado.
Pero entonces ella baila con toda su gracia,
y tu corazón endurecido está lleno de odio,
y ella se desnuda pero solo para provocarte.
Vos te das la vuelta, asqueado,
por tu odio y por tu amor,
y ella se te acerca ligera como la brisa.

Hay sangre en todos los brazaletes,
podés verla, probarla.
Y vos le decís: “Por favor, cariño, por favor”.
Y ella te responde:
“Bebé con ganas, peregrino,
pero no te olvidés de que debajo
de esta resplandeciente camisa
todavía hay una mujer”.

Así que me arrodillé en el delta,
en el alfa y en el omega,
me arrodillé como un creyente.
Y como una bendición del cielo,
como por un segundo fui curado
y mi corazón estuvo en paz.


Debido a…

Debido a unas cuantas canciones
en las cuales hablé de su misterio,
las mujeres han sido
excepcionalmente amables
con mi vejez.
Ellas guardan un lugar secreto
en sus ocupadas vidas
y me llevan a él.
Luego se desnudan,
cada una a su manera,
y me dicen:
“Leonard, mirame,
mirame por última vez.”
Entonces se inclinan sobre la cama
y me cobijan
como a un bebé que tirita de frío.


Referencias

“Suzanne”. “Suzanne”, Songs of Leonard Cohen, 1967.
“Famoso impermeable azul”. “Famous Blue Raincoat”, Songs of Love and Hate, 1971.
“Hotel Chelsea # 2”. “Chelsea Hotel # 2”, New Skin for the Old Ceremony, 1974.
“Aleluya”. “Hallelujah”, Various Positions, 1984.
“El futuro”. “The Future”, The Future, 1992.
“Esperando el milagro”. “Waiting for the Miracle”, The Future, 1992.
“Ligera como la brisa”. “Light as the Breeze”, The Future, 1992.
“Because of”. “Debido a…”, Dear Heather, 2004.



Al lector - Alfredo Cardona Peña

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Un poema, "al lector" o ¿habrán poemas que no lo son? No importa, pues él mismo da la respuesta. Este poema cierra el poemario "Anillos en el tiempo" del maestro Alfredo Cardona Peña. Una oportunidad de refrescarnos con su poesía, Un vistazo a su torrencial obra.

AHORA que terminas de leer este libro él comienza a existir.
Más aún: desde el momento en que, curioso,
lo tomaste para hojearlo,
él comenzó a palpitar.
Algo sucedió en tu ánimo,
pues de lo contrario lo hubieras ignorado.
Te haré una confesión:
sucede que te lo fui dictando
para que lo escuches, lo apruebes
o lo abandones.
Porque tú no eres solamente mi amigo
sino mi noble oponente,
aquél para quien fueron reunidas
estas errabundas guirnaldas.
Si acaso te produjeron disentimiento,
marchítalas.
Pero si dentro de eso tan frágil y tan discutible
que es el sentido de la línea de un verso encontraste algo que verdaderamente impresionó tu espíritu, te ruego lo deposites un momento en la memoria
(pues al olvidarlo ella lo recordará
cuando menos lo pienses)
como quien corta una hierba aceptable
en un prado con muchas hojas.
Ese verso será tuyo.
"Ya no me pertenece", te diré al oído.
Mi esperanza consiste en imaginar
que nacerá en tu alma.

San José, Costa Rica. Enero de 1979


Camilo Retana - Challenger

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Camilo Retana, comparte una breve selección de su poemario Challenger, para aquellos cosmonautas que lo quieran arriesgar todo después de esta probadita.




El viento que golpea tu cara

El viento que golpea tu cara       
no es un signo
de lo bien
que has hecho las cosas,             
tampoco
una premonición apocalíptica.  
Es solo el viento
que te golpea la cara.    

Pensás en eso
como quien arranca de sí
algún órgano
poco necesario.

Alguna vez
viste un pájaro morir.   
También has visto nieve.

Entre su boca y vos
estaba todo
lo que quisiste ser.



El sabor amargo de los días

El sabor amargo de los días,
la derrota que te lastima
como un beso en la boca.

Tenés algunos años más
que hace unos años.

Allá abajo,
unas calles después de la 45,
el paisaje del otoño
te recuerda
que no naciste aquí.

Desde arriba,
tu cuerpo mojado por las hojas
parece un nacimiento.



Las partículas subatómicas de la antimateria

Te declaré mi amor a oscuras
y en silencio.
Pero luego te besé desesperadamente.

Vos abriste la boca
como un niño pequeño
y pensé que esas fauces
serían capaces de engullirme.

Todo fue sucio,
veloz.

Te succioné un pecho de forma más bien triste.
De seguro nos veíamos tan precarios.

Y vos,
que eras la reina en muchas millas a la redonda,
parecías un cúmulo de antimateria
desorbitado,
confundido.

En vos busco a todas las mujeres
que alguna vez quise.



Z

Tuve que detenerme
y pensar:
Dios,
desde los cielos,
¿veía en la cruz
un punto iluminado?
¿veía dentro
de la cabeza sangrante
de su hijo?
¿veía acaso
la corona de espinas?

Tuve que detenerme
y preguntar:
¿alcanzaba Dios a ver
la inscripción
sobre el cuerpo mancillado
de su hijo?

Entonces fui Jesús crucificado
y encontré la nada.



El cosmonauta conocido

Todo hombre es sus pies,
el cansancio de sus pies.

Camino al Monte de los Olivos
como cualquier condenado.

Pregunto por qué me han abandonado
y no recibo respuesta.

Una mujer unta mis pies
con algo parecido
al nardo puro.
Enjuaga mis heridas
con su pelo.

Una mujer
limpia mis pecados.


En su llanto resucito.

Camilo Retana
Camilo Retana (1983). Es profesor e investigador en temas de filosofía, sexualidad, corporalidad y cultura en la Universidad de Costa Rica. En poesía ha publicado los libros Mala estirpe (Perro Azul, 2007) y Challenger (Editorial de la Universidad Estatal a Distancia, 2016). En ensayo publicó los libros Pornografía: la tiranía de la mirada (Arlekín, 2008) y Las artimañas de la moda (Arlekín, 2015) y compiló Otros que levantan la mano (Arlekín, 2011). En coautoría con Helio Gallardo escribió asimismo dos pequeños volúmenes de intervención/discusión: La producción social del espacio: el acoso contra las mujeres (Antanaclasis Editores, 2016) y Sexualidades humanas: el abrazo diverso (Arlekín, 2016). Textos de su autoría, tanto en ensayo como en poesía, han sido compilados en diferentes antologías y compilaciones dentro y fuera de su país.



A través del ruido – Mauricio Ventanas

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"Gran tango" de Carlos Alonso


“A través del ruido” fue el cuento ganador del segundo lugar en el II Concurso Literario del Tango (Argentina) en el año 2000. Mauricio Ventanas, su autor, lo comparte ahora en el Signo roto para demostrarnos que en Costa Rica cuando se quiere se puede hacer mucho más que “chiqui-chiqui”. Queda aquí el texto como comprobación.



A través del Ruido


Es el año 14.210 de la cuenta que llevamos.  Hoy se cumplen tal vez unos doce mil años desde la desaparición de Carlos Gardel, el inolvidable escritor y cantante de tangos.  Yo soy su último admirador, ya nadie más le escucha… y Elisa está harta de oírme hablar de aquel hombre casi prehistórico, de sonrisa fina y misteriosa, de un tiempo en que la gente andaba con sombrillas por las calles bajo la lluvia de agua.

Qué no diera yo por bailar un tango con Elisa, sé que así la conquistaría mi vago amor por aquellos tiempos lejanísimos, de máquinas estrepitosas y de bailes entre el ruido.  Pero no tengo la más remota idea de cómo se baila el tango.  Tendría que inventar el baile otra vez, y seguramente ya no sería lo mismo.

O tal vez debería matizar las canciones muy bajito a todas horas en la casa para que ella se fuera enamorando sin querer.  Pero no hay manera:  las versiones que tengo han acumulado un nivel de ruido tan alto, que tratar de escuchar el tango a través de él es poco menos que un penoso fastidio.  Se podría pasar por un filtro analizador que eliminara el ruido… si tan sólo supiera qué es ruido y qué es tango de todo aquello ¿Cómo saber?  Y qué parte del ruido ha sido mera culpa del tiempo, del murmullo estelar, o verdadero ruido de fondo de la época.

