Quantcast
Channel: El Signo Roto - Blog personal del escritor Germán Hernández
Viewing all 263 articles
Browse latest View live

Antierótica feroz - Laura Fuentes

$
0
0

* Este texto corresponde a nuestra intervención durante la presentación del libro “Antierótica feroz” el pasado 16 de mayo de 2013 en la Alianza Francesa.

En 1999, Laura Fuentes debuta con un poemario juvenil e intenso “Penumbra de la paloma” (MCJD) y del que Guillermo Fernández dijo en su momento: “sus paisajes no quieren regalarnos complacencia sino un profundo vértigo como al que llega el vidente maleficiado” algo que todavía hoy tenemos que tener en cuenta. Siete años más tarde, en el 2006 vuelve a debutar, está vez en narrativa, con su libro de relatos “Cementerio de Cucarachas” (EUCR), donde a mi gusto, es donde mejor comenzamos a beber de la fuente torrentosa del mundo ficcional de Laura.

Siete años más tarde, otra vez, y a lo mejor es algo a tener en cuenta para quienes gustan de las cábalas, Laura nos ofrece su tercera obra impresa, Antierótica Feroz, (Club de Libros) que emerge como el aullido ancestral del ADN, recordándo nuestra fraternidad con la ameba, el elefante y la lagartija.

Estas Antiéroticas, son un largo proyecto gestado hace mucho, ya en “Cementerio de Cucarachas” nos encontramos con tres antieróticas, que no se encuentran en este texto, pero valen de precedente, y en el 2009 tenemos una primicia de lo que será este libro, cuando tres de ellas, la “Antierótica X”, “Antierótica XIV” y la “Antierótica XXI” son recogidas en la inestimable antología del nuevo cuento costarricense (ECR) recogida por Juan Murillo y Guillermo Barquero.

La versión final que tenemos ahora, ese prolongado proceso de germinación, que no culmina con la cristalización de los textos, sino que continúa con su proceso de reelaboración, corrección, y puesta al día. Laura no se ha precipitado a presentarnos los primeros arranques de un trabajo inspirado, sino un texto añejado y concienzudamente trabajado, y que no culminará, sino a partir del momento en que usted comience a leer sus páginas, y un lobo dentro de cada uno comience a aullar.

Aclaremos eso. Nosotros los homínidos de la especie Mono Lampiño como le gustaba llamarnos el famoso zoólogo Desmond Morris, nos hemos autoproclamado suma y pináculo de la evolución, y si esta no basta, también la religión ayuda a afirmarlo. De esta manera llegamos por distintos caminos a la misma conclusión: siempre estamos arriba de todos, en la cama y en la naturaleza, pero bajo nuestras superestructuras, sean místicas y trinitarias o bellas y científicas petrificaciones.

Con “Antierótica Feroz” constatamos indirectamente que hemos construido un edificio de hermosas y maquilladas proposiciones, hemos inventado el “erotismo” como recámara y refugio para distanciarnos de la animalidad y de la sexualidad de los otros mamíferos y con los otros mamíferos.

La poesía, la narrativa y otras mediaciones artísticas han perseguido distinguirnos de la naturaleza, llenamos nuestras glándulas, impulsos y secreciones con otros nombres e intangibles deseos, pero nada de eso puede contener el aullido feroz del lobo, y ahí estamos devuelta otra vez, tratando de creer que los humanos tenemos una sexualidad distinta de las gallinas, los ratones y las ballenas, o que las muchachas reconstruidas con PHOTOSHOP y que se pelan el culo en SOHO, son más artísticas, y bellas que las que salen en la Teja.

“Antierótica feroz” nos lleva a la conclusión de que como especie hemos fracasado en la empresa por distanciarnos de nuestra sexualidad mediante sofismas e inversiones de sentido. ¿Y cómo logra Laura Fuentes derrumbar este edificio de mediaciones y disimulados consenso?

Primero con una prosa solvente, hábilmente distanciada de la moralina, sin acrobacias lingüísticas (que nos recuerda a George Sand y Patricia Higsmith y por qué no, hasta Woody Allen) pero ante todo, aplicada a derribar uno por uno todos los clisés y lugares comunes del erotismo a partir de la fáctica comprobación de lo que somos. Por eso, quien se atreva a decir que estamos ante un catálogo de vicios, desviaciones y parafilias, se está negando a sí mismo.

Y si no, en estas “Antieróticas” encontraremos diversidad de situaciones y sujetos: un sacerdote que va de regreso al celibato luego de probar la fruta prohibida (Antierótica II), una mujer descubierta con su amante se libra de un duelo (Antierótica III), : Una lesbiana impotente entre mujeres que han desatado su libidinosidad (Antiérotica IV), un filólogo que muere por la palabra (Antierótica V), un travesti que sueña ser esclavizada por machos liberados (Antiérotica VI), o un buen marido que repite el rito cotidiano de violar a su mujer (Antierótica VII), o el que por fin encuentra a la mujer de sus sueños: una mamá con sexo (Antierótica VIII); el necrófilo asalto de una chica muy tímida (Antierótica IX), el zoofílico amor que tienen los roedores por los humanos (Antierótica X), la perplejidad de un retrasado mental que no comprende por qué llora la bebita (Antierótica XI), o la mala profilaxis en un mundo obsesionado con la asepsia y los anticonceptivos (Antierótica XIII), algo que los defensores del derecho natural reprochan, pero que secretamente practican (Antierótica XIV), no así los antropófagos y viudas negras (Antierótica XV), y por qué no, hasta podríamos toparnos con un siempre patético Bukousky que nos visita de incognito y lleno de escrúpulos (Antierótica XVI), no como el buen vigilante, que cumple su deber moral de asechar a las malas muchachas, que andan provocando por ahí, porque bueno, ¿Quién las tiene provocando? (Antierótica XVII), de la misma manera que hay padres putativos, biológicos ó adoptivos que saben cobrar sus derechos de crianza a sus hijas (Antiérotica XVIII), igual que como cobran los taxistas, solidarios y cómplices aunque no sepan lo que es un orgasmo (Antiérotica XIX), hasta las angustiante iniciación de un universitario mostacilla (XX), pese a todo, no importa cuánto sexo podamos tener, lo más seguro es que no hemos obtenido más sexo del que queremos, pero tampoco nos hace más felices (Antiérotica XXI), y hasta puede volver  culpables a las víctimas (Antierótica XXII) o bien poner en riesgo nuestro status quo y para mantenerlo tengamos que recurrir a la maternidad (Antierótica XXIII) o al recurso más conveniente y que parece nunca venirle mal a los viejos gatos, que es comer ratones tiernos (Antiérotica XXIV) aunque no funcione muy bien para las gatas cuando quieren estar con gatos jóvenes como ellas (Antierótica XXV) pero siempre habrá una pareja de ratoncitos para una gata veterana (Antierótica XXVI). Por todo esto, no debemos olvidar que habrán excepciones a la regla, y más de una sádica manera de desmentir el mítico psicoanálisis aunque tengamos que cortar con uñas dientes lo que sobra y lo que cuelga (Antierótica XXVII) o ya sea invirtiendo los papeles edípicos (Antierótica XXVIII) y sin importar cuál sea la telenovela de enredos en que cada uno viva, tal vez el amor nos ayude a mantenernos juntos más allá de las apariencias (Antierótica XXIX) y a pesar de todo, y a pesar del amor,  también existen ovejas con piel de lobo (Antierótica XXX) mientras Nadine se la gran onanista nos contempla (Antierótica I).

A la larga, esta galería de personajes cotidianos como todos nosotros, tendremos que aullar finalmente, o nos quedamos con nuestros medrosos atavismos, continuamos decorando la habitación del deseo, o bien, como sujetos históricos, tomamos la decisión de asumir nuestra sexualidad tal como es, pero con la absoluta consciencia de que podemos transformarla.

Germán Hernández.

_________________________

¿Desea mejorar la calidad literaria de su obra?

Más información aquí




Carlos Calero - La camiseta roja

$
0
0





La camiseta roja

  

Aunque digás lo contrario yo sé que un día vas a darme de comer espinas. Callate, solo sos estupideces. En el amor no importan los años, ya te lo he dicho y redicho; no confiás en mis sentimientos, y entiendo que esto debe ser extraño en una mujer como vos, quien siempre lo ha tenido todo. No me etiquetés. Las cosas esenciales las has poseído a tu manera. Siempre me has dicho que debemos hacer currículum hasta en la cocina, y ya no digamos de las travesuras en la cama. Así que no te preocupés, son asuntos pasajeros, temores de temores, son los deslices de nuestros fantasmas… De esta relación como la nuestra existe una estadística de lo que vos temés, pero te aseguro que ese no es nuestro caso. Jamás debés compararme con personas adictas a la longevofilia, pues es ofensivo, frívolo y obsceno, sacar este tipo de conclusiones, pues si así fuera hace tiempo me hubiera marchado. Es el amor, mujer… es el amor…

            Qué fácil que lo decís. Suena halagüeño y honesto de tu parte; pero leo en tus ojos que hay algo para hacerme pensar en las jaulas y los vientos que se rompen como candados en las ventanas. Te he visto chateando con unas chicas, hasta has colgado fotos tuyas para decir aquí estoy, existo, para que te vean. Otro asunto es que te conozcan a profundidad, ni yo que he vivido con vos más de quince años lo he logrado. Ya pasaste los cuarenta y cinco, y has empezado a loquear, ya has entrado a la crisis de la andropausia. Sé muy bien que estoy en desventaja. Siempre hemos dicho que del aposento para afuera las puertas no tienen candados. Estoy muy bien clara de que toda relación así debe ser. Pero soy humana y me alimento de ilusiones. Callate… no volvás a decirme nada en ese sentido. Más bien debés apoyarme y no cometás el error de ensombrecer tus razones. No viene al caso que me digás que soy un hombre mucho menor que vos… por favor no lo digás más.

            Estira la mano y aprisiona la cerveza a medio tomar. El frío de la botella le quema los dedos. Los Beatles suenan aquí y por esta razón vengo a este pequeño bar. Pamela, últimamente, ha puesto el dedo sobre la llaga, y no deja de creerle que está sufriendo; se le hace añicos el corazón cuando salgo y digo que ya vuelvo. Sus ojos se quedan como en el centro de un anillo, donde puede tocarse el vacío que a muchos nos duele. Con ella es un asunto de costumbres. Estoy compenetrado tanto en sus cosas y ella en las mías, que a veces me parece imposible rehacer mi vida con otra mujer.

            El joven, en el pequeño bar de penumbras y abierto hasta las diez y media de la noche,  le ofrece un cigarrillo. Hace señas para asegurarse de que si le sirve otra botella. La tarde camina entre pequeños rumores de gente volviendo de sus trabajos, ladridos lejanos, pequeñas islas de jardines, el retorno de zanates a los laureles. En fin, un día más, en esta ciudad colorida y fría en que cada persona resuelve sus enigmas con ritos insospechados, como llegar a la casa y tirarse a la cama, desoír algún reclamo, comerse una hamburguesa, abrir el refrigerador, calentar los sobrantes de alimento, ver algún partido, salir a la pulpería, darle de comer a los gatos, los pájaros o los perros… en fin, rituales del desahogo y el silencio o la indiferencia. La norma dicta que deben cumplirlos porque si no los ahogaría la vida.

            Pamela se queja, sus micciones nocturnas se han multiplicado, le duelen las piernas. A veces los calambres, cuando hacemos el amor, han interrumpido nuestros coitos; pero yo le doy tiempo para que se recupere. Me lo agradece y calla. Después de todo suelta el llanto y siento que la casa se vuelve como el ala de un murciélago, vuela sobre nuestros corazones la penumbra. Todo es tristeza y silencio. La cosa no es fácil, no es fácil… en estas circunstancias mis escasos conocimientos de psicología, en la terapia de pareja, en algo nos ha ayudado.

            Se nos ha convertido en hábito venir a este bar. Las bebidas no son muy caras y hay buenas boquitas, sobre todo las costillitas de cerdo hawaianas. Tenemos de venir aquí doce años. El mes pasado celebramos mi cumpleaños. Vinieron los compas del trabajo, de ella y el mío. Ahí empezó todo, fue por una broma que le dio una de sus compañeras. Seguro ese día amaneció susceptible. De pronto rompe en llorar y llorar. Intentamos que se recupere, pero todo es en vano. No todo estuvo malo, eso ocurrió cuatro horas después de que me cantaran el happy birday. Esa noche estaba dispuesto a hacerle el amor con todo lo que me permiten las fuerzas, pero sé que eso no funciona así. Es con palabras y apoyo, más que con fogosidad y los deseos, pues si las cosas no se hablan van quedando zonas pantanosas y oscuras, donde más temprano que tarde nos ahogamos.

            Como a las nueve de la noche vamos al súper y compramos quesos, aceitunas, aceite de oliva, palillos, salami, galletas soda, vino, unas copitas preciosas; tampoco olvidamos la comida para el perro Spanky; en fin, no dejamos de lado nada que pueda provocar desajustes en el funcionamiento de nuestra vida culinaria.

            De repente observo que Pamela mira a un tipo de camiseta roja, quien a ratos me parece que nos sigue. El hombre hace como que selecciona productos de la estantería en un carrito de metal con ruedas azules; pero su propósito es espiarnos de manera solapada. Vos sabés que en un establecimiento comercial se cruzan los vértices a cada rato y no hay por qué preocuparse tanto. No digo nada, ni tengo por qué comentárselo. No es coherente que a estas edades tengamos esos recelos. No sé si es un condicionamiento-reflejo, pues cuando conocí a Pamela sí me daban ciertos celos porque un colega suyo le hacía llegar flores para su cumpleaños. Como entre nosotros todavía no existía nada firme, no me afectaba tanto. Y todo cesó cuando me dijo que ni un barco lleno de flores podrían partirle el corazón, pues ella no había nacido para tener, al mismo tiempo, dos amantes.

            Cuando salíamos por el parqueo aparece mi tía Josefina. De antemano me felicita y dice que como al mediodía me enviará el regalo, pero que no la espere por si yo decido hacer una fiestecita, como hace tres años cuando lo celebramos en mi casa y llegó toda mi familiar. ¡No seás bárbaro!, ese día terminamos exhaustos con el trabajo tedioso de atenderlos, para que no les faltara nada. Por eso decidimos que jamás repetiremos esa tontera de celebrarles a los otros la visita, y no estar tolerando las impertinencias con el tema de cuándo nos casamos, porque ya es demasiado el tiempo para seguir viviendo como mancebos. Por esta razón Pamela casi no visita a mis padres ni familiares. Ella siempre ha sabido manejar las cosas. Su experiencia como profesora en una universidad privada le ha dado algunas herramientas para manejar situaciones comunicativas incómodas.

            Cuando estamos en la cama, Pamela, una vez que se apacigua, enciende el televisor y me dice que veamos una película caliente como en otras ocasiones. Le digo que sí. Doblo la almohada como una rodaja de pan henchido, voy al refrigerador, para que nos tomemos dos cervezas cada uno. Saco del estuche el disco y lo deslizo dentro de la bandeja del reproductor de vídeo. Es una película italiana del cine clásico erótico, en que la actriz se enreda con el hijo de su esposo; el protagonista, entonces, es un adolescente. Pecado venial, creo que se llamaba, con una de las divas de esa época, una tal Laura Antonelli. Lo raro es que conforme pasan las escenas empiezo a ver en la pantalla al tipo de la camiseta roja. La abrazo con fuerza. Ella estira las piernas fláccidas. Siento su vientre caliente, paso mis manos por sus esponjosas caderas y el pubis entrecano. Le digo buenas noches, como para escucharme a mí mismo con el silencio enroscado en los utensilios, las sillas y las lámparas del techo. Mañana haremos el amor como si fuera una primavera. Y la imagino riendo y con la cabeza embutida entre las almohadas. Recojo las latas de cerveza y las lanzo al pequeño basurero de color verde. Pienso en la posibilidad de nunca separarme de Pamela. Coloco mis gafas entre las páginas de un libro relacionado con los límites y expansiones constantes del universo. Un clásico que se leía por los años setenta cuando la astrofísica no estaba tan desarrollada.

            Voy, enciendo la computadora, y empiezo a leer los correos electrónicos  de una mujer que, sin que yo le diga nada, conoce a la perfección lo que me pasa con mi mujer y quien, el mes de diciembre recién pasado, ha cumplido los sesenta años. El último de los mensajes cierra con la siguiente frase: “Mi amor, vieras cómo me gustó tu incomodidad, cuando viste al hombre de la camiseta roja.” 


Carlos Calero. Nace en  1953, Monimbó, Masaya, Nicaragua. Ha publicado El humano oficio, en el año 2000, en Nicaragua, por el Centro Nicaragüense de Escritores. La costumbre del  reflejo, Ediciones Andrómeda, San José Costa Rica, 2006. Paradojas de la mandíbula, Ediciones Andrómeda, San José Costa Rica, 2007. Arquitecturas de la sospecha, Ediciones Andrómeda, 2008, San José Costa Rica. Reside en Costa Rica desde 1988. Es profesor de Gramática y Literatura en un centro de Secundaria y docente de Comunicación en la Universidad Católica de Costa Rica Anselmo Llorente y Lafuente.

           

Sus poemas han sido publicados  en Antología de Poesía Nicaragüense prologada por Ernesto Cardenal, Antología de Poesía Joven de Nicaragua; revistas de Costa Rica; también ha publicado en suplementos literarios de Nicaragua y otros países. También ha publicado relatos y ensayos de reflexión. 


Descargue la Versión en PDF de este texto: Carlos Calero - La camiseta roja

Para publicar en la Convocatoria Permanente de Narrativa 

Siga las publicaciones y comentarios de la Convocatoria Permanente de Narrativa en Facebook

_________________________

¿Desea mejorar la calidad literaria de su obra?

Más información aquí

Eliseo Alberto – La eternidad por fin comienza un lunes

$
0
0


Eliseo Alberto, Cuba (1951-2011), creció y escribió bajo la sombra de su padre, el poeta Eliseo Diego, lo cual no impidió que descollara como trotamundos, académico, ensayista, narrador y poeta y fuera laureado con el l Premio Internacional Alfaguara de Novela de 1998 con su novela Caracol Beach. 

La eternidad por fin comienza un lunes (título que toma de un verso de su padre) fue publicada por primera vez en 1992, y más tarde reescrita y publicada en el 2001. A esta segunda versión es que nos referimos aquí.

Con buen humor, densamente narrada, generosa en imágenes cadenciosas y aglutinantes, es la historia de una tropa de artistas circenses que recorren una mítica y pintoresca Latinoamérica hasta encontrar el amor y la redención.

La trama de la novela resulta esquemática, (especialmente a partir de la segunda parte), deja una sensación de deja-vu; conforme transcurren sus páginas, se desarrollan hechos y personajes, vamos sintiendo que ya la hemos leído antes, y cómo no, si en realidad esta novela, pese a su descollante erudición y delicada prosa, no es más que un pastiche de todos los clises y lugares comunes que ya había producido el realismo mágico.

El lector o lectora prendido emocionalmente del realismo mágico, y que no espera nada más y nada menos de éste, seguramente encontrará en La eternidad por fin comienza un lunes, la summa y pináculo del género; muy al contrario, para nosotros, es la constatación de lo mal que envejece.

Los personajes y  situaciones que elabora Eliseo Alberto, comienzan a tener el aspecto de  estereotipos, predecibles, reconocibles y encantadoramente cómodos, una América latina para desentrañar turísticamente entre su apacible bucolismo, su intrincada espiritualidad  y su anárquico encanto. Es una ficción que no retrata, que caricaturiza, que hace más soportable el sino de un continente desgarrado, que ofrece lo que se espera que sea y por eso mismo, quizá también sea más redituable editorialmente en el resto de occidente.

Germán Hernández


_________________________

¿Desea mejorar la calidad literaria de su obra?

Más información aquí




Guillermo Obando Corrales - Rock musical nica 2012

$
0
0





Desnudo impresionista. Margarita Lliso

Rock musical nica 2012 


“Para publicar este relato no se me ha puesto más condición que la de cambiar los dos nombres que en él aparecen, cosa muy explicable, ya que voy a hablar de un hecho que todavía no acaba de suceder y en cuyo desenlace tengo la esperanza de influir”.

Juan José Arreola
Varia invención
  
-- A ver, hagámoslo de la manera más chiche: que La cuneta Son Machín cobre doscientas varas, la hora; y el tal Mejía Lara, cien --le dice el representante musical al boletero, inquieto por que empiece la función.

--Verga-verga, el problema no está en la tarifa del evento; esa onda está jalada desde hace rato; si-nó de qué manera damos a hacer los chunches, esas papeletas… ¿me entendés?

El boletero pasa la máquina de hacer boletas frente a los ojos del representante musical, quien recibe a manotazos a los dos cantantes-protagonistas, debajo de la casa-campaña.

***

Meses antes del magno acontecimiento del Rock Musical Nica, las noches de la capital eran desconcertantes. Quizá no sea esta la palabra más adecuada para iniciar un cuento; pero aquí no valen las palabras sino los actos, las oportunidades de saber cuándo y cómo ocurrieron los verdaderos hechos.

La fiesta comenzaría exactamente a las nueve de la noche. Alejandro Mejía, hombre graduado en hacer escándalos por todo el renglón centroamericano, cantaría junto a su primo, Alejandro junior

***

Fijate bien: yo venía de haber estudiado dos horas de alemán en la Biblioteca Incer Barquero. Esa vez me acompañó mi novia, y juntos estuvimos esperando el gran evento afuera del local, anticipándonos un poco o quizá demasiado a los detalles técnicos y electrónicos de los cuales se encargaba de administrar un grupo de hombres uniformados sobre la calle.

--¿A qué hora empieza la cosa? --preguntó mi novia a uno de ellos.

Todos nos miraron durante diez minutos, quedamente. No dijimos nada, caminamos temiendo que quisieran robarnos, y después comimos sopa de mariscos en un restaurante cerca del lago…

***

La vaina del concierto la venían avisando en la televisión desde el año pasado; todas las pantallas de las avenidas mostraban a monos uniformados con camisas negras y pantalones blancos a cuadros (debería mencionar lo de sus zapatos, pero estos monos no usaban zapatos, sino caites), los brazos tatuados e inyectados de formalina, y calaveras tuanis como llamaban ellos a esos cascos de primitivos que llevaban en sus cabezas.

***

Ya que el evento daría inicios, según lo que decía aquel papel ambulante, a las diez y media de la noche (hora nica), decidimos irnos al Faro del Pueblo que el Gobierno había puesto hacía poco tiempo.

Mi novia al principio estuvo indecisa. 

--¿Vos entrás, o no?

--Algo tiene esa babosada que no me cuadra, mi amor.

Al fin, luego de platicar con ella y de tocarle las piernas, se resignó a la idea de esperar metidos en el faro. Entramos.

El lugar no merece mucha descripción: sólo puedo decir que no se miraba tan bien, era como muy sucio y había muchas escaleras a su alrededor.

Como en un faro raramente uno encuentra algo que hacer, mi novia y yo culiamos un ratito. La puse recostada contra la pared fría del faro, le metí en su culo una especie de vaselina hecha con salivazos míos y de ella, y le empujé mi polla al suave y después con ánimo de formarle en su sapo una especie de labios paganos; seguidamente le zampé mis dedos en su boca, agarrándola del pelo, y los líquidos que salieron volando de su vientre, me recordaron las sustancias frías de una Victoria Frost recién salidita del frízer. Los muros del faro, grandes los hijueputas --y sucios--, se oían pegar contra las aguas vidriosas del Xolotlán; mi novia gritó como loca. La callé de un manotazo, y se la seguí metiendo. Me daba risa, pues parecía una gallina: su voz cacaraqueando y metiéndose por los hoyos de las escaleras.

Terminé, la besé y le pegué un manotazo en sus nalgas y todo tendría que apuntar ahora a decidir si nos quedábamos, íbamos a ver qué onda con lo del concierto o mejor seguía dándole por donde más le dolía.

Subimos las grandes escaleras (tardamos más de media hora en hacerlo), y al llegar, al menos yo, tuve un escalofrío que me erizó hasta los pelos de abajo.

--¡Uuuuuuuy!; ¿te estás cagando?

--Miedosa tu madre, no jodás.

Miré a un hombre vestido con unos bolsazos rojos sobre su cabeza, y unas botas grandes, negras. Estaba mirando por el hoyo de una ventana de madera viejísima, que tenía una vista salvaje hacia las grandes correntadas de cerotes del lago.