Lo que queda de los tangos de Gardel son copias de copias, sobre copias de copias que se han venido apilando a través de unos noventa y ocho cambios radicales en la tecnología de grabación.  Curiosamente las primeras grabaciones eran analógicas, en unos discos gigantescos llamados acetatos, lo cual quizás no estaba tan mal.  Pero por alguna razón inexplicable, a fines del segundo milenio hubo un retroceso terrible y todo se redujo a información digital.  Pasaron quizás unos mil años, con un holocausto de por medio, hasta que se volvieran a utilizar sistemas analógicos espectrales.  Luego vinieron, en diversos formatos, la información real, la compleja y últimamente la polidimensional, pero ya para cuando eso no quedaba de la colección más que atropellados torrentes de unos y ceros.

Sin embargo, de los acetatos conservo escondido el encuentro más sublime y estremecedor que todo hombre puede tener con su pasado (o más bien antepasado).  Una vez, cuando era joven y me gustaba aventurarme en los mercados negros, me vine a tropezar en Zimbabwe con un antiquísimo preservador criogénico que contenía dos fragmentos de los materiales más preciados de antes del año 3000: un pedazo de papel y un trozo de acetato con música.  Ambos eran supuestamente provenientes del mismo objeto.  En el tiempo de su aparente origen, la gente mataba los árboles por cualquier cosa, y vivos todavía los molían a golpes hasta reducirlos a una masa fibrosa, o “pulpa”, con la que fabricaban láminas de papel.  El papel se usaba para etiquetas que se pegaban a los artefactos.  O sea que si el pedazo de papel verde con letras negras estaba en lo correcto, aquel pequeño trozo de acetato contenía la voz de Carlos Gardel a dúo con un tal Odeón, no sé si este segundo era nombre o apellido y el resto ya no se alcanzaba a leer.

En un principio compré el preservador más como curiosidad histórico-científica que por interés en la música, aparte del valor de coleccionista del papel.  Pero pronto no pude soportar la tentación de abrirlo y experimentar con el contenido, aunque yo sé que me puedo meter en un lío grave con la ley de preservaciones.  Por no poder consultar con nadie, pasé casi un año imaginando cómo podría haber música en un pedazo de plástico, hasta que puse atención a la irregularidad de los surcos.  Luego tuve que invertir enormidades construyendo un lector físico de surcos que pudiera extraer los fragmentos de música que guardaba el trozo de acetato.  Pero al fin lo logré y a cada pasada… que costaba un mundo calibrar, porque todos los surcos eran curvos y estaban hechos para leerse a velocidades diferentes ¡sabe Dios por qué! …a cada pasada pude escuchar por primera vez en mi vida, aunque fuera en solitarios fragmentos, la voz de Carlos Gardel:

…ver, con la frente marchita…
…que es un soplo la vida…
…vivir con el alma…
…tengo miedo…

Y al punto caí preso de una melancolía insondable.  Faltó que interviniera Odeón, pero con Carlos fue más que suficiente.  Yo no sabía que se trataba de tango, ni menos qué era el tango, pero al poco tiempo lo confirmé revisando bases de datos de la antigüedad, donde conseguí varias imágenes bidimensionales pasivas en un borroso blanco y negro, así como las versiones ruidosas de sus canciones, que comentaba al principio.  Será cuestión de gustos, o alguna misteriosa afiliación transancestral, pero nunca he podido contener ni explicar mi arrobamiento ante aquellos candorosos y rudimentarios impulsos musicales.  Se me salen las lágrimas, me dan ganas de cantar y canto con la ayuda del autosintetizador, pero sueno patético, sin vida.  Yo nunca podré cantar así.  Ya nunca nadie podrá cantar como Carlos Gardel.  Por eso soy su admirador, en medio de la ignorancia y la indiferencia de toda la humanidad.

Para ver qué tal habría sido conocerlo, fabriqué un holograma interactivo a partir de sus imágenes, pero es demasiado vago.  Todo lo que faltaba de él quedó lleno de arquetipos del tercer quinquenio, que se notan tanto… No tiene ninguna gracia así de reconstruido, como un vil títere electromagnético de dudosos colores sacados de la manga aleatoria de algún programador… y eso tan sólo consigue ponerme todavía más triste.

Así que después de haber agotado cuanto había por investigar he decidido escribir, así al estilo más retrógrado, todo lo que sé de él:  una pequeña biografía, para resucitarlo hasta donde pueda a través del ruido del tiempo.  Quizás sólo de esta manera, alguien algún día podrá volver a sentir por él y por su obra lo mismo que yo.

Carlos Gardel nació en la superficie terrestre, en Toulouse, Francia, para ser precisos, a finales del segundo milenio, de una mujer femenina fecundada por un hombre masculino, como era la usanza, al menos en cuanto a asuntos de procreación.  Pero no vivió casi nada:  infiero por los enredos de números que tengo a mano que no puede haber llegado ni a los doscientos años.  Falleció en una corta pero riesgosísima travesía a bordo de un teleportador de propulsión helicoidal y sustentación en medio gaseoso por diferencial de presión inducido cinéticamente, conocido como “avión”.  Era algo con alas, como inspirado en las aves, pero rígido y con hélices, una nave basada en modelos de movimiento totalmente Newtonianos, con un alcance ridículamente limitado y sujeta a todo tipo de aberraciones espaciales.  Aparte de que la nave entera se desplazaba con los objetos transportados, ni siquiera tenía autonomía de vuelo para salir de su sistema solar, por falta precisamente del medio gaseoso.

Escapa a mi entendimiento el por qué Gardel habría cometido la intrepidez de introducirse en un artefacto tan peligroso, si de por sí no pensaba ni podría abandonar el planeta (ni se conocían lugares adonde ir).  Lo cierto es que a poca distancia del despegue, la nave fue sacudida por turbulencias atmosféricas, perdió el control, fue dominada por el campo gravitatorio y sufrió un impacto de masas con otra nave, con la misma Tierra, con Gardel y sus amigos adentro y sin dispositivo de suspensión de eventos.  De haber sabido que todas esas cosas le podían pasar a esa nave, yo que él jamás habría puesto ni un dedo en ella.  Pero en fin:  así de aventurero era Carlos Gardel.

En aquel tiempo el español no era la lengua predominante en la galaxia, ni siquiera en el planeta Tierra.  Sin embargo Carlos Gardel fue tan visionario que desde muy joven decidió prácticamente abandonar su lengua natal y dejarle todo su trabajo a la posteridad de una vez y mayoritariamente en español.  Al menos eso creo, aunque mi base de datos registra entre sus obras el tango pesado “Beat me ‘til I’m conscious” (en un dialecto hipoverbial contraído, que se había difundido para efectos de negocios) y no me extrañaría que también haya cantado en francés, el idioma que se hablaba en Francia.

Le encantaban los nombres.  Su nombre original completo era Charles André Joseph Marie de Gaulle y como tal llegó a ser muy famoso por su heroísmo en las escaramuzas intertribales que se daban dentro del mismo planeta.  Aficionado desde siempre a la vida en el exilio, dedicó muchos de sus años a formas poco usuales de pelear fuera de su país, como las cruzadas, la legión extranjera y la resistencia clandestina.  Sin embargo, durante una de las treguas que ocurrían de vez en cuando, se dejó seducir por una romántica corriente migratoria de excombatientes y criminales de guerra hacia el cono suramericano.  Iban en busca de mujeres compasivas a quienes amar, ya que sus esposas los habían abandonado -y con buena razón- por ser tan violentos.  Así fue como de Gaulle se trasladó, no sé si al Uruguay, donde se hablaba el guaraní, o a la Argentina, donde se hablaba el italiano, y desde ahí se puso en contacto por fin con el idioma español y el tango, a través de una tribu festiva llamada “Los Pibes”.

Algunas de estas lenguas, especialmente el español, eran conocidas como lenguas “romances”, porque se usaban más que nada para enamorar a las personas y serían sin lugar a dudas las causantes de que todo quien las hablara con virtud se volviera tremendamente prolífero.  Mejor aún si las cantaba.  De ahí que las razas romances llegaran a establecer un patrón de crecimiento exponencial notablemente superior a las demás, y en cuestión de menos de dos mil años ya las iban a borrar del mapa.

Esto lo percibió al instante el recién llegado y poco tiempo después decidió adoptar el seudónimo de Carlos Gardel, junto con otros que siguió coleccionando a lo largo de su fugaz carrera artística, valga mencionar Morocho y Zorzal.  Inteligentemente dejó las armas, a falta de gran escuela con la guitarra[1] se alió con buenos guitarristas y empezó cantando en bares, boliches y cafés.  Registro nombres de lugares como Abasto, O'Rodemman, El Pelado y Armenorville.

Entre sus guitarristas aliados se citan muchos, pero sobre todo un tal Razzano, con el que se dedicó ya seriamente a enamorar mujeres famosas como Lola Membrives, Angelina Papano, Marylin Manson y Orfilia Rico.  Acostumbraban también grabar las canciones, o bien historias seductoras, llenas de besos y conquistas, con imágenes animadas y música para enviarlas a otras ciudades y enamorar a la distancia.  En vista de su gran éxito, pronto se les unieron otros músicos y congregaban filas enormes de mujeres, a veces hasta hombres e incluso llegaron a despertar tanto celo que en alguna ocasión alguien trató de matarlo con un lanzador de proyectiles de plomo.

Luego los conciertos fueron progresando, se presentaban en lugares cada vez más grandes, hasta que ya no cabían en el país y tuvieron que empezar a visitar otros escenarios.  Igualmente conoció a uno de sus grandes amores:  Isabel Del Valle.  Extrañamente no se reportan resultados de esta relación.  Puede haber sido por alguna regresión juvenil o edípica experimentada por Gardel, puesto que aparentemente durante ese tiempo vivía con su madre.  Pero yo sospecho que lo que pasaba era que de tanto cantar amorosamente se había enamorado demasiado de la música, o del amor, y eso intimidaba a las mujeres y a él mismo, y les producía un síndrome de candidez platónica.  Incluso en uno de sus grandes esfuerzos se fue de luna de miel a España nada menos que en compañía de Rivera de Rosas, que sería ya el non plus ultra de las mujeres románticas, pero nada.  Carlos Gardel seguía sin asentar el corazón.  Lo único bueno es que mientras tanto, él y sus aliados iban dejando dispersas por el planeta las canciones más apasionadas que escuchara la historia.

Descorazonado por el fracaso con Rivera, abandonó por un tiempo la música y se refugió en casa del Príncipe de Gales, junto con Eduardo de Windsor y otros viejos y solitarios amigos de los tiempos de la guerra.  Trabajó por varios años en el gobierno de Francia y se dedicó a escribir libros en francés, algunos decididamente melancólicos como “El Filo de la Espada” y “Memorias de Esperanza”, otros de ciencia ficción como “La Armada del Futuro”, pero ya no sabría decir si llegaron a calar muy hondo en los sentimientos de la humanidad o si le valieron algún romance.  La verdad es que estaba abatido.  Desde el fondo de su abandono, sin poder ya recordar en qué dirección quedaba el exilio después de tantas partidas, sabía que si algo suyo había en el mundo, eran las canciones, y se moría por regresar a alguna parte donde pudiera fajarse un buen tango.

Fue el mismo Razzano quien acudió en su rescate, con un puñado de tonadas nuevas que Gardel no pudo resistir.  Ahí mismo en el castillo de Caernarvon las cantaron hasta llorar y hacer llorar a todos, hasta al Príncipe, hasta que pareciera que podrían cantar juntos para siempre.  Y partieron de vuelta.  Además Razzano le prometió hacerse cargo de la administración de sus bienes y de su carrera artística, y le juró que no descansaría en ayudarle a encontrar el amor de su vida, con tal de que no dejara de cantar.

De nuevo se dedicaron a dar conciertos por todo el mundo, en los escenarios más famosos y escuchados, en las difusiones electromagnéticas de banda radial, en más grabaciones animadas y corrían frenéticos de continente en continente, a través del ruido de aplausos, de fábricas, de motores de combustión, de naves terrestres, marítimas y aéreas, de taconeos de baile y de todo aquello en que pudieran ahogar la pasión irremediable que bullía en la garganta de Gardel.  Aunque ya hoy en día no queda mucho qué escuchar, sí se deja entender por los registros que fueron infinidades de canciones las que cantaron y eventos en los que participaron juntos.  Entre los dos tienen que haber enamorado a miles de millones de mujeres. Yo no entiendo ni por lo bajo qué fue lo que salió mal.

Lo cierto es que la frustración de Gardel llegó a tal punto que se vino trayendo por tierra su amistad con Razzano.  Se acusaron soezmente y terminaron rompiendo todos sus contratos y sus promesas, excepto la de seguir cantando, que esa ya no tenía freno.  Pero eso no venía a resolver nada.  Tal vez entonces fue en busca de liberar sus ansiedades que Carlos se dedicó a buscar ocupaciones cada vez más riesgosas, como la gimnasia, los vuelos transatlánticos en naves inestables y quién sabe qué otras cosas peores.

Así fue como llegó a poner pie en la nave fatídica que les contaba al principio, que no pudo casi ni despegar.  Después del impacto, el avión alzó fuego, y se dedicó ardiente a cobrar vidas:  las de sus amigos, la de él…  Y se murió, se murió, se murió Carlos Andrés Zorzal Morocho José María, con todos los nombres que guardaba para sus hijos y con sus canciones, de las que ya sólo nos queda esta entrecortada plegaria a la nostalgia.  Oigan:

…ver, con la frente marchita…
…que es un soplo la vida…
…vivir con el alma…
…tengo miedo…

                Así se despidió.  En algún lugar en el corazón del mundo, donde era de noche ese mismo día, algún otro visionario, de piel muy oscura, que desde ya bailaba extasiado las danzas de la lluvia y el fuego, amansó de pronto su ritmo para bajar la cabeza y atragantarse el alma con la noticia:

—Ongong’ho kele Carlos Gardel… ongong’ho kele.

Y luego pidió un silencio así de grande.

Se nos fue Gardel… Se nos fue y nos dejó sin él una soledad cósmica que ha recorrido a velocidades estelares la historia, hasta volver a venir a darse de lágrimas y tangos perdidos con nosotros.  Escúchenme por favor, que Elisa no me entiende.  Se nos fue, y después de tantos siglos y tantas regeneraciones, esa soledad nos sigue llegando…  a través del ruido del tiempo.


Mauricio Ventanas
Mauricio Ventanas (Ciudad Quesada, 1967) ha publicado lo cuentarios Las muertes normales (1997) y Del delirio, las botellas y las flores(2000).  Varios de sus cuentos han sido traducidos al inglés, francés e italiano, y publicados en diversas antologías como Latido generacional 1990-2000(Círculo de Escritores Costarricenses), Zur Dos: Última poesía latinoamericana (Madrid, España), e Historias de nunca acabar: Antología del nuevo cuento costarricense(Editorial Costa Rica). Medios internacionales como el World Public Library Constortia, educActiva, El Café del Foro, Logos Library, Proyecto Sherezade y Letralia también han incluido textos suyos. En el 2000 obtuvo el segundo lugar en el II Concurso Literario del Tango (Argentina) con “A través del ruido”, así como el primer lugar en el concurso de cuentos de Navidad del Proyecto Sherezade con “Nochebuena Nochevieja”, posteriormente publicado en la revista Entorno universitario de la Universidad Autónoma de Nuevo León, México.  También obtuvo el primer premio del concurso Terra Ignota (México) con “Náufragos”.Su cuento “Las muertes normales” fue grabado para el proyecto leerescuchando.comy seleccionado por la Universidad de Rennes, en Francia, para la enseñanza del español.




[1]  La guitarra era un instrumento musical utilizado por los romances para acompañarse en sus canciones.  Consistía en una caja de resonancia con un brazo, hechos de diversos tipos de árbol, con incrustaciones en bronce, acero y marfil.  De la caja de resonancia se ataban varias cuerdas de tripas de gato hasta el extremo libre del brazo y se tensaban con un mecanismo de engranes y perillas.  Las cuerdas se hacían vibrar golpeándolas con los dedos, con espinas de zarza o con arcos de pelo de caballo.  A pesar de que su interpretación requería una destreza excepcional, me parece que no sonaba tan mal y producía un rango de sonidos más o menos armónicos.  Actualmente lo más parecido en forma a una guitarra es la Estación Tundera en Argmagovia, además del ejemplar supuestamente genuino que se conserva en el Museo Bergovitz.


G.A. Chaves - Wallau

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Wallau, de G.A. Chaves, segundo poemario, bellamente editado en México, así que sospecho que no tendremos muchos ejemplares impresos en Costa Rica (hasta que un editor nacional lo reimprima desde luego, lo cual esperamos que ocurra pronto) Pero al menos contamos con la infinita generosidad del autor, quien nos regaló una versión electrónica íntegra, y también su autorización para publicar aquí en el Signo roto una breve selección. Tarea dichosa, por un lado, e ingratísima por otro, dado que el autor me ha depositado la obligación de seleccionar la muestra a continuación; qué difícil alcanzar una síntesis que refleje apenas una arista de la riqueza de este bello poemario. Así que toda la culpa para este mal antologador, y el gozo para los lectores, eso espero.



Petricor

1.
Ahí donde ya no hay río, vengo yo a imaginar el río.
Ahí donde nunca hay nombres,
que alguien silbe el rumor de lo invisible.