--Bailá con ella --dijo el hombre, y entonces hizo música con su boca, pegando los labios contra las manos, y los dientes contra los nudillos.

Bailé. Y ella se puso como loca.

--Bajate el calzón --dijo después el hombre, excitado.

Me lo bajé.

Se hacía de noche. El lugar olía a mierda. La música de afuera no llegaba como esperábamos.

--Ahora vengan y culeen conmigo --cuando el hombre dijo esto, nos cagamos de miedo, y nos arrepentimos de haber llegado ahí como los locos que éramos.

Pero, después de revolvernos la melcocha y de pensar que el maje ese lo hacía porque sí, tal vez no tenía nada más que hacer, como nosotros, culiamos con él, y ahí nomacito terminamos, se escuchó que alguien abría la puerta por donde habíamos entrado.

Alguien subió.

Mi novia, ¡la jodida tenía vista de zanate!, al bolsazo pudo notar que era Alejandro Mejía, el cantante.

--¡Qué querés, hijueputa! --le pregunté, paradito, enturcado, acercándome a sus charolas, para comprobar la teoría del cálculo de mi novia.

--Quiero culiar con ustedes --dijo, a forma de grito, y sí, no había duda: el mismísimo de Cargacerrada quería rompernos el nacatamal a los dos.

Le cumplimos, a cambio de dos boletos de entrada a su concierto, y él se lanzó uno privado en el moño de pelos de mi novia.

Nos fuimos con él, y cuneteamos juntos en el escenario. El hombre de las bolsas rojas sobre su cabeza se despidió, sacándonos la guatusa.

Cuando todo el bacanal había concluido, Alejandro Mejía sacó su turca y comenzó a orinar como estrella de cine porno después de hacer el amor, a la par de un poste. Mi novia puso su boca como grifo, abrió sus dientecitos cariados hacia las piernas de Alejandro, y bebió todo el líquido seboso de su paloma.

--Adiós.

--¡Va a la verga! --dijo mi novia.

--Dale pues, Mama Turca.

***

--¿Cuánto logramos reunir?-- Con una mano, el boletero contempla el ladrillo rosáceo, y en la otra sostiene una lata de cerveza Toña.

--Tres mil; pero dice Alejandro Mejía que logró batearle como cien a unos maes que estaban en el faro aquél… --le contesta el representante musical más dormido que despierto.

--¿Qués la verga… qué putas están hablando de mí?

Uno de los Mejía, con desdén, entra al kiosco cargando el cuerpo exangüe de una joven desnuda.

--Ese es mi prix, ¡jodido!.. 


Guillermo Obando Corrales (Managua, 1994). Estudiante de Derecho en la Universidad Centroamericana (UCA).  Lector entusiasta de la literatura hispanoamericana.  Fue incluido en la antología de cuentos “Flores de la trinchera”,  Muestra de la nueva narrativa nicaragüense, de la editorial SOMA. 

Descargue la Versión en PDF de este texto: Guillermo Obando Corrales - Rock musical nica 2012 

Para publicar en la Convocatoria Permanente de Narrativa 

Siga las publicaciones y comentarios de la Convocatoria Permanente de Narrativa en Facebook


_________________________

¿Desea mejorar la calidad literaria de su obra?

Más información aquí

Parábola del pozo vacío

$
0
0



 
Habían sacado el último barril de petróleo. No les sorprendió; ocurrió el día exacto y a la hora exacta en que lo habían previsto.

Tampoco fue una sorpresa que a partir de ese día, las gasolineras y las calles estuvieran vacías, que los supermercados estuvieran vacíos, que los estómagos estuvieran vacíos.

Lo que sí les sorprendió fue que sus revolucionarias consignas, también estaban vacías.

Germán Hernández

_________________________

¿Desea mejorar la calidad literaria de su obra?

Más información aquí

Los hombres de la guadaña – John Connolly

$
0
0


John Connoly es irlandés, pero pasa la mitad del año en los Estados Unidos y la otra en su país natal. Es uno de los escritores de novela negra más importantes de la actualidad. Su personaje principal es el atormentado detective Charlie Parker  (sí, inspirado en el nombre del genial maestro y saxofonista de jazz) y una fascinante pareja interracial y homosexual de sicarios: Ángel y Luis.

Para los críticos y lectores ortodoxos del género, Connolly es un dilema, coquetea con elementos sobrenaturales y fantásticos en sus obras, lo cual ha generado desconcierto y debates alrededor del género policiaco.  Para nosotros no es más que la constatación de que los límites entre géneros son siempre difusos, y en hora buena, para que al final se imponga la calidad literaria y su dignidad artística.

“Los hombres de la guadaña”, publicada en el 2008 con el título original “The Reapers” es la sétima entrega de la serie donde curiosamente el detective Parker no ocupa el lugar protagónico;  esta vez son Luis y Angel, con mayor énfasis en Luis, el misterioso hombre negro e impecablemente vestido que convive con el desarrapado Luis. Seremos trasladados hasta el origen de todo, de su herencia de horror y segregación racial, de violencia doméstica y desarraigo hasta la iniciación como asesino; desde ahí nos hará descender por el mundo de las organizaciones criminales secretas, personajes que se camuflan bajo la fachada de un transeúnte cualquiera, pero cuyas actividades son el homicidio a sueldo, para estos hombres, y en particular Luis, sus propias acciones podrían alcanzarlo.

John Connolly
Esta vez, los elementos paranormales estarán ausentes. Lo que sí extraña en Connolly que sabe construir personajes vigorosos y psicológicamente singulares, son las extenuantes y muchas veces innecesarias descripciones y antecedentes sobre estos; el resultado es que sobran los detalles y falta sutileza, como en el caso de Willie Brew y Arno, socios y compañeros de trabajo, personajes encantadores, cuya relación de amistad y su buen humor están impecablemente logrados pero en el texto, para introducirlos, el autor por momentos termina por empantanar la acción del relato. Igual sucede con las académicas explicaciones sobre “la química de la maldad”, pasajes donde se razona sobre lo que hace a un sujeto homicida o no, que por su didactismo y exposición caen en el hueco sin fondo del positivismo mecanicista, cuando por lo contrario, los personajes rebozan de voluntad propia y discernimiento y no de dichos determinismos.

Con todo, “Los hombres de la guadaña” es un pieza hermosa, que se lee con excitación y angustia, que es lo que toda novela de su género debe provocar.


Germán Hernández.

_________________________

¿Desea mejorar la calidad literaria de su obra?

Más información → aquí

La carta robada - Edgar Allan Poe

$
0
0


Mil Cuentos
La carta robada. Fotografía de Candi Toledo


"La carta robada", es el tercer cuento de la “Trilogía Dupin” de Edgar Allan Poe. Compuesta por “Los crímenes de la calle Morque” (1841), “El misterio de Marie Rogêt” (1842-43) y “La carta robada” (1844), es conocida por este nombre, por estar protagonizada por Auguste Dupin, siendo ésta la primera saga detectivesca y Dupin el primer detective con el que se inaugura el género policiaco.

Desde luego, no vamos a afirmar que Poe se propuso explícitamente a inventar el género policiaco, y tampoco vamos a negar que ya existían antecedentes literarios; pero sin duda, la obra de Poe, fue el detonante que desató el auge de este género, en especial la llamada Escuela inglesa, cerebral y analítica.

“La Carta robada” fue publicada originalmente con el título original en inglés: "The Purloined Letter" en diciembre de 1844 en el periódico “The Gift”. Fue el último texto protagonizado por Dupin, cinco años más tarde, en 1849 moría su creador, y quién sabe si habría pensado en escribir algo más relativo a su personaje, o sencillamente ya lo había abandonado. Lo cierto es que todavía nos extrémese la singularidad de sus cuentos policiacos, la vigencia de lo que más adelante serían los arquetipos para el género policiaco y todas sus derivaciones.

Germán Hernández

Descárgue el texto completo de La carta robada Aquí

O léalo en línea desdeScrib



_________________________

¿Desea mejorar la calidad literaria de su obra?

Más información → aquí


Maigret y el ladrón perezoso – Georges Simenon

$
0
0


En la revista MD en español de Octubre de 1965, el artículo “Novelista portentoso” dedicado a George Simenon que en ese entonces tenía sesenta y dos años se cita lo siguiente sobre su manera de escribir:

“Simenon empieza a trabajar a las 6:30 de la mañana. Fumando en pipa incesantemente y tomando café, escribe a máquina con rapidez tachando muy pocas palabras; tres horas más tarde ha terminado el primer capítulo. El resto del día vaga por los alrededores sumido en profunda concentración, sin hablar con nadie. A la siguiente mañana escribe el segundo capítulo; unos diez días más y 200 páginas: el libro está terminado. [….] Después de que el manuscrito ha reposado durante una semana, el autor lo revisa suprimiéndole esencialmente adjetivos y frases que sólo producen efecto literario; luego saca una copia fotostática del manuscrito y la envía a los editores. [….] Últimamente escribe tan sólo seis libros al año; dos “maigrets” (“para ejercitar los dedos”), dos “semi-serios” y dos “serios”.


“Maigret y el ladrón perezoso”, fue originalmente publicada con el título en francés “Maigret et le voleur paresseux” en 1961.

En el Bois de Boulogne han encontrado un cadáver, el inspector Fumel llama a Maigret para que le apoye, el comisario acude al lugar y ha reconocido a la víctima.

Pero por esos días, en el Juzgado y el Ministerio del Interior y todos los nuevos legisladores, han venido cambiando las reglas, estableciendo nuevas normas y protocolos “Para aquéllos, la policía constituía un engranaje inferior, un poco vergonzoso, de la Justicia con mayúscula. Había que desconfiar de ella, vigilarla, emplearla en un cometido subalterno” (Cap. 1). Por lo que no más llegando un magistrado y un juez a la escena del crimen, sin más indican: “No creo, señor comisario que sea asunto para usted. Debe usted tener importantes cosas entre manos. Por cierto, ¿por dónde andan ustedes respecto al atraco de la sucursal de correos del distrito XIII?” (Cap. 1) y dándose cuenta de que el crimen aparenta ser un ajuste de cuentas entre bandidos concluyen: “es un hecho banal, un crimen crapuloso y, le aseguro, si los malos tipos empiezan a matarse entre sí, mejor para todo el mundo. ¿Me comprende?”(Cap.1)

En efecto, la víctima es un discreto desvalijador de pisos, no de los esperan a que los dueños se ausenten por algún motivo, al contrario, los prefiere cuando están ocupados, su nombre Honoré Coundet. Así que a contrapelo, y con otro caso a cuestas, Maigret inicia disimuladamente la investigación de la muerte del viejo ladrón a quien ha llegado a considerar a lo largo de los años una especie de amigo. Con la maestría de siempre para crear complejos personajes que tiene Simenon, vamos conociendo el mundo de Coundet, sus antecedentes, su juventud y hosquedad con el mundo, su pasión por la lectura y sus métodos de trabajo; también conoceremos a su madre, sumida en el ostracismo, pero confiada en que su hijo muerto no la dejará desamparada. Y llegando al climax de la novela a una inesperada compañera.

Georges Simenon
Mientras tanto, la banda de asaltantes de cajeros continúa haciendo de las suyas, a Maigret lo presionan, su única pista sobre el homicidio de Coundet son unos extraños pelos de gato salvaje encontrados en su ropa.

Como es usual en las novelas de Simenon, la resolución del caso será secundaria, una cosa lleva a la otra, y con un poco de paciencia los responsables caerán. Lo que no deja de ser fascinante en esta novela es la empatía y casi deuda que el comisario Maigret siente con uno de sus adversarios. La vida secreta de Coundet, la solidez y singularidad de este ensimismado pillo lo convierten  seguramente uno de esos irrepetibles personajes que igual que el comisario sentimos cercano a nosotros y fascinante en su vulgaridad.

He aquí un ejemplo de cómo la construcción de un personaje exquisito, puede ser más real y sólida que cualquiera de nosotros, pese a estar muerto desde las primeras páginas.

Germán Hernández. 


_________________________

¿Desea mejorar la calidad literaria de su obra?