2.
Antes de las fincas de café fueron los ríos.
Luego vinieron los tractores y residenciales.
Y con ellos llegaron los muros
y los muros se comieron las aceras,
y la electrificación y el asfalto
dispersaron los fantasmas antiguos.
Con cada movimiento de tierra nos derrumbamos un poco,
y el futuro se va vistiendo tras los andamios.
La sismología nos advierte que
istmo somos, y en cisma nos convertiremos.

3.
Cada vez cuesta más hallar palabras
para hablar de estas tapias
llenas de púas y de gris mohoso.
Y no es raro porque, a pesar de todo, Heredia
no obedece a la ruina hablada en Castilla, esa ortopedia
de idioma que nació de un silencio arenoso,
igual de provinciano.
La esperanza no es verde: pregúntenle a un centroamericano.
La penumbra caribe, las campanas de helechos,
el desborde sexual de algunos aguaceros,
el musgo en Navidad, Sibö y sus diablos solteros:
nada de esto fue nunca del color del afrecho.
Y ahora todo el verde se ha manchado
con las oxidaciones del asfalto. Se ha ahogado
de tos por tanto humo que atraganta.
Sobre estas líneas parcas y analíticas
el jíbaro desborde del viento de antes se torna calma artrítica:
Villa Cubujuquí, la ladera que hoy es una gris elefanta.

4.
Petricorosos, resbaladizos,
nos dejamos llevar por los nombres de las cosas.
El olor de la tierra, la geosmina,
crece en el barniz que recubre las piedras.
Nadie la ve. Sólo el agua y el aire
la sintetizan. Sólo la humedad relativa
la preña. Sólo la tocan las semillas.
Este es el primer licor que olimos
destilado en abriles y no en odres.
Esto es el petricor: el primer cigarro de la memoria,
el incienso secular de los sentidos,
la más sentimental biología
que se permite el trópico cuando se empolva.



Wallau : una elegía

1.
Salgo a darle de beber al orégano brujo.
Le ha crecido bambú alrededor
y el sol de enero insiste en marchitarlo.
También se marchitan los helechos
que van quedando atrapados entre telarañas.
Las garúas de la madrugada ya no son suficientes
para sostener el verde que cada día es más amarillo,
oro del viento, fósforo de los pastos.
Con Wallau hace unos años descendíamos
a Salinas.
La floración estival era el único tema
que nunca acongojaba. De alguna forma
la muerte de las hojas por escasez de humedad
en las raíces
no lograba decirnos nada sobre nosotros.
“El brillo agobia”, es lo que parecen decir los cañafístulas,
caídos de brazos por el peso de tanto rizo amarillo,
oro del viento, consuelo de almas úricas.
Nos deteníamos junto a cañales en verolís
para que Wallau liberara sus riñones diabéticos.
Comprábamos semillas de marañón y cajetas rellenas.
El tueste de la piel del pescado que almorzábamos
era siempre del mismo ámbar que el de las cervezas.

Paléabamos toda la mañana alrededor de un guanacaste verde
y mirábamos la puesta del sol sin decir nada.
Espartano en Esparza, él se sabe padre y ya;
soy yo el que cree que algo falta para ser su hijo.
Algo debe ser tallado por el cuchillo fino de los años—
hasta que la simetría minuciosa de los actos de mi padre
(esa de la corvina y la cebolla de sus ceviches)
me cueza en el limón del trabajo sin queja—
No la aterciopelada amargura del orégano brujo,
su funerario aroma
entre sudor e incienso,
humedad del tiempo, fuego de los vivos.

8.
Después de las lluvias de octubre
han vuelto las lombrices buscando el sol.
Ellas que te han visto, Wallau,
¿sabrán quién soy yo?
Las babosas emergen de abajo del piso.
La lluvia las inundó.
Yo cubro con sal cada resquicio.
No quiero gusanos alrededor.
La sal absorbe la humedad de la casa;
se vuelve dura y huele a alcohol.
La sal amanece convertida en hielo.
Y yo… Yo ya no amanezco. Ya no.
Yo ya sé que voy para abajo
a secarme como una lombriz en el corredor;
como una babosa en la sal herrumbrada
me iré encogiendo en el dolor.
Yo ya sé a lo que vienen ellas:
vienen a arrancarme la voz.
Wallau: vos que estás allá abajo,
pediles que se queden con vos.


9.
Por meses Wallau me contó sobre ese sueño
en el que veía cartas de arena que se desintegraban.
Eran cartas mías, la mayor parte. Siempre algo urgente
que nunca podía recordar por la mañana.
Se despertaba cansado. Me llamaba a larga distancia.
Me preguntaba si todo estaba bien y si tenía comida.
Mientras me hablaba, un agua verde y quemante
me hacía ver un oasis en la alfombra.
Aquellas pocas veces en que fuimos a pescar
a la laguna de Arenal, Wallau parecía aburrido.
Casi tanto como en tantas otras noches
en que me acompañaba al ajedrez que no entendía.
Más fuerte que el aburrimiento era el deseo
de acompañar a su hijo, verlo crecer, verlo frustrarse.
Ni un solo guapote picó el anzuelo en la laguna.
El ajedrez se disipó como un vicio sin placer.
Wallau siguió en vilo…
Quedó la posibilidad de desayunar con él,
escribir las columnas de su periódico,
que me leyera, me increpara, me dijera…
Llegarle al viejo entre el café y las tortillas.
Escribirle cartas periodísticas por las mañanas
que previnieran aquella vez en que Wallau le preguntó
a una de mis amigas, en mi ausencia,
que cómo era yo, porque él no me conocía.
Le quedé debiendo un cuento sobre el Volvo B10
que condujo al otro lado del Tempisque,
algún homenaje a Glenn Miller, otro viaje a España
y las mil revelaciones de El país de las certezas.
Al final le escribí una carta, para contarle de la pesca
y darle las gracias. Para que durmiera mejor y dejara de soñar
con letras de arena. Para contarle que en esas horas mudas
en las que yo calculaba variantes o lanzaba cuerda,
él, por el simple hecho de estar, me había dado confianza.
Ahora que ya no está es que no me reconozco.
¿Abrir con 1. c4? ¿Usar lombrices como carnada?
Las más mínimas verdades son un diario Serengueti.
¿En qué piensa el césped cuando lo ahoga la nieve?
¿Cómo come una sardina huérfana en Semana Santa?
¿A quién se le ocurre que unas letras
pueden sustituir a la presencia de lo que nunca habla?


17. Canción de los muertos
Existimos. Tenemos nombres.
Ocupamos un espacio en la tierra.
Otros son cenizas en el agua.
Alguno es una mancha de dolor en un recuerdo.
No podemos ver a los vivos,
ni hablarles o interceder por ellos.
Somos perfectos. No nos equivocamos.
Finalmente comprendemos en silencio.
Ya no tenemos hambre ni sueño.
Somos la salomónica hierba
y los errantes pájaros marinos.
Nada nos perturba. Somos incontables.
En la película diaria de los vivos
somos los créditos finales, y la música al inicio.



Una vez un invierno

La luz es lo que anida
entre las sombras.
Nada tiene cuerpo.
En invierno los colores descansan
conmigo, en este hotel de otra parte
donde abrir la boca ya me hace extranjero.



Primavera nevada en Amherst, Massachusetts

¡Quién fuera Rafael Alberti
y cantara: “Otra vez la nieve;
otra vez el murmullo blanco,
las terrazas deshabitadas;
de nuevo el invierno absoluto,
el frío que está en las cobijas
de la tierra, y el agotado
sol deshaciéndose en su caspa”!
Quién fuera el poeta anhelante
que viera en el clima su paso
por el lento mar arbitrario
de lo ido — nunca lejano...
¡Quién fuera Rafael Alberti
—qué mierda—!
¡Quién pudiera ser él y decir algo!



Idaho, 1997

(A Olga Ruiz)

Olguita me envió un pétalo en su carta y me pidió que revisara si hay flores donde vivo o si el cielo es parecido al que está sobre su casa pero aquí sólo veo nieve y de noche el cielo es el mismo con sus estrellas y su negrura es más ancho que nunca pues la luna se me pierde a veces aunque yo no me entristezco porque el pétalo no se marchita y releo la carta en la que Olguita escribió que la vida a nuestra edad se ve bonita mientras espero salir de esta casa para regresar a la mía y ver la flor entera sembrada bajo el cielo mismo angosto y a Olguita linda imaginándolo todo y escribiéndome cartas.



Por el río sinuoso

Hoy como ayer, es difícil escribir
un poema simple. Eso dijo Mei Yao Ch’en.
Llevo horas leyéndolo a él y a Tu Fu, y he notado
que casi todos sus poemas están escritos en presente:
alguien canta una canción del Sur;
es primavera en las montañas; un halcón está
suspendido en el aire. El pretérito aparece
cuando se habla de la muerte: Tu Fu reporta que
un árbol del desierto perdió sus pocas hojas.
Mei Yao Ch’en, en un poema llamado Pena, declara:
“El cielo se llevó a mi esposa”. Pobre de él.
Al final de ese poema ya no ve ni a una sombra
en el espejo. La soledad es así; nos borra.
Una vez me perdí en un gentío — creo que fue
un 15 de septiembre; estábamos de paso en Alajuela
y era la primera vez que yo iba. Por una hora, más o menos,
me sentí tan solo que a veces me cuestiono
si realmente estuve ahí; y si lo estuve,
¿por qué no recuerdo a nadie? Si acaso me quedé
sentado al pie de un muro. Cuando mi hermano me encontró
fue como haber despertado de un sueño ajeno.
Pero volviendo a los versos,
los otros que encontré fueron estos:
“Es lo mismo con esta bella vida
que me era tan querida,” dichos por Mei Yao Ch’en
en Sobre la muerte de un recién nacido,
un poema que termina con una madre vertiendo
lágrimas de sangre, mientras sus pechos aún se llenan
con leche. Sólo que aquí no se usa el pretérito
sino el imperfecto, y algo suena a suspiro.
El pretérito es a la pérdida lo que el imperfecto
a la melancolía. No es lo mismo anhelar lo que se va
que llorar por lo perdido.
(Sobre la calle
una luna sin nubes
anuncia el viento.)
Tengo entendido que en chino no hay tiempos verbales;
las cosas se dicen en presente
con un aspecto adverbial que especifica su tiempo.
Ayer yo amo, por ejemplo, es la forma de decir amé.
Pero eso no explica por qué
los poemas de Tu Fu y Mei Yao Ch’en están en presente.
Estos de seguro fueron hombres normales, con deudas
y horarios; con rutinas, nostalgias y deseos;
de seguro escribían de manera regular sobre
las mismas cosas. Pero llevo horas leyéndolos a ambos
y es como si ninguno tuviera memoria
o como si nada les resultara evidente.
(El subjuntivo, por cierto, no es un tiempo verbal,
sino un estado de ánimo: Tal vez me vaya — me dijo ella,
desalentada; Como querás —le respondí yo, indiferente.
El subjuntivo sabe que la voluntad avanza a merced
del clima.)
A mi alrededor quizá hay más cosas concretas
de las que puedo percibir. Constato lo mismo
todas las mañanas: los mismos árboles innombrables,
pájaros precavidos y ardillas estresadas
royendo una bellota cuyas cúpulas al secarse
se despegan y parecen boinas de fieltro. (Ella me regaló
una bellota con cúpula; un amuleto para cuando
me sentara a escribir. Parece una pequeña cabecita
con boina. Yo la llamo Pío Baroja,
con mucho cariño). Pero el punto es que
cada mañana veo lo mismo. Se requiere un corazón
muy amplio para escribir siempre en presente. Cada día
un nuevo día; el río es, pero no como era; las cosas son ellas
y no serán símiles. Tal vez escribiendo en presente
llegaría a componer un único poema
sobre las estaciones climáticas. Y no sería poco:
hay tanto que aprender de la luz y sus migraciones.
Hace unos días casi me congelo
tras quedar absorto viendo un junípero en otoño:
me dio la noche y descendió la temperatura;
estuve jalando mocos un buen rato. Entré a la casa
y preparé una sopa de algas: un amigo me las trajo
y yo no sabía qué más hacer con ellas. Aprendí que
las algas no se pueden morder: se pegan como sanguijuelas
en las paredes de la boca. Hay algo inquietante en las algas,
algo invasivo; me hacen sentir cubierto de escamas.
Ella también me besaba de esa forma invasiva, buscando
los pliegues de mi boca. El sexo nos limpiaba la piel.
Era como un cuchillo que nos quitaba las escamas.
(Hablando de sexo, hay una broma muy conocida
que se hace con las galletas de la suerte que dan
en los restaurantes chinos. El chiste es agregar “en la cama”
a lo que sea que diga la suerte. La última vez
yo saqué: “La filosofía de un siglo es el sentido común
del siguiente... en la cama,” lo cual es bastante estúpido;
pero a alguien más le salió ésta: “Acepta la siguiente
proposición que escuches... en la cama,”
lo cual sí tiene algo de malicia.)
Una vez le ofrecí a ella
que me pidiera cualquiera cosa... en la cama.
Ella no sabía qué decir. Lo digo en imperfecto
porque hoy anhelo su disposición de esa noche.
Todo pudo haber sido mejor. Es un arte sutil aprender
a ofrecerse. También la excesiva intimidad
nos borra un poco, como la soledad. Después de todo
es bueno tener escamas; saber hasta dónde llegamos nosotros
y dónde empieza la corriente que encaramos. Y es bueno
deshacerse de esas escamas como una bellota
se deshace de su cúpula; es bueno rodar y perderse
entre las hojas caídas de un árbol desconocido.
Es necesario perder para aprender a nombrar.
Si yo fuera Mei Yao Ch’en escribiría
que a plena luz del día sueño que estoy con ella,
y que de noche sueño que aún sigue conmigo. Si fuera
Tu Fu escribiría sólo en presente
y me sorprendería ante una canasta de frutas, no ante
los tiempos verbales de mi idioma, sus aspectos emotivos.
Escribiría poemas simples que al cabo de un rato olvidaría.
Y por eso quizá es que después de varias horas los poemas
de estos hombres resbalan en mi mente como niebla. De ellos
sólo me queda una breve ilusión de fijeza.
Algo está allá, en el pasado irrecuperable, tenso
en el recuerdo, sostenido por los nombres. Mientras tanto,
Tu Fu y Mei Yao Ch’en navegan por la bruma del tiempo
como dos botes sobre un río sinuoso. Y por encima de todo
la luna brilla.


G.A. Chaves
G.A. Chaves (Heredia, Costa Rica, 1979) ha publicado Cuentos etcétera (relatos, EUNED 2004), Vida ajena (poemas, EUNED 2010) y Diario de Finisterre (novela, Uruk 2014). Ha editado, seleccionado y prologado En esta rara noche: Poesía selecta 1970-2008 de Carlos de la Ossa (EUNED 2009), y ha traducido Fin del continente: Antología mínima de Robinson Jeffers (Editorial Germinal, 2010). Estudió ciencias políticas en la Universidad de Costa Rica en San José. Tiene una maestría en literatura por la Universidad de Massachusetts-Amherst y estudios de doctorado por la Universidad de Maryland. Fue finalista del Segundo Premio de Literatura Joven Latinoamericana ST Dupont – MEET en 1999. Ha sido incluido en Historias de nunca acabar: Antología del nuevo cuento costarricense (Editorial Costa Rica, 2009).








Santiago Porras – La sombra decapitada

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Muchas cosas se dicen sobre la narrativa breve local, que es floja, que es escasa, y nada de ello me parece cierto, solo faltan lectores para disfrutar de un género exigente, tanto para el autor en construirla como para el lector en destruirla.

Santiago Porras regresa después de su bella novela Avancari al género que lo dio a conocer y donde nos tiene acostumbrados: el cuento. Microrrelatos, estampas, anecdotarios, cuentos propiamente dichos, constituyen su nuevo conjunto “La sombra decapitada” curioso título de connotaciones posrománticas, pero no es el único, otros títulos de sus relatos tienen las mismas reminiscencias, como “La catedral de Rouen”,  “La sombra flotante”, “El hijo de la muerte”, “El cartabón para el fracaso”, “El secreto de la eternidad”, “El abrazo mortal”, solo cito títulos, independientemente de su contenido, por curiosidad y sorpresa, ¿Qué se traen estos y otros relatos?

Ya lo dijimos, desde microrrelatos, de apenas un párrafo, sentenciosos, como “La catedral de Rouen” con que abre el libro o “Esclavizadores” con que lo cierra. O bien, estampas que abren una ventana hacia un mundo que palpita entre lo mágico, y recuperan la oralidad popular en textos como “La sombra flotate”, “El secreto de la inmortalidad”, “El secreto perdido”, “Visita al nigromante” o “Abrazo Mortal”

Pero acostumbrados como estamos a la prosa diáfana, y reflexiva de Porras, vuelve con ella en cuentos cuyo propósito es hablarnos detrás del texto, para el que se compromete a leer entre líneas como las del cuento homónimo cuando dice: “Ahora entiendo por qué las hormigas cargan varias veces su propio peso, el suyo es un cuerpo sin el fardo de la memoria”. Sí, son cuentos con mucha glosa, de reflexión filosófica, pero para el que no quiera penetrar en ellas, tendrá una gustosa lectura sobre cosas que “dicen” que pasan.