Más información → aquí



Mesías - Guillermo Salas Suárez

$
0
0


 


Mesías
 
Algunos le aclamaban públicamente como el Mesías, a otros no les cabía la menor duda de que era el Anticristo. Él prefería hacerse llamar Batman, a secas. Jamás le pasó por la mente que su icónico murciélago sería interpretado como una cruz de brazos desproporcionados ni que el mero roce con su capa sanaría a los enfermos. Sin proponérselo, iglesias enteras se habían levantado en su nombre y estampitas de su imagen con la cabeza coronada por un nimbo se vendían en las calles. Muchos rabinos escépticos no tardaron en publicitarlo armando calurosos debates en las sinagogas. Idealista hasta la exasperación, una única motivación justificaba su proceder: la instauración de un nuevo orden. Había nacido en una ciudad que se alimentaba de sus propias regurgitaciones, en camino a inmolarse a sí misma con la sangre de sus hijos. Oprimida más por unas tablas de piedra perdidas que por dogmática corrupción, Ciudad Gótica se consumía en la desesperación, nadando en sus propios desperdicios políticos, temerosa pero consciente de su desenlace inevitable. La clase alta, en su mayoría patricios y cónsules romanos, intentaba frenar el descontento popular a punta de promesas intangibles y falacias que aseguraban prolongar un mitológico estado de bonanza de la ciudad, celebrando sus virtudes inexistentes y conquistas sociales que jamás nadie percibió. Una bola de delincuentes liderados por payasos, pingüinos y mutilados había declarado un estado de guerra permanente contra el Cæsar siguiendo una apremiante sed de poder. Compartían la premura de la población, harta también de la lepra política y finanzas publicas al borde del colapso.  Convencidos de que un sistema político tan viciado como el suyo no tenía otro destino más que convertirse en su propio sepulturero, habían desplegado una campaña de oposición que pretendía derrocar uno por uno a los magistrados y desfalcar el tesoro nacional. Ya fuera por la descoronación del Cæsar cuya parsimonia mantenía a todos con los nervios de punta o por paliativa muerte natural del sistema, lo único que mantenía viva a Ciudad Gótica era la espera de la muerte. Con todo, había quienes de vez en cuando manifestaban rachas de insensata esperanza. No tuvieron que esperar demasiado tiempo cuando las noticias comenzaron a alimentar sus anhelos. Pocos se creían merecedores de una redención cuando Batman hizo su primera aparición. La policía no supo al principio cómo reaccionar ante este nuevo agente anárquico de justicia. Ninguno de sus operativos había sido capaz de interceptar diez traficantes de drogas y cuerpos en una noche; ninguno tampoco había matado a la mitad de esta cifra. Culpado oficialmente por asesinato y amenaza al orden público, sus siguientes hazañas fueron colmando la paciencia de la policía, cuya reputación cercenó en cosa de meses, y le granjearon una imagen grandiosa y terrible que bullía con las opiniones más contrastantes. Varias docenas de apóstoles se autonombraban ungidos y hacían grandes esfuerzos por esparcir la fe. “El Hijo del Hombre no necesita andar escondiéndose en la oscuridad de la noche, ni permanecer reticente ante las mil preguntas que ha generado en el pueblo” era argumento predilecto entre rabinos. Es verdad que Batman jamás había concedido una entrevista antes los medios y que sus escurridizos modales lo acercaban más a la canalla que combatía que a las expectativas del sector que defendía. “Todo lo que tenía que decir ya lo dijo en las Escrituras. Son sus acciones y no sus palabras lo que cuenta” respondían los apóstoles ante la inexistente (a todas luces reprochable) retórica de su maestro. Milagroso era su políticamente inconcebible éxito como líder mudo. Quizá consciente de la volubilidad de la palabra, se diría que quería huir de todo aquello que pudiera emparentarlo con el menor destello de demagogia. No necesitó una sola palabra para comprar el estatus de santidad popular. Tema principal de periódicos y grafitis, las autoridades religiosas no se animaban a proclamarse sobre ninguno de sus milagros. Sus archivos fueron coleccionando cartas y pruebas científicas de tumores extirpados de la noche a la mañana atribuidos a la intercesión del murciélago. Otros milagros eran mucho más circenses, en especial sus inexplicables desapariciones al ser sitiado por la policía varias veces, su comprobada inmortalidad tras golpes y estocadas que equivalían a una muerte segura, ni qué decir de su identidad incólume, huérfana de conjeturas verosímiles. ¿Quién era aquél criminal que no se atrevía a dar la cara por sus delitos? ¿Qué lección de humildad quería dar este Innombrable? Muchos quisieron ver en su máscara su propio indulto contra la sangre que había derramado, transfiriendo a su alter ego la obra de sus manos. Otros no tardaron en especular sobre su subrepticia relación con una prostituta y ladrona, conocida en el bajo mundo como Gatúbela. Los periódicos silenciaban su verdadero nombre y se limitaban a publicar detalles sin importancia de su vida personal: perfumera de oficio durante algún tiempo, de innegable belleza, vista en más de una ocasión entre grupos de apóstoles. No fue hasta su conversión pública, sin embargo, salvada de ser apedreada por trifulcas extramaritales, que su nombre fue a dado a conocer (no su nombre de pila, sino un nombre nuevo escogido para ella por su redentor: María Magdalena). Desde ese momento los paparazzi nunca la dejaron tranquila. Pronto dieron a conocer que, empecinado con la ilusión de perseguir fama, un joven de diecisiete años aficionado a las artes marciales y adivinatorias, se había lanzado en la frenética búsqueda de su quiróptero ídolo, buscando su guarida en establos, talleres de carpintería, mercados y cavernas. No se supo nada de él en meses. Su familia, desesperada ante su desaparición, interpuso varias denuncias por corrupción de menores y se embarcó en una cruzada inútil para recuperar a su hijo. Cuando los medios comenzaron a publicar imágenes de Batman junto a un nuevo, innominado subalterno, nadie tuvo la menor sospecha de quién se trataba. Entre los tabloides se coló la información (¿espuria?) de que su nombre había sido cambiado a Boanerges. Todos los demás periódicos, manteniéndose al margen de lo que sus hermanos menores publicaban, y al no tener un nombre oficial con qué designarlo (su familia había comprado piadosa discreción para con su hijo) lo denominaron Juan, siendo el nombre más común que encontraron. Había nacido una tradición: cambiarse el nombre fue desde entonces condición sine qua non para seguir a Batman. Las conjeturas sobre la verdadera naturaleza de su relación con el chico, pan de cada día, instauró nuevos cánones de santidad en la Iglesia. En un gigantesco esfuerzo por mitigar los insidiosos efectos expelidos todos los días por la prensa, los apóstoles dedicaron incontables horas a compendiar las escenas más significativas de la vida y obras de su caudillo en folletos que fueron apodados “historietas” por los escépticos, denigrando su objetividad histórica; los más procaces las llamaban cómics, no por la generosa afluencia de grabados de los primeros incunables, sino porque los episodios que narraban se les antojaban oscuramente cómicos. Se sobreentendió que los apóstoles habían rubricado un pacto de silencio cuando, ante una tempestad de averiguaciones, atribuyeron a la ornitología la fuente de sus escritos. Estas historietas no podían menos que exaltar la imaginación popular y afianzar un culto que se propagó vertiginosamente. La proliferación de apóstoles dio pie a nuevas series de historietas no oficiales que fueron censuradas como apócrifas por la incipiente institucionalización del credo. La prensa, motejada como “la historieta de los gentiles”, seguía publicando noticias que rápidamente perdieron credibilidad pese a la profusión de fotografías y testimonios. Llegó un punto en el que no había consenso sobre la veracidad de noticias, historietas ni leyendas populares en torno a Batman. Con tantas versiones de diferentes hechos, el culto sufrió cismas y reformas que terminaron prácticamente convirtiendo a su fundador en el máximo motivo de separación entre la población. El único acontecimiento que sí fue registrado tanto por conversos como paganos fue su ejecución. El gobierno se rehusó a dar explicaciones oficiales sobre su captura en una madrugada de invierno que todos siguieron por televisión. La disgregación de los apóstoles y el suicidio de uno de ellos fueron cubiertos por medios menores a los que pocos prestaron atención. Pilatos dispuso de un referendo popular para decidir la suerte que habría de correr Batman. Una multitud sin memoria, aturdida por una algarabía de mitos autoexcluentes entre sí, decidió liquidarlo en pena de sus violaciones a la ley, desconociendo el estado de bonanza que Ciudad Gótica comenzaba a experimentar en materia de seguridad y economía. Como si la súbita purificación de sevicia urbana les causara un severo malestar moral. Sin oponer resistencia alguna, porque era el mismo pueblo por el que había peleado el que ahora lo sacrificaba, Batman se sometió al ejercicio de la ley del hombre por vez primera. Expiró, sin antes pronunciar palabras en latín que nadie se atrevió a transcribir. Quienes han vivido para contar aquél día terrible recuerdan un cambio repentino en el tiempo atmosférico y la certidumbre de que acababan de cometer una grave prevaricación. Los tabloides publicaron una entrevista (¿espuria?) con Juan en la que el pupilo explicaba sucintamente el destino de su Maestro: “Batman no ha muerto porque los símbolos no mueren. Su grandeza no reside en haber desterrado a los payasos, sino en responder a la mayor necesidad de esta ciudad: un líder.” Tres días después, los apóstoles esperarían ansiosos el momento en que Batman se levantaría de las cenizas.

 


Guillermo Salas Suárez nace en la ciudad de Grecia, Costa Rica, en 1990.

Sus trabajos se pueden acceder en su blog de autor Artificios, en su mayoría cuentos, ensayos y artículos sobre literatura y música.

Otras áreas de interés incluyen religión, sexualidad y traducción.

Actualmente reside en Illinois, activo como músico freelancer.


 Descargue la Versión en PDF de este texto: Mesías - Guillermo Salas Suarez
Para publicar en la Convocatoria Permanente de Narrativa 

Siga las publicaciones y comentarios de la Convocatoria Permanente de Narrativa en Facebook


_________________________

¿Desea mejorar la calidad literaria de su obra?

Más información aquí

Balada clandestina – Faustino Desinach

$
0
0


 
Dentro de la bibliografía de Faustino Desinach, encontramos poesía: “Itinerario Sexual” 1998, “Coffee Sex” 1999, “El bulevar de los infieles” 2000, “Puerto de pasiones” 2001; en novela: “Efectos personales”, 2009; y más de 40 exposiciones fotográficas. Balada clandestina, es su primer libro de cuentos, el cual fue galardonado con el premio nacional Aquileo Echeverría en el 2011.

Es discutible considerar “Balada clandestina”, y los 22 relatos que lo componen tan solo como un cuentario. La imbricación de sus textos, narrados en primera persona por su protagonista Vinicio del Gato, y el entorno físico y metafísico en que transcurren, los fusiona de tal manera, que no parece posible que se puedan desprender, y al final sentimos que hemos leído una novela. Desde luego que estas etiquetas poco interesan. Tampoco son relevantes otras etiquetas, en el sentido de que se le llame  “realismo sucio” o “gótico tropical”,  (ambas se repelen formalmente), y en particular, tampoco definen enteramente este singular libro.

Quizá lo que más nos ha gustado sea su narrador, su constante interpelación al lector, la soltura y candidez con que se dirige a este, y pese a que Vinicio del Gato, es definitivamente un personaje sórdido y estrafalario, no parece en su modo de platicarnos, que intente “aterrorizarnos” o “espantarnos” con las situaciones que narra, por el contrario, su franqueza escapa a cualquier auto justificación, se muestra tal cual es, sobreviviente de una orfandad angustiante, de una adultez relajada y andariega, pero benigna; Vinicio del Gato no nos plantea que el mundo es terrible, o que su modo de ser sea el mejor, no señala en contra de nadie, es un buen conversador con el que nos encantaría contar historias y anécdotas toda una noche en un bar tranquilo, anécdotas y relatos como los que nos cuenta en “Balada clandestina”.

Volvamos a la tesis del “cuentario novelado”, El libro está dividió en cinco  secciones (o capítulos) más o menos homogéneas temáticamente o que se ubican en algún momento de la vida del narrador; la primera es “Berenice” donde desde el texto llave “Mi Berenice”,  recorrerá transversalmente a todos los demás, ahí comienza nuestra empatía por el protagonista, relato en caída libre, intenso, arriesgadísimo también, pues estuvo a punto de quedar en nada, de destrozarse en su vuelo suicida, cuando inserta en su desenlace sendas páginas (págs. 34 y 35)  de una especie de monólogo lírico, chicloso, retórico y cursi; algo que vuelve a ocurrir por un momento en el cierre del texto “Ultima noche” (págs. 48 y 49) salvo estos dos lunares, el resto del libro transcurre diáfano, parco, pero eficaz alrededor de los escenarios principales de los cuentos: la ciudad y el mar y , el espacio interior del personaje central, su vinculación metafísica con la memoria de Berenice, su ausencia reflejada de manera psicosomática como en el texto “Migraña”.

Faustino Desinach
La segunda sección “Los niños y la tía mala”, relatan el duro aprendizaje del protagonista, la sobrevivencia en un entorno de orfandad y carencias afectivas y materiales, la vinculación entre lo real y lo imaginario, la búsqueda de una madre muerta  “Debo decir también que muchas veces, en voz baja, les pedía a los muertos: -Si ven a mamá, por favor, díganle que venga por mí… Pero como ustedes ven, nada que me jaló mi vieja.  Ni el resto de mis siete muertos que me acompañan ¿Será que yo estoy muerto y ustedes me imaginan?” (pág. 56) Los muertos de Vinicio comienzan a desfilar por el texto con total libertad y soltura, el Dr Moreno Cañas (pág. 37) Sor María Romero (pág. 56) o acaso serán evasiones, salidas ante una realidad aplastante, y el sometimiento cruel hacia la Tía Mala y el Tío Lucas. La justicia no vendrá en todo caso desde lo exterior, tendrá que ser el resultado de la propia voluntad del personaje, como se describe en el texto “María Motetes”.

En la tercera sección que no por nada se llama “El gran escape”pasamos del Vinicio del Gato niño al adulto joven, el que vive de hacer artesanías y acampar en el mar, el que es arrastrado por su época y donde conoce por fin a su Berenice, la concreta. Hacia el final de esta sección, encontramos en textos como “Hay alguien más”, lo que será la tónica del resto del libro, relatos breves, más que nada anécdotas que cuenta el protagonista, como los de la cuarta sección “ Cocaína”, donde en efecto aparecerá esta y otras drogas, pero también la vida en el mar, las curiosas relaciones de los singulares acompañantes de Vinicio del Gato. Finalmente, cierra el libro la quinta sección “Baladas pendientes”, donde el protagonista retorna a lo metafísico la memoria persistente de su amada.

Si no fuera por la singularidad del narrador protagonista, posiblemente muchos de los textos narrados no serían más que anécdotas dispersas; Faustino Desinach primero hizo un personaje, para narrar sus cuentos, y una vez narrados podemos comprenderlos desde que perspectiva de quien los cuenta. La locura o el encanto de Vinicio del Gato pueden gustarnos o chocarnos, pero también nos hace sonreír, o tragar grueso. En un texto que apela a un lector en cada página, en cada inicio de cada texto, necesariamente está exigiendo una réplica, un juicio, una actitud, u otra ronda.

La fantástica realidad de un hombre enamorado de un fantasma, que no parece distinguir entre lo concreto y sus delirios, nos dice mucho de su manera de constituirse y vagar por la vida. Con este libro, su compañía deja de ser trágica, dolorosa sí y también afortunada.

Un libro que se disfruta y que hiere.

Germán Hernández



_________________________

¿Desea mejorar la calidad literaria de su obra?

Más información aquí

El accionista mayoritario – Petros Márkaris

$
0
0



"Como fui por largo tiempo un activista de izquierda, no tenía ninguna simpatía por los policías. En Grecia, habían sido sinónimo de fascistas... Pero de pronto, por primera vez, caí en la cuenta que esos pobres policías son pequeños burgueses, que tienen los mismos sueños de que sus hijos puedan estudiar para convertirse en doctores o abogados. Así se comenzó a desarrollar esta construcción: un crimen y una historia familiar contadas paralelamente"
Petros Márkaris


Petros Márkaris, es un escritor muy singular de intrincados orígenes y diversas influencias; nació en Turquía, de padre armenio y madre griega, estudio economía y se especializó en cultura alemana y sus traducciones son muy apreciadas. Además, ha colaborado como guionista de cine y dramaturgo, pero seguramente lo que más destaca es su saga protagonizada por el comisario Kostas Jaritos donde combina bien la crítica social y de costumbres con la intriga policiaca. El accionista mayoritarioes la cuarta entrega de la serie.

El comisario Jaritos, es un hombre de familia, buen comensal y ante todo, un miembro común de la pequeña burguesía que trata de mantener su status quo en una Grecia que todavía está asimilando los vertiginosos cambios de la reciente democracia y su incorporación a la Unión Europea, y como bien lo refleja esta novela, se trata de una Grecia que está viviendo por encima de sus posibilidades (amarga clarividencia de este autor antes del comienzo de la crisis). Junto a ello, el comisario Jaritos se desempeña como un agente de la justicia, una sobre la que todavía pesan los abusos y arbitrariedades de la dictadura.

El comisario recibe una llamada inquietante, el crucero en el que viaja su hija  ha sido secuestrado. Los móviles e identidad del grupo terrorista que ha perpetrado la acción son desconocidos, aquí arranca la angustiante situación del protagonista, que por un lado es padre y siente la impotencia de no poder hacer nada por su hija, y del otro lado las obligaciones de su oficio, la casería de un asesino en serie que pretende acabar con el mundo de la publicidad y que mientras esta no cese, continuará matando figuras de ese medio. En el estilo de Márkaris, el papel que juega la investigación propiamente dicha es más que nada un recurso para profundizar en la observación y crítica del entorno y las personas; nos encontramos entonces con una Atenas caótica de tráfico, donde lo único que queda de las gloriosas Olimpiadas del 2004 son las ruinas de los escenarios deportivos vandalizados y convertidos en basureros y refugios de la indigencia; ingresamos al mundo de la publicidad y sus actores, la presión mediática y de las autoridades por dar solución a un conflicto donde lo que más se lamenta es el impacto económico y no tanto las vidas perdidas; mientras tanto, y conforme se van revelando las intenciones de los terroristas en el crucero, y después de las hipótesis cajoneras, se descubre con horror que no se trata de terroristas islámicos, que no es desde el exterior que vienen las amenazas a la cuna de la civilización occidental sino desde sus propias entrañas.

Petros Márkaris
En una novela donde una cosa lleva a la otra, y el comisario recorre las calles en su inseparable Mirafiori, poco a poco constataremos que muchas veces la resolución de un caso no está en manos de las autoridades y sus instituciones, y que son pequeños actos humanos los que deciden sobre la vida y la muerte. Una novela hábilmente narrada en primera persona, sin menoscabo del fino retrato de los caracteres y subjetividades de los personajes. Pese a que los hilos de la trama a veces se estiran demasiado para hacerlos coincidir, es una obra que se disfruta y angustia a la vez, y que no puede ser leía de la misma manera antes o después de la crisis financiera que azota a las economías del Mediterráneo. Descúbralo.

Germán Hernández

_________________________

¿Desea mejorar la calidad literaria de su obra?

Más información aquí

El cazador cazado - William Wilkie Collins

$
0
0


MIL CUENTOS



William Wilkie Collins nació en Londres, Inglaterra en 1824, su vasta obra abarca la novela, el teatro, el cuento y el ensayo. Para muchos es el padre del género policiaco, en particular por su novela La Piedra Lunar, sobre ella dice T. S. Eliot: "la primera, la más larga y la mejor novela de la moderna literatura policiaca inglesa, en un género inventado por Collins y no por Poe", igualmente la escritora Dorothy L. Sayers la considera “la mejor novela policiaca jamás escrita" Y su personaje, el Sargento Cuff, se le considera como el arquetipo literario que dará origen a Sherlock Holmes.

El cazador cazado es prácticamente indispensable en toda antología del género policiaco; pese a ello, no podemos decir que Collins sea un escritor dedicado profesionalmente a este género, eso tendrá que esperar un tiempo. El cuento que comentamos pertenece originalmente a la obra La reina de corazones una singular colección de diez relatos que recuerda a las Mil y una noches, el Decameróno a los Cuentos de Canterbury, por el notable recurso de estar narrados por otros personajes del mismo libro, en este caso por tres ancianos que comienzan a contar cuentos de diversos tópicos para entretener y evitar la partida de una bella joven.

El cazador cazado está escrito como un epistolario en que el inspector Matthew Sharpin reporta a su superior el inspector jefe Francis Theakstone sus avances en el proceso de investigación de un robo. La singular personalidad del primero y la sobreestimada imagen que tiene de sí mismo, le harán pasar un mal rato, en un caso que como bien indicará el inspector jefe Francis Theakstone al sargento Bulmer(donde el autor hace un disimulado guiño al lector): “Usted puede señalar al ladrón en cinco minutos”.

Este cuento, con humor satírico, y una amenidad impresionante, sería un exquisito disuasivo para que una bella señorita, o un buen lector, esté encantado de quedarse, y por qué no, también invitado, a leer La piedra lunar, obra maestra de este autor.

Germán Hernández

Descárgue el texto completo de El cazador cazado Aquí
O léalo en línea desdeScrib

_________________________

¿Desea mejorar la calidad literaria de su obra?

Más información → aquí

Mentiras que miramos - Luis Andrés Ulloa

$
0
0


La soledad del parque. Fotografía de Angel Martínez


Mentiras que miramos
  

Desde hacía tiempo, salía al anochecer a caminar, terminaba mi recorrido en alguna banca para quemar mis dudas como el humo de un cigarro. En una ocasión algo atrapó más que mi atención, tanto que noche tras noche regreso al mismo lugar para no perder nada de aquel acontecimiento.

Aquel día me senté en una banca en donde quedaba al descubierto, los vi acercarse, era una pareja o tal vez solo un par de amigos que disfrutaban del transcurso del tiempo sin buscar nada, sin apoderarse de cosa alguna, pero yo me apoderé de ellos. Cruzaron el parque hasta acercarse al kiosco, se situaron en una banca delante de un árbol, la tenue luz quedaba atrapada entre las hojas, se sentaron de frente tan cerca cómo se los permitían sus cuerpos que en ese momento les estorbaban pero también los protegían de convertirse en presas de sí mismos. Había un fuerte lazo entre ellos que parecía nutrirse de la luz del sol que se iba difuminando, para este momento yo estaba en mi tercer cigarro y ellos cerca de fundirse con el cemento de la banca mientras se miraban. Seguían buscándose, una caricia, un beso hubiera dado fin a esa búsqueda; finalmente, querían ser libres pero tampoco lo sabían.

Pero nada es eterno, ni mi quinto cigarrillo, ni el momento que ellos disfrutaban; entonces, me distraje buscando en mis bolsillos, cuando mi atención regreso a ellos, él estaba de pie hablando por el celular, al retomar su lugar en la banca todo había acabado; ella, se acomodó el abrigo, dijo algo mientras miraba su reloj; él, respondió con una risa y unas cuantas palabras mientras sacaba su celular y se lo ofrecía a ella con una mueca burlona.

Partieron juntos y yo, impulsado por la curiosidad, decidí seguirlos, pero ya eran otros, aquellos que segundos antes fueron casi uno, eran ahora extraños. Se detuvieron frente a un tercero, yo estaba a punto de alcanzarlos mientras, inesperadamente, él la entregó al recién llegado; en ese momento, la nueva pareja enlazaba sus manos y reía, el otro se fue sin mirar atrás, y yo partí hacia casa.

De esto hace más de un año y medio, y aún regreso al mismo parque, a la misma banca que tomé aquel día, y no dejo de pasar por el sitio en la espera de encontrarlos juntos de nuevo, pero nada, a él lo he encontrado con sus amigos en el parque en tremendo alboroto, a ella la he visto trotando en buzo con audífonos. Cada vez que los he vuelto a ver se ven más felices, no añoran nada.



Luis Andrés Ulloa A. Modelo 1984. Actividad favorita pasear por los estante de las librerías; está haciendo sus primeras tintas en la escritura; disfruta del preciado arte de narrar historias para evitar la cordura, que es siempre una mala consejera. Es miembro regular del Taller Errante









Descárgue el texto completo de Mentiras que miramos → Aquí 
O léalo en línea desde → Scrib

_________________________

¿Desea mejorar la calidad literaria de su obra?