Y también pasan cosas que se leen, que se dialogan con otros autores y se actualizan, ¿y cómo no encontrarse con otros maestros del relato breve?, como es el caso de “Autoinmolación” que le hace guiños a Alvaro Menen Desleal o a un Pamuk en “El hijo de la muerte”.

Santiago Porras
Encontramos también en este volumen otros textos, cuentos en toda regla, cuentos morales si se quiere, donde la vos del narrador casi parece sonrojar ante lo que cuenta, que se esquinea, dribla, busca entre palabras la imposibilidad de narrar lo indigno, lo vulgar, lo sucio de la manera más limpia, más elegante, más dignamente posible, tal es caso de textos como “El cartabón para el fracaso”, “Cuarteto de cuerdas y loco” o bien el dostoievskano “Por amor al arte”, narraciones absurdas, donde todo sentido común desaparece para dar lugar a situaciones excéntricas y enfermas, pero con un candor y una naturalidad exquisitas.

Esta última entrega de Porras reitera su ya singular y acertada forma de narrar, hermana de un Efrén y un Filisberto Hernández, de un Sergio Golwarts y de un Menen Desleal así como de Monterroso, prosa ligera, elegante, casi inocente, casi ingenua, suficiente para pasar una tarde creyéndonos más listos que el autor, casi…

En suma, un cuentario sabroso, digno de un narrador que sabe entretener y deleitar, e incomodarnos.


Germán Hernández


Gustavo Arroyo – Los amores imaginarios

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Gustavo Arroyo otra vez en el Signo Roto, nos comparte una breve muestra de su delicado trabajo poético, ahora con esta pequeña muestra de su último poemario “Los amores imaginarios”, esperamos que este pequeño bocado lo tiente a hacerlos realidad.



Resistencia del instinto


Mi perra gime desde sus vértebras.
Es sabido que no se trata
de una perra de Alejandría,
y sin embargo,
también camina bajo el sol,
sobre una arena verdosa, de distinta textura;
arena, a fin de cuentas,
si se defiende como tal.

El verdadero llanto
no es exclusivo de especie alguna:
consiste en la negación primera.
Todas las especies son proclives a negar,
lo cual les viene
–cómo no–
del principio universal de conservación.

Así,
llorar es la forma más rudimentaria
de decir que no.
Inaugurada por el Adán que nunca existió
cuando el Caín que nunca existió
le partió la cabeza al Abel
cuya existencia ni siquiera importa.

Mi perra se resiste a llorar.
Gime bajo el sol,
como una iguana de la planicie,
pero no llora.
Mediante esa resistencia
niega la negación:
afirma un dolor sin comprenderlo.

Su existencia sí que me importa.

Más allá del caso puntual,
la pregunta en el aire:
de qué sirve comprender un dolor
aquí o en Alejandría.

De qué sirve,
si todo acaba un segundo antes
de que empiece el olvido.



Expansión conceptual


Es muy probable que de todas las inmigraciones, la más triste sea la que sucede con éxito. Hasta ahora nos hemos dedicado, con la ruin expectativa de los topos, a las inmigraciones entre países. Ignoramos, bajo la odiosa lupa, el desplazamiento definitivo que realizan ciertos hombres y mujeres, de una ciudad a otra. Se subraya la referencia a contingentes humanos, pues aunque somos proclives al amor para con las aves migratorias –que nos parecen más decentes e incluso más universales que la representación de propia especie–, en este caso el referente es preciso: una gota en el embudo. La inmigración que se enmarca entre fronteras regionales, trae también consigo su cuota necesaria de tristeza, su dolor en las rodillas, la ruptura inesperada de una extremidad que nunca nos sirvió para volar. ¿Quién estableció que no se puede ser inmigrante en el país de origen? Pienso en esto, mientras viajamos en vagones distintos del mismo transporte y ojeo aquel libro de Ayn Rand, con decepción reiterada. Sé que salimos de Kazán a las nueve de la noche, con destino a Rostov: yo, por orden judicial, y vos, para instalarte en una ciudad donde podás visitarme cada diez días. De nuestros hijos, nada sé.


Carrusel


No podría ser del todo malo
un instante de oscuridad
bajo la luz invasiva.
La invasión así se quiso,
así se permitió
entre sugerencias y elecciones.
Elijo con frecuencia
mis posturas,
mis ropas,
las necedades que a diario me abordan.
El abordaje no tiene un arte definido,
como el que define a la guerra
y del que ahora dudo,
entre lo terrestre y lo aéreo.
El aire, aunque pervierte la quietud,
se acelera con rencor
al amparo de los giros.
Gira la vida,
giran los ojos,
giran los malditos ventiladores.
Ventilo pensamientos.
Pienso en Simone de Beauvoir,
en su nombre musical,
en el círculo pequeño
que hay que formar con los labios
para la pronunciación afrancesada.
Francia y Napoleón,
clítoris y angustia,
Grecia y Heráclito, tal vez.

Qué función más extraña
la de un teatro del absurdo.
Qué ironía, qué bajeza,
qué moral más conveniente.
Es ineludible entender
que los virus que lleva el aire
también pueden verse acelerados.

Vida,
ojos,
ventiladores.

Qué función más extraña,
qué rotundo fracaso.
Justo cuando se intuía
un mínimo jaspe de oscuridad
reina la luz,
y la sentencia de mi abuela
se ve confirmada
por un examen de laboratorio.

Todo está dicho.

Adiós, Simone.
¡Hasta siempre!



Gustavo Arroyo
Gustavo Arroyo (San Ramón, Alajuela, 1977). Escritor, abogado litigante, notario público y consultor jurídico. Cofundador del Conversatorio Poético Ceniza Huetar (fundado en el año 2012, con sede en San Ramón, Alajuela), agrupación que se dedica al estudio de poesía contemporánea nacional e internacional. Participó en el II Encuentro Nacional de Escritores Costarricenses (Pérez Zeledón, 2012). En el año 2013, fue parte del Taller-Laboratorio Tráfico de Influencias, promovido por el Ministerio de Cultura y Juventud de Costa Rica. En el año 2015, integró el jurado del Certamen de Poesía Lisímaco Chavarría Palma, certamen de convocatoria nacional, organizado por el Centro Cultural e Histórico José Figueres Ferrer, con sede en San Ramón, Alajuela. Es titular del blog de reseñas literarias La medalla es amuleto. Ha publicado tres poemarios: Dialéctica de las aspas (EUNED, 2014), Círculo de diámetro variable (Uruk Editores, 2016) y Los amores imaginarios (EUNED, 2016).


Consejos a un joven poeta – Los epígrafes

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Querido poeta, (lo digo en sentido amplio, no importa si eres narrador, dramaturgo, poeta o ensayista) dedico a vos estos consejos para que no te pase lo que a un amigo, que no vale la pena mentar aquí, tal vez algo de provecho encuentres en ellos.


¿Qué son los epígrafes?

Seguro que lo sabes, y seguro que los has usado. Pues bien, los epígrafes son paratextos, en este caso citas breves de otros autores entre el título y tu poema, ensayo, novela o capítulo de tu novela. La cita puede ser falsa, lo cual es muy divertido, ¿te acuerdas de aquella archifamosa?:

“ladran Sancho, señal de que cabalgamos”

Pues nunca la dijo el Quijote ni la escribió Cervantes, algunos dicen que es una broma de Borges, pero no hay duda que ha sido empleado hasta el cansancio.

También el autor puede ser falso, eso también es divertido, o atribuir falsamente una cita a otro autor, por ejemplo:

“has el bien sin mirar a quien”
Joaquín García Monge

Pero bueno, el propósito de los epígrafes no es divertir, sino, y como indican los que saben, los epígrafes tienen una función enunciativa-discursiva, veamos:

Genette ([1987] 2001), indica entre la funcionalidad directa de los epígrafes: esclarecer el título de la obra y comentar el texto en vistas de precisar su significación. Entre las funciones indirectas u oblicuas, se distingue la de otorgar, a través de su autor, una cierta garantía al relato que introducen. Para Authier (1984), los epígrafes rompen la unicidad aparente del hilo del discurso para presentar una voz otra, que también constituye al discurso desde fuera. Los epígrafes pueden entenderse como espacios discursivos que permiten la comunicación con un exterior, que resulta crucial para la constitución del discurso en vías de desarrollo. Estos elementos pueden entenderse como formas de la autonimia simple (Authier-Revuz 1984, 1995); las formas de autonimia simple señalan un fragmento como extraño al discurso y conllevan la ruptura del orden sintáctico. En el caso del empleo de un epígrafe en obras literarias, se registra una cita directa sin presencia del marco citante, cuyo locutor -el autor de la cita- no coincide con el locutor responsable de la enunciación del texto, el narrador. Así, la inclusión de un epígrafe implica la evocación de dos puntos de vista.