Más información → aquí

Maigret y el hombre del banco – George Simenon

$
0
0



 “Aún no es un hecho suficientemente aceptado que Simenon fue uno de los grandes escritores del siglo XX. Esta evidencia queda eclipsada (como sucedió alguna vez con Stefan Zweig o con otros autores muy leídos en su tiempo) por su abundante producción, así como por la extraordinaria popularidad de la que gozó en su día. El hecho de que Simenon escribiera una serie de novelas policíacas (los llamados “Casos de Maigret”) ha hecho que, para el lector poco advertido, no sean consideradas más que una lectura de distracción, meras novelas de género, equiparables a las de cualquiera de los escritores también de género que le fueron contemporáneos. El error de este juicio se hace evidente en el mismo momento en que el lector sin prejuicios empieza a leer cualquier obra del escritor belga: se asombrará al verse arrastrado con mano firme por un narrador poderoso. Quien se acerque a Simenon no podrá dejar de sentir la extraordinaria fascinación con que, en unos ambientes obsesivos y quién sabe si amorales, es capaz de acercarnos a lo más profundo del ser humano. Sin juicios, sin más lentes que las de aumento, Simenon nos ofrece un panorama diseccionado de la naturaleza humana como pocos han sabido retratar. Por fortuna, su extraordinaria calidad empieza a ser reconocida: popularidad y calidad no son dos conceptos irreconciliables”. 

Jaume Vallcorba 


Maigret y el hombre del banco, fue publicada en 1953 con el título en francés “Maigret et l’homme du banc”.

El cadáver de un hombre ha aparecido en un callejón; la investigación revela que la víctima es un talLouis Thouret, que el negocio donde laborabahabía cerrado hacía tres años, y en ese tiempo,había fingido ante su familia que todo transcurría con normalidad, cada día fingía salir a su trabajo y regresaba como siempre, el ingreso familiar no había faltado. ¿Cómo lo hizo? ¿Qué hacía entonces? El Comisario Maigret, va descubriendo la vida secreta de este hombre insignificante, una pista lo alerta sobre su doble vida: un par de zapatos amarillos que portaba al momento de su asesinato, lo cual desconcierta a su viuda, quien no puede explicar aquella extravagancia en su marido; el comisario descubre que Thouret tiene una amante, que en asociación con un extraño pillo llamado el “Acróbata” roban tiendas y almacenes, que su hija y su futuro yerno lo extorsionaban para no delatarlo, hasta llegar finalmente a la resolución de la infortunada suerte de este ensimismado hombre.

Desfilan en esta novela personajes siempre singulares, pero ante todo sus relaciones, la de Thouret con su mujer, dominada por ella, siempre controladora e insatisfecha con él; lo que explica el horror de su marido a poner en claro las cosas, y hasta aceptar los chantajes de su propia hija  y en paralelo, la relación de su hija y su yerno, en otra relación igualmente desigual en que ella controla a su pusilánime novio.

Georges Simenon
Sobre estas relaciones ha comentado  Enrique Bienzobas Castaño, “El joven Georges Simenon vivió un entorno semejante. Su madre Henriette machacaba al marido criticándole una y otra vez su falta de iniciativa, le reprochaba constantemente el que llevara más tiempo trabajando en la compañía de seguros y ganara menos que otros más jóvenes. No nos extrañe, pues, que Simenon cree personajes que sufran las mismas injusticias” La salida a estas no parece ser otra para el pobre Thouret que transgredir secretamente el orden de las cosas, no tiene el suficiente valor para romper con todo lo que lo oprime, pero al menos sí el ingenio de desdoblarse, de habitar las bancas de las plazas con su par de zapatos amarillos y su corbata roja, que se pone al salir de su casa y se vuelve a quitar al final del día antes de regresar; y encuentra los medios para sustentar económicamente su precaria y frágil libertad. En este sentido, también dice Bienzobas “Una corbata roja y unos zapatos amarillos son los símbolos de la libertad en el pobre Thouret”

El hombre del banco, es otro episodio más en la majestuosa saga del Comisario Maigret donde la miseria de unos personajes, Thouret y su yerno, o la falta de escrúpulos y la tiranía de su mujer y su hija, desatan un pequeño infierno doméstico, o bien, como otros han señalado: una constatación de la persistente misoginia del autor, en que sus personajes femeninos encarnan las peores virtudes; como sea, estamos ante otra novela imponente del autor belga.

Germán Hernández


_________________________

¿Desea mejorar la calidad literaria de su obra?

Más información → aquí




El asco – Horacio Castellanos Moya

$
0
0
Algunos dicen que es el ajuste de cuentas de un resentido, o un indispensable ejercicio de salud pública, o una carta de amor al país que no pudo ser. Lo único que le puedo asegurar es que mientras lo escribí me divertí como el chiquillo que hace la peor travesura. En cuanto a las reacciones, creo que fue Robert Walser quien dijo que no se hace frente impunemente a la nación propia.

Horacio Castellanos Moya



Horacio Castellanos Moya, es uno de los más destacados y relevantes narradores centroamericanos de las últimas décadas y uno de los de mayor proyección internacional, en parte, gracias a su novela “El asco”, publicada en 1997. 

Esta novela está narrada como un diálogo, un diálogo curioso, pues la única voz que escucharemos será la de Vega (que es Thomas Bernhard) quien regresa a su país, en este caso El Salvador (aunque puede ser cualquier país centroamericano, muchos nombres, lugares, y referencias son intercambiables, haga la prueba), el motivo, la muerte de su madre y la herencia de esta que ha de gestionar con su hermano. El protagonista se encuentra con Moya, viejo amigo y paciente escucha de sus confesiones en un bar, el único donde Vega se siente cómodo, y donde puede disfrutar de la música de Tchaikovski. Novela vertiginosa, su ritmo es intenso, fluye, es líquida, la diatriba de Vega por su espontaneidad obliga a leerla de un tirón a pesar de las arcadas.

Las confesiones de Vega son el saldo de amargura que siente por su país natal, del que reniega. Así, la voz de Vega no es de resentimiento, ni de revancha, ni de odio, no es el discurso de un “ganador” ni de un “perdedor”, sino la de uno que se aparta, porque lo que siente es asco; no de las cosas en sí, sino de la imagen que sus compatriotas tienen de ellas: la música, la cerveza, la cultura, la educación, los políticos (de cualquier bando) hasta que prácticamente no queda un solo tópico de la idiosincrasia nacional que quede libre del juicio devastador de Vega; sea que el lector converja en algunos de esos juicios, al final, también sus propias idealizaciones quedarán hechas pedazos por este personaje.

El asco”, se publica poco después de un momento particularmente importante en la región: “la firma de los acuerdos de paz”, y todas sus consecuencias, entre ellas: la desmovilización y el desarme, la integración económica global, y la consolidación de la democracia electoral. Me atreverá a decir que esta novela correspondería de manera velada a un vistazo sobre “los resultados” de los acuerdos. El saldo es lamentable, las viejas consignas no bastan, la retórica revolucionaria o anticomunista quedó vacía, la identidad nacional no basta, esa fracción de historia recorrida desde la invención de los estados centroamericanos, arroja números rojos, su fracaso corresponde a divagar erráticamente por las torrentosas aguas de los centros hegemónicos, Vega destruye los “contenidos” para juzgar las formas concretas, los hechos desnudos.

Horacio Castellanos Moya
Literariamente, “El asco” se ha convertido en la punta de lanza para una generación de escritores y escritoras que surgen del “desencanto”. Si se pierde de vista el momento histórico en que surge, se corre el riesgo de caer en la moda del “espíritu postmoderno” y en la desmesurada interpretación hegeliana de la historia al peor estilo de F. Fukuyama. La retórica postmoderna del “desencanto” en el artista no es más que “pose”; los verdaderos desencantados, si lo son, ni siquiera pueden tomar conciencia de ello. En cambio, yo prefiero llamarla “generación del asco” que implica una actitud ante la realidad y una acción concreta mediante la literatura en este caso.

Todo es proceso, todo momento histórico es transición y no fin. Leer “El asco” es confrontarse, asimilar nuestra complicidad, nuestra zona de confort ideológica, es obligarnos a reírnos de nosotros mismos en el mejor de los casos, o vomitar sobre nuestros credos. ¿Será que la única salida sea: quemar las naves, demolerlo todo, comenzar de nuevo?

Yo pienso que ya hemos comenzado a hacerlo, estamos en la fase de demolición todavía, la actual narrativa centroamericana que vale la pena destacar está en esa tarea: la desmitificación de la añoranza, de los dogmas, de los viejos proyectos, de la falsa identidad nacional; tan inútil es llamarse “ciudadano del mundo” como afirmarse en la imaginaria felicidad del terruño, todo debe ser cuestionado, todo debe ser confrontado, si alguna razón hay para escribir es para someterlo todo a un examen implacable, sin militancias ni condescendencias, lo único que puede surgir al final debe ser una nueva conciencia y una nueva narrativa. Quien lea “El asco” de Catellanos Moya se obliga a ello o a lanzar el libro por la ventana.

Germán Hernández.

_________________________

¿Desea mejorar la calidad literaria de su obra?

Más información → aquí


La torre siete - Bernardo de Montes de Oca

$
0
0



La torre siete



Conocí a Dan Trevor en su casa, en Guiones, Guanacaste. No había llegado a su puerta y él ya había abierto, apoyado en un bastón con una cara uniforme de emociones. Me costó creer que tantos meses, y horas sin sueño frente al monitor, que pasé leyendo informes, viendo videos, analizando cada segundo, dieran con esas mejillas rendidas ante la gravedad, esos ojos escondidos entre arrugas y lentes ingenierilmente redondos. Miró hacia arriba y asintió una vez.

- Adelante, siéntese dónde guste.

Tenía ese imperdible tono gringo al hablar.

- Gracias, señor Trevor.

- Es Dan, mantengámoslo así—fue a la cocina y siguió hablando mientras yo buscaba dónde sentarme, su casa era pequeña--. ¿Algo de tomar?

- No. Estoy bien.

Aun así trajo un vaso de agua para mí. Exhaló su fatiga cuando frotó los brazos del sillón como si fueran sus mascotas, su bigote se inclinó hacia arriba en las esquinas y me miró fijamente.

- Entonces, ¿en qué le puedo ayudar?

-Quiero saber qué pasó ese día.

-No mienta.

-¿Perdón?

-Usted quiere saber cómo sobreviví ese día. ¿Cierto?

 No le pude contestar. Había organizado las preguntas y me di cuenta que no servían de un carajo. Sonreí con un poco de vergüenza y asentí.

Dan Trevor, arrugó los labios y miró a un vacío que había visitado más de una vez.

-Antes de comenzar, sólo tengo una pregunta. ¿Cómo me encontró?

-Google.

 Hasta hoy no sé si supo que le mentí.

-Habíamos estado trabajando como locos por un mes. Teníamos un plan de trabajo que cumplir y las últimas dos semanas de ese mes teníamos jornadas de 16 o 18 horas. Aquel once de septiembre no tenía que ser diferente a cualquier otro día en nuestro trabajo, pero fue un día peculiar.

-Creo que es un poco conservador decir eso.

-No, no. No lo digo por todo lo que pasó, sino porque todos aquellos que dicen que se sentía algo diferente en el aire, mienten, incluso los que estábamos en el edificio siete. Nos acostumbramos al sótano, a la oscuridad, al silencio. Tanto así que se nos olvidaba que existía el exterior.

-¿Cuántos eran?

-Éramos quince.

-¿Usted era el líder?

-Sí—Su conocimiento lo había calificado como ideal para un análisis avanzado de los edificios del complejo de intercambio mundial, conocido como el World Trade Center (WTC). Él se encontraba ubicado en el séptimo edificio el día once de septiembre del dos mil once. Luego del ataque, él y sus catorce compañeros, dejaron de laborar para la compañía SilverStructural Company, dirigida por Larry Silverstein, dueño del WTC.

-¿Cómo comenzó todo?

-El primero no lo escuchamos, solamente sentimos un temblor fuerte. Sabíamos que algo había pasado pero por muchos minutos, un tiempo que siempre me pareció extraño, no escuchamos nada en la radio. Ya cuando nuestros inspectores confirmaron que estaba bien, seguimos trabajando.

-¿Nadie les dijo nada? ¿Ni una advertencia?

-Era el sótano, nadie sabe que existe cuando hay miedo, aunque sea el lugar más seguro. Nosotros estábamos tranquilos.