Yo personalmente debo disentir respecto de los autores anteriores y confesar que para mí el epígrafe no tiene más que dos funciones: una decorativa, y la otra es curricular.

Los libros deberían venir con menos accesorios, los lectores a veces no sabemos (y no tenemos por qué saberlo) para qué son todas esas citas que encabezan los poemas y otros textos, cuya funcionalidad y sentido es dudoso y extraño, aunque corresponda a alguna críptica circunstancia personal del autor que solo a él le puede importar.

Y es que hay libros, pero especialmente poemarios, donde abundan los epígrafes, si los extrajéramos todos de un solo poemario, tendríamos verdaderas antologías, summas poéticas y sapiensales de enorme belleza, lindas lentejuelas y bisutería. (también se ha puesto de moda utilizar todo tipo de artefactos como cumbias, slogans, frases hechas, como para estar entonado (o borracho más bien) con el “espíritu posmoderno”.

Esas bellas hilachas descontextualizadas llamadas epígrafes advierten al lector de eso que la crítica literaria forense llama intertextualidad, es decir, las influencias, lecturas y gustos del autor (son la misma cosa).

¿Pero acaso, esa exhibición del amplio y diverso número de autores y obras asimilados por el autor, que abarcan centurias y continentes, multitudes de otros autores y autoras con las cuales el poeta se iguala al citar, no es también una especie de alarde, de presentación de credenciales?

Quien sabe, lo cierto es que también algunos hasta ponen epígrafes en otras lenguas, en especial en inglés y francés.

Como puede verse, los epígrafes fuera de su pura función decorativa y curricular, no hacen mayor cosa en el texto.

Inclusive, se corre el riesgo, y eso ocurre prácticamente siempre, que el epígrafe que encabeza un texto, es mejor que este. Incluso, le pasó a una amiga poeta lo que sigue: resulta que se encuentra con un lector entusiasta y despistado de su obra, platican un poco de su último poemario y el lector dice -¿Sabes cuál fue el poema que más me gustó? -No, ¿cuál?- Responde la poeta con el pecho henchido, -Uno pequeñito, de dos líneas que estaba en letra chiquita y abajo con el nombre de un señor, al puro comienzo de otro más largo.

Sí, así es, siempre ocurre, por eso mi joven poeta, mis consejos son:

1. Procura que el epígrafe no sea mejor que el poema que encabeza, recuerda que solo es para decorar.
2. Por más que pretendas trazar un puente imaginario entre el epígrafe y tu texto, un sentido implícito y trascendente en esa otra voz que citas y la tuya, no olvides que eso al lector no le importa.
3. Pero si lo que quieres es impresionar a tus lectores por tu amplio bagaje, olvídalo, a nadie le impresiona tu vocación de ratón de biblioteca.

Teniendo todo esto en cuenta, usa todos los epígrafes que quieras, a lo mejor el lector merece también leer en tus libros algo merezca la pena.


Germán Hernández



Pregunta estúpida 001 - ¿El Ministerio Público en Costa Rica exculpa a los criminales?

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El Ministerio Público anunció orgulloso el pasado 17 de enero (Ver nota de prensa), que, tras cinco años de extenuantes investigaciones, logró reducir de 48 a 26 los sospechosos del descarado robo por el famoso asunto de La Trocha Juan Mora Porras y reducir el daño a la Hacienda Pública de más de 20.000.000.000 (veinte mil millones) a tan solo mil y pico de milloncillos. Una tarea sin ninguna duda difícil.

Lo cierto es que de los más de veinte mil millones de colones despilfarrados mediante el Decreto Ejecutivo suscrito por la presidenta Laura Chinchilla y el Ministro de Transportes Francisco Jiménez no queda nada, y de La Trocha menos, tan solo el  nombre embarrialado de nuestro libertador Juan Mora Porras en lo poco de lodazal que queda.

Y qué pasó con el artículo 11 de la Constitución Política que en su segundo párrafo que dice:

“La Administración Pública en sentido amplio, estará sometida a un procedimiento de evaluación de resultados y rendición de cuentas, CON LA CONSECUENTE RESPONSABILIDAD PERSONAL PARA LOS FUNCIONARIOS en el cumplimiento de sus deberes. La ley señalará los medios para que este control de resultados y rendición de cuentas opere como un sistema que cubra todas las instituciones públicas.”
 
La presidenta y sus colaboradores inaugurando en el 2011 su obra estrella.
¿Cómo fue que el Poder Judicial logró exculpar de responsabilidad a la presidenta y al ministro de transportes? ¿No firmaron ellos el decreto de emergencia? ¿No ordenaron ellos la construcción de la trocha? ¿No dispusieron ellos de fondos públicos? ¿Acaso no son ellos entonces quienes deben rendir cuentas sobre los resultados de la obra que emprendieron?

Germán Hernández



Flavio Güell Casalvolone – Accesos

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Accesos es el debut del joven narrador Flavio Güell Casalvolone (1986). Editado por Veredasoleada, está compuesto por 23 narraciones breves y un prólogo.

Al comenzar leyendo el prólogo del autor en esta colección de textos, temimos lo que luego constataríamos, que se trata de una obra demasiado íntima y personal, el autor está demasiado comprometido afectivamente en estos textos, viñetas, estampas, anécdotas, más no cuentos propiamente dichos.

Como está ocurriendo mayoritariamente con la última narrativa breve publicada en Costa Rica, sus textos son planos y homogéneos, siempre la misma vos narrativa en primera o tercera persona, la misma manera de narrar, la misma perspectiva y punto de vista.

En particular, la prosa de Güell está recargada de un preciosismo kitch y rimbombante, no por haber un enjambre de imágenes (ahora los llaman tropos, que son la misma cosa) es prosa poética, ni esta contribuye con el desarrollo de la trama en sus relatos.

Flavio Güell Casalvolone. Fotografía de Melissa Fernández.
Hay chispazos, eso sí, en particular vale destacar tres textos que logran salirse de los límites que el propio autor se impone, “Vivo/muerto” paranoico y extraño, el cual logra hacernos de principio a fin cómplices de una situación que nos lleva a los límites de lo absurdo y la soledad. “Encuentro lejano” que sabe dejar abiertas algunas puertas y ventanas para especular, y finalmente “Inmanencia” probablemente el mejor relato, cargado de una extraña atmósfera de perversidad que estremece.

Lo demás se lo traga la evidente falta de retroalimentación y de un editor riguroso. Cansa la prosa ripiosa y las narraciones llenas de epifanías e iluminaciones metafísicas. Mal debut, pero con lectura y garrote me parece a mí que hay aquí un muy buen narrador en ciernes.


Germán Hernández


Ruido sereno de fondo – Andrés Soto Muñoz

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Andrés Soto Muñoz comparte en el Signo roto cuatro textos de su debut literario “Ruido sereno de fondo” aquí esta probadita para los que quieran más…


Multiversos


Ojalá mañana me ría de esto

Es más… ojalá haya un mañana.
No es que crea que el tiempo
es un microondas analógico,
o un coffee maker de lento aspecto;
pero necesito algo
sobre qué aferrar estas agujas
que se clavan en mis números
y no me dejan terminar el día.
Ojalá mañana sea un glacial
de esos tristones
que andan ansiando garúa.
Porque no hay nada peor
que sobrevivir a una noche
para luego darse en la sien
con una mañana soleada.


Fábula de los salvajes

Los perros callan
porque dudan con las orejas,
con el rabo exigen alegrías
y con los colmillos gritan amenazas.
En cambio nosotros
que somos tan civilizados
tenemos desgastada la garganta:
dedos que ladran,
cuellos que gruñen…
¿Qué dirían los perros
si nos pudiesen hablar?
¿Qué callaría el hombre
si los pudiese entender?


Los arcanos

¿Sabías que el viento
ha renunciado a volar?
Lo verás recorrer celajes,
bordear rascacielos.
Será tormenta si grita,
soplo si habla.
Pero es cautivo de cualquier rama
y cual presa finge caer
para pender ahí eternamente.
Llueve luz en lo alto,
tras los escalones
se avista la fachada del Cielo.
Sin embargo,
la brisa se queda para arquear la copa,
merodear el tronco
y habitar en la corteza.

***

¿No ves que yo,
al igual que el viento,
abandoné mi cielo
para sentarme en una rama?