-Y, ¿el segundo?

-Ahí sí cambió todo. Ese lo escuchamos y lo sentimos. Fue más de lo que cualquier pudiera haber imaginado; todos me miraron. Yo no sabía qué hacer, yo era el líder no el jefe. Tomé el radio y pregunté. La única respuesta fue: “Quédense abajo”, mientras escuchaba caos afuera. Al parecer estar a metros bajo tierra era lo más seguro.

-Terminó siendo cierto.

-Los quince estamos vivos.

-¿Por qué siguió trabajando?

-Tenía que concentrarlos en algo. Cuando hay estrés alrededor y la mente tiene chance de divagar, es ahí cuando pasa lo malo. Los instaladores fueron los primeros en resistirse, les daba miedo las vibraciones, y les dije que no había problema. Nuestras herramientas no eran sensibles a vibración, sino a corriente eléctrica.

-Luego, ¿qué pasó? El registro indica que ustedes lograron salir a las once. ¿Por qué tan tarde?

-Ha hecho un buen trabajo.

-Gracias.

-No habíamos terminado. Suena un poco absurdo, pero es cierto. No habíamos terminado y yo tenía órdenes directas de seguir trabajando. Tuve que quitarles los radios porque se oía el exterior; nuestros compañeros afuera gritaban, algunos habían perdido el control y otros trataban de calmarlos. Recuerdo escuchar estallidos a través de los radios, como si alguien botara barriles de metal, que luego supe eran personas que saltaban al vacío.

El WTC consistía en siete edificios separados por distancias cortas. Además de las torres gemelas, el edificio siete fue el único en colapsar. Este edificio archivaba los documentos de cuatro agencias de inteligencia del gobierno de los Estados Unidos, entre los cuales se encontraban apelaciones que cuestionaban los montos de la indemnización que se le tendría que reembolsar a Larry Silverstein por daños al WTC. Ésta terminó siendo un total de siete mil millones de dólares. El gobierno resaltaba la fecha inusual del seguro ya que se firmó dos meses antes del ataque y consideró una nueva cláusula que estipulaba: 

“(…)que el complejo financiero compuesto de (..) World Trade Center esté protegido contra actos que atentan la soberanía de los Estados Unidos de Norteamérica, considerados bajo el mismo, como actos terroristas (…)”.
NSA Insurance Financial Report, 338.TF.2001-Rev-1 

Trevor y sus compañeros salieron por un sistema de túneles de seguridad poco conocido, que todos los edificios del WTC tienen instalados. Los túneles tienen salida a un kilómetro del WTC. Estos túneles, construidos luego del primer ataque en las torres gemelas en 1993, estaban inactivos y se reactivaron en noviembre del dos mil, cuando Larry Silverstein compró el WTC.

Ustedes salieron bien, ninguno se hirió, ¿cierto?

-Dos de los nuestros sufrieron inhalación de humo, pero el resto estaba bien. Teníamos mascarillas dada nuestra línea de trabajo. Ninguno corrió, les urgí que no lo hicieran. Me recuerdo como se veía el resplandor y los paramédicos justo antes de la salida, únicamente esperándonos a nosotros.

-¿No atendían a nadie más?

-No, sólo nosotros. De hecho tenían camillas listas. Estaban preparados.

A las cinco y veinte de la tarde, el edificio siete colapsó en lo que se conoce como un efecto embudo, en el cual los edificios caen en su mismo centro, dejando pocos escombros alrededor. Para este entonces, el edificio estaba completamente evacuado y Trevor y el resto de su equipo, se encontraban con sus familias.

-Los reportes decían que había sido fuego lo que causó el colapso. Sin embargo  en varios reportes elaborados por universidades de renombre, dice que al fuego por sí solo toma no menos de dos semanas, en derribar un edificio.

-En efecto, el fuego en general no es bueno para eso. Un avión sí, los explosivos sí.

-Entonces, ¿por qué dice el informe del NIST que fue el continuo ataque del fuego que causó el daño del edificio?

-No sé. Nunca leí ese informe.

-¿Qué derribó el edificio siete?

-Dos aviones chocaron contra las torres gemelas a escasos cincuenta metros, por si no recuerda.

-Y, ¿el edificio cuatro? ¿El cinco?—me sonrió sacudiendo la cabeza.

Además de la valiosa información financiera sobre Larry Silverstein, el edificio siete albergaba documentos relacionando a la empresa WorldCom con el grupo financiero Citigroup y las investigaciones federales sobre colchones financieros gubernamentales de más de cuatrocientos millones de dólares para cubrir los errores del director de WorldCom, Bernie Ebbers. Ebbers terminó en la cárcel en el dos mil cinco por defraudar más de cien mil millones de dólares al gobierno de Estados Unidos.

Luego del colapso, se emitieron reportes afirmando que la estructura romboidal del edificio colaboró en su destrucción tan rápida y eficiente, en conjunto con el efecto embudo, fenómeno que se ha conseguido únicamente en demoliciones controladas. También afirman que de haberse utilizado explosivos, la onda sónica hubiera llegado a ser de 130 decibeles, nivel que causa daños permanentes en los oídos y no fue reportado por los testigos aledaños. Sin embargo, existen tecnologías de demolición química activada por la diferencia de voltaje entre dos metales, que no generan sonido considerable.

Proseguíamos en la entrevista cuando, en un silencio incómodo en el cual yo trataba de entrarle a la próxima pregunta, Dan Trevor se levantó, luego de tomar mi mano, y me acompañó a la puerta sin realmente haber acordado él y yo que la conversación había terminado. Yo sí le había mencionado que no contaba con mucho tiempo; ya el calor de Guanacaste había bajado y me esperaba un largo trayecto de vuelta a San José. Mientras caminábamos, no hablamos, tan sólo miré alrededor y me di cuenta que estaba en la casa de Dan Trevor, ingeniero pensionado con énfasis es Estructuras y Demoliciones, sobreviviente de los ataques del once de septiembre y un individuo sin relación alguna con su país.

-Dan, ¿cuándo se pensionó?

-Me pensionaron. Justo después. Alegaron que mi cuerpo no estaba hecho para esas condiciones—llegamos a la puerta y mimetizó el movimiento con el que me dio la bienvenida. - Tengo una buena pensión, por dicha.

- ¿Nunca se ha preguntado sobre el pasado? ¿Sobre ese día?

- ¿Para qué? El pasado lo define quien gana, el resto tan sólo lo creemos.

No dije palabra, traté de leer esos ojos cafés, cansados y erosionados por los años, y vi el placer que tenía al verme dudar, extendió cordialmente su mano despidiéndome. Sacudí su mano, sabía que no podía dejar pasar esa oportunidad.

-Dan, ¿usted apretó el botón?

-¿Cuál botón?—sonrió. 


Bernardo Montes de Oca. Nació en 1985, vive, aprende y repite. Ingeniero de profesión, apasionado por las letras, actualmente trabaja en su primer libro y participa activamente en diferentes talleres de literatura. Ha publicado cuentos cortos y trabaja como periodista en varios medios de habla hispana y anglosajona.






Descárgue el texto completo de La torre siete → Aquí 
O léalo en línea desde → Scrib

_________________________

¿Desea mejorar la calidad literaria de su obra?

Más información → aquí

Pasaje al Paraíso – Michael Connelly

$
0
0



“Creo que todos los libros que escribo y los que tengo en mente y aún no he materializado forman parte de un único libro, una gran obra, de manera que están todos conectados entre sí.  Es algo en lo que también me influyó El Bosco, en sus cuadros hay cantidad de cosas en infinidad de niveles, todas relacionadas unas con otras. Es uno de los placeres que me proporciona mi trabajo, establecer estas pequeñas conexiones tan curiosas entre personajes aparentemente distintos y distanciados.”

Michael Connelly.

Michael Connelly es junto a Dennis Lehan, el más relevante escritor de literatura negra en Estados Unidos hoy. En su obra, que hasta ahora tiene más de 25 novelas publicadas, destaca su serie protagonizada por el detective de Los Ángeles, Hieronymus "Harry" Bosch con 18 entregas.

La referencia al maestro holandés con el nombre del protagonista es más que obvia, la madre del personaje lo bautizó así por su admiración a la famosa obra del pintor de “El jardín de las delicias”. También se han hecho analogías entre la vida del escritor James Ellroy y el personaje de Connelly, en La dalia negra (1987) Ellroy sintetiza su trauma personal de juventud por la muerte violenta de su madre con la recreación literaria del famoso caso del asesinato y mutilación de Elizabeth Short, treinta años después Ellroy investigó por su cuenta el crimen no resuelto de su madre, Harry Bosh también sufre la pérdida de su madre víctima de un asesinato y muchos años más tarde, retoma la investigación y logra resolver el crimen de su muerte.

La singularidad de Harry Bosch a lo largo de la saga, se revela en su pasado traumático, sobreviviente a la orfandad, sobreviviente de la guerra de Viet Nam, y sobreviviente de sí mismo. Pero también Harry nos resulta el arquetípico detective duro, pragmático, cuya obstinación raya en la ética kantiana de cumplir su deber hasta las últimas consecuencias, y cuando esto ocurre el saldo resulta abrumador. Esta combinación da como resultado un personaje fascinante, familiar, y a la vez complejo, un lobo estepario, una bestia carcomida por el pasado, un amante y padre capaz de la mayor ternura, en suma, uno de nuestros detectives favoritos y su autor un maestro.

Michael Connelly
Pasaje al Paraíso, corresponde a la quinta entrega de la saga. Originalmente se publicó con el sugestivo y evidentemente más acertado título en inglés “Trunk Music” (Música de Maletero) en 1997, y esa música en la jerga de la mafia no es otra cosa que un cadáver en la joroba de un auto, donde todo comienza y que sacará al detective de su ciudad hasta Las Vegas y de regreso. Bordeando los meandros de una saga donde los sospechosos se vuelven inocentes y las víctimas culpables; la trama es compleja, los hilos que unen las relaciones y los giros entre los personajes están brillantemente tejidos (una víctima que produce porno, una investigación por evasión fiscal, relaciones con la mafia, agentes del FBI encubiertos, una viuda indiferente, etc.) y con todo, cuando la novela pierde fuerza, cuando la cadena de casualidades llega hasta lo inaudito, no nos queda más que emocionarnos con la aparición de la ex agente del FBI, ex convicta, jugadora profesional de póker y musa del detective:  Eleanor Wish “Aunque hacía cinco años que no la veía, Eleanor nunca había dejado de estar ahí, incluso cuando hubo otras mujeres. Una vocecita interior siempre le recordaba que Eleanor era la mujer de su vida. La pareja perfecta” y  con la pirotecnia y espectacularidad características del autor, nos incluye su secuestro y su rescate “Gracias Harry, sabía que vendrías”.

Y a pesar de esto, y un epílogo relamido y totalmente innecesario, Pasaje al Paraíso es toda una proeza de observación psicológica alrededor del protagonista, un personaje siempre creíble en cada momento de la novela y en su interacción con los otros personajes; para los seguidores, novela a novela, la progresión de la vida y las relaciones de Harry Bosh resultan adictivas, y en el caso de esta quinta entrega, un embeleso. La resolución del caso nos tiene que poner alertas, tu asesino no es solo quien menos esperas, está más cerca de lo que piensas.

Germán Hernández.


_________________________

¿Desea mejorar la calidad literaria de su obra?

Más información → aquí


 

Maigret se divierte - Georges Simenon

$
0
0


En ocasiones, las aventuras del comisario Jules Maigret cambian de escenarios y perspectivas; sin duda algo necesario para mantener la vitalidad y variedad de las ochenta y pico de novelas que componen la saga. 

“En Maigret se divierte”, publicada originalmente con el título en francés “Maigret s’amuse” en 1956, el comisario se ve forzado a tomar unas vacaciones, su salud ya no es la de antes. Los preparativos para viajar con la señora Maigret naufragan y la pareja finalmente decide quedarse  en Paris en su apartamento en el Bulevard Richar Lenoir, pero eso sí, dando largas caminatas, comiendo fuera de casa, asistiendo a las funciones de cine o visitando a sus viejos amigos los Pardon, pero ante todo, alejándose estrictamente de su trabajo en la Policía Judicial.