Andrés Soto Nuñez

Andrés Soto Muñoz. Nace en San Isidro de El General el 7 de junio de 1987. En el 2004 ingresa a Filología Española en la Universidad de Costa Rica (UCR). Durante su estadía en la UCR, la Revista de Lenguas Modernas publica Versos arcanos (2009). En el 2011 concluye el Bachillerato en Filología Española. En 2012 finaliza los cursos de Licenciatura y es parte del Comité Asesor del II Encuentro Nacional de Escritores. En el año 2017 publica su primer poemario: Ruido sereno de fondo (Atabal).


Pregunta estúpida 002 - ¿Qué entiende la Junta Directiva de la CCSS por solidaridad?

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Según el último estudio actuarial de la UCR, el régimen de Invalidez Vejes y Muerte de la Caja Costarricense de Seguro Social se encuentra grave y las expectativas de los asegurados de disfrutar algún día de una jubilación digna en entredicho. El exsuperintedente de pensiones Edgar Robles en un artículo publicado por el Semanario Universidad nos hace un guiño: ¡Yo se los dije! (ver nota de prensa). Y lo cierto es que no queda más remedio que meter mano y aplicar medidas sí o sí.

Pues bien, la Junta Directiva de la CCSS, se ha tomado el asunto muy enserio, y como primera medida, sin consultar a nadie, como si de una junta militar se tratara, decidió aumentar en un 1% la cotización de más de un millón y medio de asegurados, gravando así sus ingresos, no para mejorar sus futuras pensiones, sino apenas para refrescar el fondo.

Lo curioso de todo esto es que el fondo de pensiones no se financia únicamente por las cuotas de los trabajadores y trabajadoras, sino también mediante las cuotas de los patronos que resultaron ganadores pues no les aumentaron ni un cinco de cotización, el aporte del Estado que a veces paga y a poquitos y, el 15% de las utilidades de las empresas públicas, las cuales por cierto jamás han honrado su deuda que la ley les obliga como si de repúblicas independientes se tratara.

¿Pero, por qué únicamente se aumentó la cuota a los trabajadores? ¿A dónde fue a parar el principio de solidaridad, uno de los pilares de nuestro modelo de seguridad social?

Hace unos días, el señor Albino Vargas Barrantes Secretario General de la Asociación de Empleados Públicos manifestó lo injusto de las medidas impuestas por la CCSS, y se preguntaba también por qué solo a los trabajadores y trabajadoras se les castiga sus ingresos y a los patronos no.

Por su parte, el señor Enrique Eglof, presidente de la Unión de Cámaras de Industrias, que es un sindicato de patronos, despotrica contra don Albino (ver nota de prensa) y lo acusa de:

“Del análisis del documento, concluimos que su objetivo es que no pase nada, que siga la fiesta, que quiebre Costa Rica, que se deteriore la CCSS, que muera el Régimen de Invalidez, Vejez y Muerte y que se sigan beneficiando unos pocos.”

Lo que el sindicalista de patronos don Enrique Eglof nunca ha dicho es: ¿cuál es el compromiso de los patronos para contribuir al Régimen de Invalidez, Vejez y Muerte, ni cuanto están dispuestos a aumentar su contribución?, cosa que no creo que estén dispuestos.

Así las cosas, duele ver que no hay reacción ciudadana, más de un millón de hogares costarricenses verán disminuidos sus ingresos, mientras los empresarios, y las empresas del Estado son alegremente eximidas de contribuir con las medidas necesarias para salvar el fondo de pensiones.


Germán Hernández


Armando Antonio Saccal - Los Secretos de Abraham

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Armando Antonio Saccal comparte en el Signo roto una breve muestra de su último poemario "Los secretos de Abraham". Esperamos que a partir de su lectura se le antoje descubrir todos sus secretos... 


Introitus

El nieto, se acerca al abuelo cansado.
Lo acaricia con su mano tersa, diciendo:

“Tato,
he venido a este mundo por vos, y para vos.

quiero que despiertes para mí.
Que me des un beso y llegues hasta mi nuevo amor.

Te contaré mis secretos para que los escribas,
al incendiar
 toda la bruma que te apoca.

Tato,
estoy aquí para matar tu realidad impune:
no me dejes dormir,

sólo
y sin amparo.”


Cotigo


Tato,
¿Verdad que tú
nunca te irás de mí?

¿Qué
eso que llaman
                                                               tiempo
no existe entre nosotros?

¿Qué,
mi mejilla siempre
encontrará
el calor de la tuya?


Tato,
es qué si te vas,

el mosculde la lluvia

                               me llenará de espectros y alimañas,
y mi pequeño corazón,

no resistirá su furia.


Domanda

Tato:

¿qué es un poeta
triste?


Amor.


Sólo un cúmulo de sal

envuelta por el agua.


Limítrofe

Sobre el borde austero
                                                                               de mi patio,

existen brillos encubiertos,
                                                                               persisten pánicos
y escondrijos.

(Sobre mis hombros rojos
                                                                               soles de incierto estadio):


hálitos de fe,

                                               que se disloca.


Plegaria

Seducido por tu
                                                               falda,

 no me queda más,

                               que ver

al cielo.


Vórtice

No entiendo el mar
y su constante brecha.

No vislumbro
tus ojos carcomidos

ni tu asombro sin milagro:

-como quien ve llover
                                                               y piensa en fuego-

no entiendo al mar
                                               y sus corrientes.


Partire

Cuando sea un anciano
y nadie se ocupe de mí:

no importará que me drogue,
ni los nervios que aniquile
la morfina.

No importará que tenga
estados alterados,

nadie se ocupará de mi
nadie hará un bosquejo de mi caso,
ni siquiera dos pliegues en la cama.

Nadie notará mi ida,

ni mi retorno
ni mí no,
retorno.


Fijación

Es un pubis,
dulcemente perfilado,

                                               a pura luz.

Sobre el trote imperceptible de la calle.
(imaginado todo entre mi boca que aprisiona):

sin develar la carne,
que pertenece a tu esencia.


Abierta sombra

Tengo una herida abierta                                             por ahí
una que supura y se limpia,
y se vuelve a infectar.


Resistente al alivio,
                                               y profusa al oprobio.

Es,
una incesante herida abierta
                                                                                               justo aquí:

por sobre todas nuestras cosas
-       ahora inertes,
 sobre una cloaca oscura-.

Parecen no entender,
que esta carne silente                                  
desde aquí,
                                              
 no cesa,
-de buscar un aire-:
 que siempre, ha de faltar.


Abraham, aprende a caminar

El trazo que preludia esta forma
ensimismada

                               contiene los pasos de tu línea curva,


que dejan perplejas las palabras
                y ruedan como un trompo
en nuestra carne

(nunca han sido dichas)


Por eso,
cuando vas y vienes por ahí
                               partiendo todo el viento de la casa.

Un asombro que asoma
                                                               ruboriza mi rostro.


Íntimo

El cielo está sin párpados
y no para de llover.

Una sustancia roja
desterró todos los pájaros.

Y sólo en ciertos ángulos,

verdes sombríos
se
olvidan de aquel hecho:


el cielo está sin párpados

y la sorpresa es mía.


2!

Junto al más
                                               tierno amor.

Muero.


Junto,
al aura oscura
de
mi propia sombra.


Graphos de luz

Llegas a mis brazos, pequeño,
y desprovisto de maldad

como un guisante verde que promulga presencia.

Como el buñuelo,
en la canasta de los apetitos.

Porque en una tarde mortal,
rodeado de hienas, y peligros,

 apareciste entre la bruma
                                                                                              prolijo y desarmado
(como quien mata al mirar):

 sobre el prado iluminado
                                                               por mis hombros viejos.
Para que circundes nuestra casa
                                                                                sobre los trazos nuevos,
que limpiarán con mesura,        

todo lo destruido.


Molotov

Estoy de rodillas
sobre un palmo de fuego

 inextinguible,


y no termino de arder

                                                                               (como debiera)

Armando Antonio Saccal


Armando Antonio Ssacal (1956). Poeta y Cantor.  Armando Antonio Ssacal, ganó el primer lugar del certamen “Constantino Lascaris”, 1979, con su libro “Canto en Cero y Otros Motivos”; y el segundo premio del Certamen Miguel Hernández, 1980. En 1985 publicó “La Monna Lisa sin Fondo”. Ese mismo año fue seleccionado como participante para el Encuentro Hispanoamericano de Jóvenes Escritores en Madrid España. Ha publicado en revistas literarias y diarios nacionales y extranjeros.
Para Noviembre del 2016 publicó el libro “Los Secretos de Abraham”, y para el 2017 la reedición de la “Monna Lisa Sin Fondo” y la publicación del libro “Colección Desagradable”.


Armando Antonio Ssacal es químico de profesión, y trabaja como asesor empresarial y docente universitario.


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