Precisamente durante las vacaciones del comisario es encontrado  en el despacho de un importante médico, el doctor Jave,  mientras se encuentra ausente el cuerpo asesinado de su esposa. El caso tiene morbo y revuelo en los medios, el comisario Maigret con suma discreción lo sigue en las notas de los periódicos, con ansiedad se pregunta cómo se las estarán arreglando sus inspectores para resolver el asunto, en el que las sospechas se debaten entre el doctor Jave y el joven doctor Négrel que lo asiste. Pero la ansiedad pasa pronto, Maigret descubre una nueva perspectiva, una zona de confort que lo regocija, y es que comparte ahora la posición de los lectores, de la gente de la calle, del resto de ciudadanos, lo que sabe, lo que descubre, lo que conjetura no es más que las sobras de información que ofrece la prensa, las opiniones limitadas y subjetivas de los transeúntes y lectores. Maigret se divierte, se deja llevar y disfruta descubriendo cómo es el “mundo sin él” de seguir como cualquier otro  el caso, todo ello a pesar de los temores de la Señora Maigret que a cada momento teme verlo tomar su sombrero y su pipa y salir corriendo hasta su oficina en el Quai des Orfèvres.
Georges Simenon

Pero no ocurrirá, un par de notas anónimas (enviadas por algún ciudadano) alertarán a los inspectores de la P.J., la aparición de la prometida del doctor Négrel en el clímax de la novela despejará las sospechas del comisario, y en un memorable encuentro con ella en un bar, estos dos desconocidos tendrán un coloquio casual y exquisito, contemplando desde su lugar la luz encendida de la oficina del comisario mientras transcurren las entrevistas que resolverán el caso.

“Maigret se divierte”, es un magnífico ejemplo de la versatilidad de Simenon para adaptar al mayor de sus personajes el Comisario Jules Maigret, ante situaciones, escenarios y perspectivas que lo enriquecen, lo humanizan y lo hacen más rico y complejo, algo que sus lectores agradecemos y disfrutamos intensamente.

Germán Hernández



_________________________

¿Desea mejorar la calidad literaria de su obra?

Más información → aquí

Carlos Molina - La Herrera

$
0
0



  
La Herrera 

Una oscuridad tremenda abrazó a la ciudad de Xillander’kull. Conforme el calor de la cueva se transformaba en un frío gélido, sus habitantes sabían que en la superficie estaba dando inicio la noche. Si se pudiese volar hasta el techo de la cueva se comprendería el alcance y la magnitud del embovedado, así como los matices de apagados colores que dominaban el ambiente interno de la metrópoli.

La única fuente de calor que quedaba era el río de aguas termales que recorría la ciudad como una telaraña, al comenzar a sentirse el frío que entumecía los músculos, numerosos guerreros salían a prisa de sus barracas montados en sus arañas y se formaban para iniciar la guardia de la ciudad durante las siguientes horas.

El frío se apoderaba con rapidez de la enorme gruta. Los trabajadores en las plantaciones de hongos, los pescadores en el lago termal y todos los que se encontraban en las estrechas callejuelas, los cortos parajes y las esquinas escucharon el llamado de los caracoles en las torres y apuraron su paso para regresar a sus hacinados hogares. Porque las noches eran frías y tenebrosas.

Las luces de la ciudad se iban apagando en sucesión, todo se tornó más oscuro y tenebroso. Con la sucesión de los gritos, gemidos y lamentos a lo largo de la metrópoli. Quien hubiese sido demasiado lento, torpe o valiente para quedarse fuera en la calle; sería víctima del enorme frío o de los horrores que lo esperaban en la noche. Porque las noches son el enemigo más peligroso de la vida en la Infraoscuridad.

Luego de escuchar el aviso la herrería cerró sus puertas. La herrera iba a encajar el pestillo, cuando una fuerza del exterior la desplazó hacia adentro. La extrañeza se apoderó de la mujer; una elfa oscura como la noche, delgada y frágil, que asomó la cabeza por la apertura, y con un gesto molesto preguntó:

—¿Qué quieren? Es hora de cerrar y esta no es una casa segura.
—Amable como siempre, Yasfryn.

Los dos varones mostraron sus respetos al posar frente a ella. Uno era un atractivo y vistoso ejemplar de la raza de los elfos oscuros, digno de cualquier miembro de las clases altas. Con una mirada sensual y abrumadora, sonrió de forma cortés a la mujer, la cual lo contempló con una seriedad gélida.

El otro sin embargo era su contraparte desde todo punto de vista. Aunque también era elfo oscuro como su compañero, sus ojos pálidos observaban de forma fría y melancólica a la herrera, su hedor corporal y su expresión seria alejaban a cualquiera de su lado sin pensarlo mucho.
—Estas no son horas de llegar, Zeknarle— Ella abrió levemente la puerta y con un gesto de sus manos les permitió ingresar a ambos al interior.

A pesar de que en el exterior parecía un tugurio, el interior de la tienda demostraba el buen gusto de su administradora, limpio y ordenado; las armas que se mostraban en los anaqueles resultaban de una excelente calidad a los ojos de los buenos observadores. Conforme contemplaba el interior, el atractivo elfo oscuro exclamó con cuidado —Nunca deja de asombrarme tu capacidad para trabajar el metal, Yasfryn. Cada día veo mejores armas, de mejor calidad y mejor hechura.

La herrera en los finales de su mediana edad, conservaba una expresión hermosa, pero desconfiada que atravesaba a cualquiera que estuviese frente a ella. Ella los ignoró, avanzó hacia uno de los estantes, extrajo una espada en una funda, la mostró frente a ambos y repuso de forma seca.

—Gracias. Aquí está tu encargo. Disfrútalo.

La hermosa criatura sonrío de forma discreta. El pomo del arma tenía una exquisita canasta que protegía la mano de su portador, la extrajo y encontró la delgada hoja exquisita y sin falla, con pequeñas tallas grabadas de forma minuciosa, el arma le brindó un gran orgullo que no ocultó, la blandió, la agitó un par de veces en el aire.

—¿Dime, por qué habría de pagarte, Yasfryn? Después de todo soy Zeknarle Hun’fin, el capitán de la guardia de la Torre Norte. ¡Deberías donar este trabajo!
La mujer no se inmutó, Zeknarle guardó la espada en la funda, extrajo su bolsa de oro y la lanzó a la mano de la herrera, que expresó una leve sonrisa al tenerla entre sus manos.
—Aquí falta dinero. Al menos doscientas piezas de oro.

Zeknarle sabía perfectamente que hacían falta las doscientas piezas de oro porque él mismo las había sustituido con pesos de plomo. Sin embargo, la habilidad de la herrera era tal que aún sin abrir la bolsa ella podía detectar que la trataba de engañar. Al voltearse, este pudo notar la hoja de un enorme espadón que lo esperaba de frente y a una impaciente herrera que mostraba su furia.

El compañero del elfo oscuro extrajo su propio espadón, ella sólo se percató de que se había movido cuando sintió la hoja tropezarse suavemente con su cuello, tragó grueso.

—Yo le daré las doscientas monedas de oro, señora. No es necesario que lo amenace.

La voz que salió del muchacho resultó gentil y educada, a diferencia de su aspecto expresaba, con su otro brazo buscó en su propia bolsa de dinero, sacó veinte piezas de platino, lo que devolvió la sonrisa al rostro de la herrera.

Ella guardó su arma y tomó el dinero.

—Ese es un hermoso espadón, muchacho. Demuestra el amor que tienes por el combate pesado y la victoria rápida. ¿Cuál es su nombre?
—Eorel.

Los visitantes se despidieron respetuosamente y partieron. En cuanto se quedó a solas, la herrera colocó el pestillo en su lugar para trancarla, volvió a la gaveta de metal, extrajo su contenido y lo colocó una bolsa que portaba en su cintura. Al finalizar notó una sombra desde la puerta del cuarto interior, que la hizo sonreír.

Una hermosa figura de mujer se mostró frente a ella. Increíblemente alta para ser una elfa oscura.

—¿Quiénes eran los visitantes, mamá?

Los ojos curiosos de su hija regresaron la sonrisa a la mujer, que respondió—: Bueno, uno es el capitán de una de las torres, algo más vistoso que peligroso. Pero el otro… si el nombre que me dio es verdadero, es un peligroso adversario. Ese muchacho sería el Maestro de Armas de la Familia del’Armgo…

—¿Y?

Si los rumores son ciertos, él es el Guerrero Maldito, pensó para sí misma la herrera.

—Nada hija.
—Buenas noches, mamá.
—Buenas noches, hija.

La despedida conllevó un gentil beso entre las mujeres. Luego al tocar el rostro de su hija, ella desapareció de la habitación como si jamás hubiese existido. A continuación llevó a cabo varios gestos y dibujó varios signos en el aire, las armas desaparecieran y el negocio se transformó en un tugurio vacío tal como el que aparentaba en el exterior. Satisfecha, Yasfryn llevó a cabo los mismos gestos de mano y signos, se tocó a sí misma, desapareció de la habitación y concluyó su día de trabajo.


 Carlos Molina. Nace en San José, Costa Rica en 1974. Inicia su camino en el cómic con contribuciones regulares durante el boom de las revistas de comics de los años 90. Contribuye con diálogos y guiones en las revistas Camaleón, K-Oz, Neozaga y Plan 9. En el 2012 lleva a cabo la publicación de La Guerra del Borde Interno en formato digital a través de Amazon. Ha contribuido con el guión de Egregori de Francine Delgado, además de publicar regularmente en La Revista de Todos, un blog español de Eva María Maisanava Trobo; así como en Neoverso.com, un blog de variedades e información del ambiente de cómic, cultura japonesa contemporánea y videojuegos. Esta es la reedición del primer episodio de la Familia Helviana, su primera historia en este blog. 

Descárgue el texto completo de La Herrera → Aquí 
O léalo en línea desde → Scrib
  

_________________________

¿Desea mejorar la calidad literaria de su obra?

Más información → aquí

¡El Signo roto, cumple 4 añitos!

$
0
0
Queridos amigos y amigas

Hace cuatro años, un 12 de diciembre abrí este blog. Al principio no tenía muy claro lo que estába haciendo, tanto formalmente (pues las herramientas de blogger me eran extrañas) como de contenido (tampoco estaba muy seguro sobre la naturaleza variopinta de lo que publicába) y pese a todo, con obstinación hoy cumple cuatro añitos, por lo que al menos se puede decir que ya gatea.

He luchado contra mil demonios personales, la autocensura, mi propio miedo, y la indiferencia; y contra mil limitaciones materiales también, pero al cabo la recompenza ha sido enorme, tanto por que hemos cosechado muchas hermosas entradas con la colaboración de tantas personas que nos han confiado su trabajo, o las han leído, y sobre todo, porque ahora hemos ganado muchos amigos y amigas.

De mi parte, con la misma obstinación de siempre, continuaré con este blog ya entrañable, y ojalá también lo llegue a ser para todos y todas las personas que lo visitan.

Mil gracias por ser mis cómplices con este blog.

Ahora los invito para que si gustan hagan un repaso por sus entradas, creo que hay de todo como en botica, agrupadas en diferentes etiquetas y motivos. Por si te da curiosidad podés dar click en los enlaces que gustes, que te llevarán a otros enlaces, yo todavía siento a muchas de estas entradas con vitalidad y ganas de discutir y provocar.
 
La puerta siempre está abierta.

Germán Hernández

 Aquí podés leer dando click a los enlaces:

Variaciones Para una Ficción
Sobre reseñas y comentarios de mi primer libro de cuentos.

Miscelánea
Aquí encontrarás entradas sobre mis cuentos, ensayos y poemas publicados en el blog y algunas otras cosas híbridas.

Reseñas
Aquí todas las reseñas de libros en el Signo Roto.

Semblanza
Aquí las reseñas y comentarios dedicados a la obra de algunos escritores destacados.

30 Libros
Un divertido ejercicio de reseñar treinta libros por diversos motivos.

Mil Cuentos
Una sección dedicada a comentar y compartir algunas obras del relato breve que estimo imprescindibles.

Convocatoria Permanente de Narrativa
Nuestra más estimada sección, donde encontraras cuentos de escritores y escritoras que generosamente han compartido su trabajo en nuestro blog desde España, Guatemala, México, El Salvador, Costa Rica, Nicaragua, Uruguay, Panamá y Cuba.


_________________________

¿Desea mejorar la calidad literaria de su obra?

Más información → aquí
Viewing all 263 articles
Browse latest View live